Es sabido que la inmensa mayoría del pueblo colombiano, independientemente de la orientación política o confesión religiosa, aguarda con esperanza y entusiasmo la visita que hoy comienza el Papa Francisco. El país se prepara desde hace meses y las instituciones laicas y religiosas han hecho todo lo que estaba a su alcance para garantizar el éxito de esta histórica visita pastoral. Además, todos están al corriente, dentro y fuera de Colombia, de que fue el mismo Papa Francisco quien quiso realizar este viaje, considerando que era el mejor aporte que podía hacer al proceso de pacificación y reconciliación.
Desde el principio de su pontificado Francisco atribuyó una importancia relevante a las negociaciones para el acuerdo de paz entre el gobierno de Santos y las Farc. Las razones son muchísimas, pero Francisco siempre puso el acento, en sus exhortaciones y pensamientos, en la centralidad de las víctimas de la larga guerra interna colombiana, que en muchos casos eran civiles e inocentes.
Durante la visita que hizo a Cuba, el 20 de septiembre de 2015 en la Plaza de la Revolución de La Habana, el Papa dijo al terminar el Angelus: “Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso aquí, en esta bella Isla, para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación. Gracias a Usted, Señor Presidente, por todo lo que hace en este trabajo de reconciliación”.
Pese a la claridad y linealidad de los propósitos pastorales del Papa Francisco, un sector minoritario, pero mediáticamente aguerrido, ha querido en Colombia falsear, por razones mezquinas, el sentido de la peregrinación que acaba de comenzar. Desde que se hizo público el anuncio, y sobre todo en estas últimas semanas, esos sectores, relacionados por lo general con la derecha colombiana que durante décadas construyeron su fortuna política explotando el conflicto interno, han elevado la mira. Ahora afirman que el Papa Francisco “viene a apoyar la paz de Santos”. Lo que se proponen es asociar la presencia y el testimonio del Papa con un presunto respaldo al gobierno del presidente Manuel Santos y de esa manera intentan politizar el viaje. Un viaje que es exclusivamente pastoral y cuyo único objetivo es acompañar a la nación colombiana en el difícil camino de la paz y de la reconciliación.
Detrás de la campaña adversa a la visita y de las declaraciones que intentan desnaturalizar los verdaderos propósitos del Papa, están el ex presidente Álvaro Uribe y lo que la prensa del país ha denominado “uribismo”. Son los mismos que durante años polemizaron con la Iglesia colombiana sosteniendo que la única solución del conflicto era la vía militar y al mismo tiempo acusaron a los obispos, que por el contrario pedían diálogo y búsqueda de soluciones pacíficas y políticas, de ser vendepatria. Uribe y sus partidarios han sido derrotados por la historia y por los hechos, aunque pudieron conseguir un pequeño éxito con el triunfo del No en el referéndum popular que se votó después de los acuerdos de paz.
La mayoría del Parlamento colombiano acogió casi todas las críticas importantes al documento de los acuerdos y luego sancionó definitivamente con una votación el comienzo del proceso de desarme y pacificación entre las fuerzas interesadas. Hoy la ex guerrilla es un partido político constitucional, la ONU y los países garantes han certificado el desarme, se están aplicando numerosos procedimientos para reinsertar a los combatientes desmovilizados y desmantelar los depósitos de armas que estos custodiaban. Muchos países del mundo se han movilizado para ayudar a Colombia a lograr una paz estable y duradera. Sin embargo, en el país hay pequeñas minorías que no aprecian la paz porque han construido su fortuna con la guerra. Estas son el narcotráfico, las organizaciones paramilitares, los traficantes de armas y Álvaro Uribe.
La paz en Colombia no tiene un propietario ni un administrador. No existe la paz de Santos, ni cuando lo dice Uribe ni cuando lo repite con torpeza algún partidario del gobierno. La paz es de todos, especialmente de quien la construye todos los días en el silencio y el anonimato. Ni siquiera es la paz del Papa Francisco. En todo caso, es la paz del pueblo colombiano, que ha llegado para traer justicia y consuelo a miles de víctimas.
Francisco trae a Colombia en su corazón un pensamiento del cardenal Carlo María Martini: “En su significación más profunda, la paz significa armonía: armonía del hombre con Dios, del hombre con su prójimo y del hombre con la tierra. Esta es la concepción bíblica armónica de los primeros capítulos del libro del Génesis. Y, además, está la paz-comunión: comunión profunda de amor de Dios con el hombre y de los hombres entre sí, que es la paz que trae Jesús. La paz, entonces, está compuesta por muchos elementos; su culmen es la paz-comunión, pero no deja de lado las otras realidades y las otras situaciones terrenales. Precisamente por eso es necesario repensarla continuamente y volver a proponerla en términos actuales, para que no sea una simple abstracción, una simple ideología”.