En la revista Cibercuba-Afp, José Nacher cuenta la singular historia de monseñor José Félix Pérez, de 70 años, que durante dos décadas ha sido Secretario general de la Conferencia Episcopal Católica de Cuba y, como tal, fue uno de los grandes recursos secretos con los que contó la Iglesia cubana para la organización y el éxito de la visita de tres Papa. Y esas visitas ilustres y relevantes resultaron también un gran beneficio para la experiencia, compromiso, lucidez y trabajo de este sacerdote extraordinario aunque retraído y de pocas palabras.
Cuando tenía 27 años, el entonces joven padre José Félix Pérez, ordenado poco tiempo antes, pidió permiso tanto a sus superiores como a las autoridades políticas para trabajar como obrero y ejercer al mismo tiempo su ministerio sacerdotal. “Quería llevar mi pequeño testimonio de la presencia de Cristo al mundo del trabajo”, explica hoy el sacerdote, y agrega: “Y también quería demostrar que un sacerdote puede mantenerse con su trabajo”.
En aquel tiempo José Félix ya había sido nombrado párroco de Jovellanos, a 160 kilómetros al este de la capital, en la provincia de Matanzas. La solicitud del sacerdote, como él mismo recuerda, provocó “extrañeza, sorpresa y desconcierto” dentro y fuera de la Iglesia. Eran los años en que Cuba se había definido constitucionalmente como un estado ateo y las tensiones entre la Iglesia y el Estado eran serias y continuas. Sin embargo, dice el cardenal Jaime Ortega, el tratamiento a la Iglesia “nunca llegó a ser tan excesivo como en otros países”, aunque de todos modos “fue muy duro y difícil”.
El propósito del padre Pérez no se podía encuadrar dentro de ninguna categoría de aquel momento sociopolítico y religioso, y chocaba con las costumbres y las reglas tanto del Estado como de la Iglesia. La respuesta de las autoridades civiles llegó 10 meses después y era positiva, incluso se indicaba al sacerdote el lugar y el puesto donde podía trabajar normalmente como operario “pailero” (herrero), en la Fundición “2 de septiembre” de Jovellanos. Algunos pensaban que el cura no se presentaría al trabajo solicitado y que toda la situación era poco seria, quizás solo una “maniobra” para aumentar las tensiones.
Pero el sacerdote se presentó el primer día como le habían indicado y lo mismo hizo todos los días durante siete años. Juan Rodríguez, militante comunista, trabajador ejemplar y uno de los directivos de la Fundición, que actualmente tiene 75 años, recuerda que “el padre José Félix Pérez era un excelente operario. Trabajaba duro. No criticaba y respetaba a todos. Se llevaba bien con todos y colaboraba con todos sin problemas. Lo mismo hicimos nosotros con él”.
Para el sacerdote, confesó años después, el trabajo en la fundición resultaba agotador y a veces un desafío que superaba su capacidad física, porque era de constitución débil y delgada. Además, después de cumplir sus ocho horas de trabajo, José Félix ejercía su ministerio sacerdotal en la parroquia de Jovellanos, de la misma manera que hoy, con más de setenta años, sigue haciéndolo en la parroquia de Santa Rita de La Habana.
La figura de este cura obrero no siempre fue bien vista ni considerada con entusiasmo en algunos sectores eclesiásticos, aunque el “padre Pepe” – como lo llaman todos – tenía autorización de su obispo, Mons. José Domínguez, diocesano de Matanzas, quien había firmado todos los documentos del Ministerio de Trabajo debió presentar el sacerdote.
El padre José Félix Pérez, inspirado y fuertemente atraído por el carisma de Charles de Foucauld, trabajó en la enorme Fundición 2 de Septiembre entre 1974 y 1981.