El sol irrumpe en la Ciudad de México, desde el cerro, redondo y gigante baja a iluminar el océano de concreto que en forma de casas, colonias y edificios conforman una de las urbes más caóticas del planeta. El sol traspasa el sinfín de automóviles y avenidas y choca contra una pancarta que dice: “Venimos a hablar de cosas imposibles porque de lo posible se ha dicho demasiado”. El 28 de noviembre, María de Jesús Patricio Martínez—Marichuy—visitó, como parte de su recorrido nacional, a miles de universitarios de la máxima casa de estudios. No fue un día cualquiera en Ciudad Universitaria, ni en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Pero, ¿por qué hubo tanto revuelo? ¿Quién es Marichuy y por qué está estremeciendo a México?
Marichuy es, para unos, una aspirante a candidata independiente para la contienda presidencial; para otros es la vocera del Congreso Nacional Indígena de Gobierno (CNI), una organización autónoma de comunidades, pueblos, barrios y tribus indígenas de México, creada en 1996. Vocera o candidata, Marichuy es una mujer en un país donde, aproximadamente, 7 mujeres son asesinadas al día y únicamente el 25% de los casos son investigados como feminicidios.
También es una indígena en un país donde la reciente Encuesta Nacional sobre Discriminación demuestra que existe una relación entre los rasgos de origen y las oportunidades laborales, económicas, educativas, sociales y de salud. Dicho de otro modo, es una mujer indígena en un país sexista con altas tasas de racismo y discriminación.
Nació en Tuxpan, Jalisco, en el año de 1963. Originaria nahua, desde pequeña ha sido testigo de los despojos y la opresión a sus comunidades, lo que ha calado en una inspiradora rebeldía. “Estamos cansados de que el sistema nos siga destruyendo”, le decía a la periodista Carmen Aristegui. Ha dedicado su vida a la medicina tradicional, heredó de su madre y de su abuela tradiciones que pone al servicio de su comunidad en un centro de salud que fundó en 1992, al que llamó Calli Tecolhocuateca Tochan o Casa de los Antepasados, recinto avalado por la Universidad de Guadalajara.
En la coyuntura de 1994, cuando el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), irrumpió en el panorama nacional mexicano, muchos pueblos indígenas fueron llamados a alzar su voz. Marichuy fue invitada por el EZLN a participar en el Foro Nacional Indígena, que se realizó en San Cristóbal de Las Casas, en Chiapas. Desde ahí ha sido una referente para los pueblos originarios de México, siendo la lucha contra el machismo, la batalla por la dignidad indígena y el combate contra el sistema capitalista.
“Nuestra propuesta es muy sencilla: estremezcamos juntos esta nación”, decía Marichuy en una tarima improvisada en los altos de la Biblioteca Central, de Ciudad Universitaria, ambientada por los murales de Juan O`Gorman y por los ojos expectantes de una multitud de universitarios. “A ustedes, la juventud consciente, los reconocemos como una gran luz en medio de tanta muerte y oscuridad”, dijo Marichuy y un ensordecedor aplauso apareció en el ambiente.
Marichuy representa a la izquierda más radical—de raíces— la que tiene como principios: mandar obedeciendo, representar y no suplantar, servir y no servirse, convencer y no vencer, bajar y no subir, proponer y no imponer, y por último construir y no destruir. Representa a las comunidades que quieren cambiar a México y el mundo desde abajo y a la izquierda para crear “un mundo en el que quepan muchos mundos”.
A finales del mes de mayo de 2017, la Asamblea Constitutiva del CNI, designó a Marichuy como la vocera de su movimiento de cara a las elecciones de 2018. Inmediatamente desde todos los colores e ideologías se hicieron presentes primero los puristas, quienes criticaron que los indígenas tuvieran una candidata a la presidencia que estuviera en el juego electoral, cuando han sido estos —las comunidades originarias—los más críticos con el sistema.
