“Muchos relacionan con Monseñor Romero la noticia de mi nombramiento”, dijo José Gregorio Rosa Chávez el mismo día que trascendió que el papa Francisco lo había nombrado cardenal de la Iglesia católica, el 21 de mayo, primera vez que un obispo no titular de una diócesis se convierte en purpurado. Aunque se llevaban 25 años de diferencia, Monseñor Romero y Rosa Chávez mantuvieron una relación cercana y cordial, al punto que el beato se refirió al ahora cardenal como un “amigo que lo ha sido desde tanto tiempo y muy de fondo”. Bajo el papado de Francisco ha sido beatificado Romero y su canonización parece cuestión de tiempo. La simpatía del Papa por la figura del mártir salvadoreño muy pocos la discuten, de ahí que se haya especulado con que la sorpresiva elección de su “amigo” Rosa Chávez como cardenal sea un guiño –uno más– a Monseñor Romero. Rosa Chávez ha dicho de Romero que es “el modelo que tengo, el intercesor que va a guiar mis pasos”; ha dicho que su designación “es en honor a los mártires y una señal de que Monseñor Romero está en el corazón del Papa”; y ha dicho que Francisco “tiene el sueño de una iglesia pobre para los pobres, y ese era el sueño de Romero”. Pero, ¿qué tan sólida fue la relación entre monseñor Romero y el padre “Goyo Rosa” durante el arzobispado (1977-1980)? El diario donde el beato recogió sus pensamientos y reflexiones cita 17 veces a Rosa Chávez, una de las personas más mencionadas, y siempre lo hace en términos amables.
24 de abril de 1978. “Como todos los lunes, he dedicado a recibir sacerdotes, que siempre llegan y me da gusto platicar con ellos con mucha confianza. Por la noche, de acuerdo con los formadores del Seminario: padre Gregorio Rosa, rector; y padre Abel Morán, prefecto de estudios, cenamos en el hospital de la Divina Providencia y conversamos largamente sobre problemas del Seminario; especialmente, los que ha suscitado monseñor Aparicio [Pedro Arnoldo Aparicio y Quintanilla, obispo titular de la diócesis de San Vicente entre 1948 y 1983] con sus comunicaciones tendenciosas a la Nunciatura y a la Sagrada Congregación para la Educación Católica. Los padres se quejan de que nunca se les ha llamado a ellos para dialogar sobre estos problemas y se ha pasado por encima del equipo formador para dar informaciones que no responden a la realidad. Este es, cabalmente, el mismo problema que yo lamento, y he recibido una carta de la Sagrada Congregación reclamándome, en este sentido, de las denuncias de monseñor Aparicio. Tanto a la carta de monseñor Aparicio, reclamándome que yo soy el culpable de una falta de disciplina en el Seminario, incluso de sembrar ideas izquierdistas entre los alumnos, como a la carta de la Sagrada Congregación vamos a estudiar una respuesta con los datos que ya tengo, y junto con los padres del Seminario haremos una justicia a estas falsas acusaciones”.
3 de junio de 1978. “Por la noche, con el padre Gregorio Rosa, rector del Seminario, estudiamos la respuesta que había que dar a las cartas de monseñor Aparicio y de la Sagrada Congregación para la Educación, para responder a las graves acusaciones que, originadas por informes de monseñor Aparicio, han provocado desconfianzas para con el arzobispado y para con el equipo de formadores del Seminario. El padre Gregorio estuvo muy atinado en señalar las respuestas enérgicas, científicas, a cambio de unas acusaciones tan superficiales y tan inspiradas en la mala voluntad de monseñor Aparicio”.
18 de mayo de 1979. “Tuve una reunión con los seminaristas del Seminario Mayor Arquidiocesano, a la que asistió también el rector del Seminario, padre Gregorio Rosa, y resultó sumamente cordial, franca. Tuve ocasión de aprovechar el diálogo y sus preguntas para expresar mis temores de una politización y llamarlos también a un trabajo de colaboración en la unidad de la Iglesia. Y a formarse desde su identidad sacerdotal, a la que los llama su vocación. Fue una junta que me dejó completamente satisfecho al ver las inquietudes de los muchachos y también la oportunidad de dar el pastor sus orientaciones, tal como quisiera, a sus sacerdotes. Prolongué mi diálogo con el padre rector, llevándolo a cenar y a pasear un rato en el que tuvo él también una expansión cordial muy grande, no solo en su oficio de rector, informes del Seminario, sino como amigo que lo ha sido desde tanto tiempo y muy de fondo”.
