El mensaje es de septiembre de 2013, durante la última campaña electoral antes de las próximas presidenciales del 4 de febrero de 2018 para elegir al sucesor del progresista Luis Guillermo Solís, a cargo del Ejecutivo de la República de Costa Rica hasta el 8 de mayo. Lo transmite por YouTube un rostro con actitudes de orador que sin ningún empacho declara que “Dios tiene el poder de llevarnos ahí para que nosotros, como iglesia, ejerzamos gobierno”. Un proyecto ambicioso, probablemente sin ninguna chance a corto plazo, pero que demuestra la fuerza creciente del movimiento evangélico en el populoso y pequeño país de América Central ubicado entre Nicaragua y Panamá, sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud convocada por el Papa Francisco. En su mensaje, Gonzalo Ramírez (el orador del video), invitaba a los hermanos cristianos a que votaran por su partido para no “dejar vacía la silla” del primer poder de la República. Vacía de principios, se entiende. La respuesta de los electores evangélicos fue suficiente para llevarlo a la Asamblea Legislativa de Costa Rica y desde allí acceder a la presidencia de la misma Cámara parlamentaria, convirtiéndose en el primer pastor evangélico que ocupa un escaño de este nivel.
El éxito de Ramírez confirma el incremento del peso que han tenido en las últimas cinco elecciones los partidos que apelan al electorado evangélico de Costa Rica. Entre 1998 y 2014 el voto de los diputados evangélicos se ha triplicado, pasando del 2,7% al 8,2% a nivel nacional. En números reales, las personas que apoyaron estas candidaturas pasaron de 37.600 a 167.300 en el referido período.
¿Cómo lo lograron?, se pregunta el diario costarricense La Nación.
Para responder al interrogante, presenta un análisis de la Unidad de Inteligencia de Datos de ese mismo medio sobre los resultados de las últimas cinco elecciones nacionales, que incluye el estudio de las estrategias políticas de los principales líderes que participaron en ellas. Una buena respuesta proviene del pastor evangélico Carlos Avendaño, presidente de Restauración Nacional y dos veces diputado, para el cual el avance político de los evangélicos es resultado de la desilusión con respecto a los partidos tradicionales que antes atraían el voto de la comunidad evangélica. “Hay una concienciación de que el voto sí tiene que ver con principios y con valores, y cada vez se ha ido despertando más en nuestro sector”, afirma el político evangélico.
El análisis de La Nación muestra que la conquista del voto evangélico no ha sido un proceso fácil y lineal. Justo Orozco, fundador y actual ex presidente de Renovación Costarricense, reconoce que veinte años atrás las iglesias evangélicas cristianas eran un territorio político poco explorado, en razón del axioma según el cual no se debe mezclar el Evangelio con la política. “Había que abrir brecha como Cristóbal Colón, pero como yo ayudé a muchas iglesias, entonces las puertas se iban abriendo” afirma Orozco. “Era como andar haciendo camino con pico y pala”, recuerda el ex legislador. El pico y la pala, en este caso, eran las palabras y el trabajo de persuasión.
Los partidos evangélicos, o mejor dicho los que apuntan al consenso evangélico, repiten insistentemente un mensaje básicamente referido a temas morales y éticos que tienen que ver con el aborto y la fecundación in vitro, a los cuales los evangélicos son férreos opositores, y de apoyo a la “familia tradicional”, de la que son fervientes defensores, en contra de las uniones civiles y entre personas del mismo sexo. Ese Mensaje ha encontrado terreno fértil en una realidad en continuo crecimiento, la evangélica, que según el Programa latinoamericano de estudios sociorreligiosos (Prolades) contaba en 2001 con 323.000 miembros en edad de votar y actualmente llega al medio millón.
Los políticos que apuntan al voto evangélico han aprendido que el secreto para obtener votos es recorrer las iglesias y comunidades evangélicas. Resulta ejemplar el caso del candidato Julio Orozco. En 1998, cuando se presentó por primera vez – refiere La Nación – visitó 18 iglesias el mismo domingo de las elecciones. En 2010 superó la hazaña y estuvo en 35. «Yo llegaba y veía esa iglesia llena justo cuando iba a comenzar el culto» admite el interesado. «Me metía y ¡caía en gracia por el pastor! “¡Miren hermanos qué bendición! Hoy es el día de las elecciones y llegó el hermano Justo. Él es candidato y ¡diay!, hay que ir a votar. Yo no les puedo obligar a que voten por él, pero es una opción de un hermano que siempre ha tratado de ayudarnos. Yo lo conozco, y el voto es sagrado, es secreto, pero bueno, consideren esta opción”».
Sin embargo, ninguno de los entrevistados por el diario La Nación considera que estas prácticas constituyan una forma de “proselitismo político”.