Por otro lado, aparecieron los progresistas de la izquierda institucional, quienes atacaron la designación de Marichuy argumentando que restaría votos a su representante, Andrés Manuel López Obrador, lo que en términos electorales, beneficiaría a los candidatos de los partidos tradicionales: Partido de la Revolución Institucional (PRI) y Partido Acción Nacional (PAN), a lo que Marichuy y el CNI han contestado: “No queremos votos, nuestra pelea es por la vida.”. ¿Una candidata que no quiere votos? Por paradójico que suene, es congreunte con los años y las acciones de lucha del EZLN y del CNI. Carlos Gónzalez, miembro del CNI, afirmó el 15 de abril: “Las elecciones son por excelencia la fiesta de los de arriba, y queremos colarnos en esa fiesta y echárselas a perder hasta donde podamos”.
El sol se despedía de Ciudad Universitaria. El naranja gobernaba el cielo y Marichuy seguía sacando de su boca frases como estas: “Estremezcamos a esta nación, descolonicemos el pensamiento capitalista y patriarcal. Evidenciemos que otra forma de gobernarnos es posible. Entre las ruinas nacen esperanzas y mundos nuevos”. Dentro de los espectadores del mitín se encontraba Santiago, estudiante de último semestre de psicología; quien dijo: “que ella vaya a una universidad para acercarse a los estudiantes es algo que pocos hacen”, refiriéndose a la disposición de Marichuy para conversar con los estudiantes.
Ella, ahí parada envuelta en flores, con su vestido blanco y a sus pies un millar de cabezas atentos a los movimientos de su boca; “debemos lograr que la transimisión de conocimiento esté vinculada y al servicio de los de abajo y que no sea un arma de los poderosos” y los presentes le devolvían un cántico: “Zapata vive, la lucha sigue y sigue”, haciendo referencia a Emiliano Zapata, líder de la Revolución. Bien decía Foucault que el espacio no es un telón de fondo sino una relación entre personas, así la explanada de la Biblioteca Central, al sur de la Ciudad de México, se convirtió en un espacio para anhelar un mundo mejor.
El cambio ya está hecho. Que Marichuy, una mujer indígena, se haya convertido en la vocera del CNI para las elecciones, hizo que la opinión pública de México retumbara y con ella salieran a la luz los comentarios machistas, misóginos, clasistas y racistas que se esconden en todo tipo de discursos, de izquierda y de derecha. Pero que Marichuy recorra el país y le hable a los mexicanos desde su posición antisistémica constituye un hecho muy importante en la vida política latinoamericana. Su voz unifica a los más perseguidos, visibiliza las problemáticas relacionadas con la mujer y la pobreza, da cuenta de las injusticias que los pueblos originarios han sufrido desde muchos siglos atrás y muestra que los de abajo siguen sin acceder a servicios dignos de salud y educación. Marichuy es una mujer del color de la tierra llamando a la lucha de todos los pueblos indígenas, quienes no pueden ser excluidos del proyecto de nación pluricultural: “No más un México sin nosotros”, gritaba Marichuy.
Pese a que todavía no ha recogido las firmas necesarias para validar su candidatura ante el Instituto Nacional Electoral (INE), Marichuy ya ha cambiado el panorama político y las elecciones presidenciales de México. Ya puso a los feminicidios en el debate nacional. Ya hizo un recorrido para escuchar a las comunidades indígenas. Ya pudo hablar de frente con los universitarios y dejarles un mensaje: “Nuestra lucha no es por el poder, ni votos, ni por puestos políticos. Venimos buscando la consciencia colectiva de abajo, esa que hemos visto florecer en los estudiantes organizados”. Marichuy ha demostrado que otra política es posible, que los subalternos existen y que pueden organizarse para alzar su voz. Marichuy demostró lo que muchos niegan: que la gran mayoría de mexicanas viven en una espiral de violencia, inseguridad e injusticia que carcome sus vidas. Por último, en un mundo acelerado, lleno de contingencias, Marichuy ha regaldo momentos, vivencias e instantes inolvidables para las personas que luchan a lo largo y ancho del territorio mexicano, como dice Fernanda, estudiante de letras en la UNAM: “Marichuy nos está regalando magia y esperanza en el tiempo”.