21 de mayo de 1979. “Esta noche estuvo conmigo el padre Gregorio Rosa y platicamos bastante profundamente sobre la denuncia de los señores obispos y de la realidad de nuestra arquidiócesis; es un momento de la verdad, piensa el padre Goyo, y hay que aprovechar este momento para reafirmar la posición de la Iglesia y quitar todos aquellos obstáculos que impiden una pastoral más auténtica. Las denuncias que se hacen en dicho documento encuentran algo de verdad, que es necesario corregir, pero también hay mucho de exageración y casi calumnioso a lo cual vamos a responder, sino con los hechos de continuar trabando la pastoral de nuestra arquidiócesis”.
30 de mayo de 1979. “Por la tarde, reunión con encargados de comunicación social y el padre Pedraz, encargado de la radio, para estudiar la situación de nuestra radio. En lo técnico, se espera que pronto sea superada la dificultad que la tiene hoy impedida de salir al aire. Más bien, estudiamos los aspectos ideológicos y se constituyó, para responsabilizar el contenido de nuestras emisiones, una comisión compuesta por el padre Pedraz, el padre Fabián Amaya, la señorita Doris Osegueda, el padre José Luis Burget y el padre Gregorio Rosa. Todos ellos estaban presentes. Aproveché para consultarles sobre el pronunciamiento sugerido por la Nunciatura y que de mi parte quiero también hacer como un pronunciamiento pastoral. Me dieron varias ideas y el padre Gregorio me acompañará para terminar la redacción de este documento. Por lo cual, después de la cena, llegó al hospital de la Divina Providencia donde trabajamos hasta muy entrada la noche. Por esta razón, tuve que renunciar a la invitación que me habían hecho los cursillistas de cristiandad para una cena, que hubiera aprovechado también para muchos asuntos de la pastoral laical, pero les pedí disculpas y les prometí reunirnos muy próximamente”.
31 de mayo de 1979. “El padre Gregorio Rosa y yo amanecimos terminando nuestro trabajo; después del descanso nocturno se siente más fresca la mente, y pudimos terminarlo hacia las 10 de la mañana. Invité al secretario de la Nunciatura y a los encargados de la Embajada de Francia para darles a conocer la redacción. El secretario de la Nunciatura me hizo varias observaciones y casi me presagió que tal vez no gustaría tanto a los franceses por no dedicarlo casi exclusivamente a ellos [desde inicios de mayo la embajada estaba tomada por miembros del Bloque Popular Revolucionario (BPR)]. Yo le advertí que era un llamamiento pastoral y que no podía parcializarse solo con los franceses, sino aprovechar esta circunstancia que había sido asesinado, también, el embajador de Suiza, para tocar todos los asuntos de los diplomáticos extranjeros y de los ciudadanos extranjeros, por los cuales la Iglesia también tenía un deber pastoral”.
15 de junio de 1979. “La otra conversación muy importante fue con el rector del Seminario, padre Gregorio Rosa, con quien cenamos y salimos en carro hasta La Libertad, platicando de diversos aspectos, tanto de la arquidiócesis como de los seminaristas y de las relaciones con los otros obispos. Y me parece un elemento muy eficaz para el bien de nuestra Iglesia y la unidad de nuestra jerarquía. Yo le agradecí todas sus sugerencias, al mismo tiempo que le expuse mis pensamientos para mejorar su trabajo como rector, sobre todo frente a nuestro grupo de la arquidiócesis y sus relaciones con el Seminario Menor”.
7 de septiembre de 1979. “Por la noche, una reunión con los seminaristas mayores del arzobispado. Refirieron las reuniones que han tenido con el rector, padre Goyo, acerca de la actividad del ayuno y oración en la iglesia del Rosario. Cinco reuniones en las cuales han podido evaluar y sacar conclusiones muy positivas, pero al mismo tiempo, descubrir problemáticas que precisamente fueron las que tratamos de discutir en esta reunión”.
16 de octubre de 1979. “También día de mucha trascendencia [el día después del golpe de Estado contra el general Carlos Humberto Romero]. Amanecí preparando el comunicado arzobispal; me ayudaron el padre Moreno y el padre Gregorio Rosa, y una visita a las nueve en nombre de la nueva Junta Presidencial. Me pedía que apresurara una palabra de llamamiento a la cordura, ya que se comenzaban a ver brotes de reacción en el campo de izquierda. En Mejicanos y en Soyapango había brotes de violencia, de amenaza, de provocación y que ellos, los nuevos gobernantes, no querían dejarse provocar. Adelanté un diálogo por radio con el padre Jesús Delgado en que expresé ya los conceptos del comunicado que anuncié para el mediodía. Al mediodía, teníamos listo el comunicado”.
23 de octubre de 1979. “Pepe Simán, el padre Goyo Rosa, el padre Fabián, monseñor Urioste y el gerente de la radio analizaron la actitud de la radio y de los medios de comunicación, que tiene que ser muy delicada en este momento tan difícil de nuestro país [ocho días después del golpe, que Monseñor Romero apoyó de forma explícita]. También Pepe Simán y monseñor Urioste me arreglaron y coordinaron mi próximo viaje a los Estados Unidos”.
30 de octubre de 1979. “Celebramos consejo ejecutivo para tratar principalmente de la secretaría de Comunicación Social que Fernando Iglesias proyecta para pedir un subsidio a Holanda y montar una buena Secretaría de Información. También tratamos de coordinar la ayuda para la Radio YSAX, ya que se han retirado todos los anunciantes y es una buena oportunidad para sostener una radio independiente, meramente cultural. Se encargó al gerente, Teto Samour y al padre Gregorio Rosa ultimar detalles para esta campaña de sostenimiento de la radio”.
10 de noviembre de 1979. “A mediodía, el padre Gregorio Rosa y la señorita Doris Osegueda me ofrecieron muy bien criterio para la homilía acerca de los hechos de la semana. Es una orientación muy centrada y que, analizándola junto con la que me suelen traer por la noche el padre Rafael y el bachiller Cuéllar, me dan una pauta para ser más justo e imparcial”.
13 de noviembre de 1979. “El padre Goyo Rosa, con un militar de grado de mayor, vino a hacerme una visita confidencial en la que el militar me hizo revelaciones sensacionales acerca del desorden que reinaba en el Ejército, del cual él también era una víctima; pero también del buen espíritu que existe en la juventud para purificar el Ejército de El Salvador. Le agradecí sus confidencias, que se referían especialmente a los atropellos de Soyapango y de las fábricas el día siguiente del golpe de Estado. Todo esto fue una falsa interpretación de una orden, en la cual él quedaba mal parado y tuvo que salir a otro cuartel. Con la debida reserva me dejó todas sus confidencias, que yo le agradecí como una iluminación que me será muy útil”.
2 de diciembre de 1979. “Por último, me esperaban, ya casi eran las once de la noche, un sacerdote: el secretariado episcopal de Los Teques, de Venezuela, donde se encuentra el padre Roberto Trejos, salvadoreño. Viene el padre a pedirme, en nombre del señor obispo de aquella diócesis, que se le permita al padre Trejos continuar, ya que allá está haciendo una gran labor pastoral. Le dije que de mi parte tenía mucha necesidad de sacerdotes y que ahora podían entrar, que se había hecho un llamamiento a todos, pero que dejaba al criterio del padre y del señor obispo la utilidad de prolongar su estadía por un tiempo prudencial, y que consideraba un honor el carácter misionero, o el simple hecho de comunión de nuestra Iglesia con la diócesis de Los Teques. El sacerdote se fue muy complacido y, después de algunas pláticas de carácter general, con obispos y compañeros antiguos de Venezuela, se despidió; iba con el padre Gregorio Rosa, rector del Seminario San José de la Montaña”.
10 de enero de 1980. “Finalmente, el padre Gregorio Rosa me hizo algunas observaciones al trabajo que pienso presentar en Bélgica [por el doctorado honoris causa que Monseñor Romero recibió el 2 de febrero de 1980 en la Universidad de Lovaina] y del cual debo perfeccionar varios detalles”.
23 de enero de 1980. “Este día también y en el Consejo del Senado Presbiteral acordamos que mi viaje no era tan oportuno en un momento en que el pueblo está sufriendo [el viaje a Bélgica, que finalmente sí realiza]. Sin embargo, los días que faltan decidirán y, de todas maneras, encomendé al padre Gregorio Rosa para que me organizara un viaje que ocupara el menor tiempo posible y que, si era posible, aceptaran allá un representante. El padre Goyo habló con el padre Juan Deplanck, a Bélgica, pero le dijo que era preferible cortar las actividades que él había programado para diez días en Bélgica, pero que no dejara de ir, aunque fuera solo a recibir el doctorado honoris causa que me ha ofrecido la Universidad de Lovaina. De todos modos, se me ha organizado un viaje sumamente corto, pero que decidiré en los próximos días si lo hago o no”.
3 de febrero de 1980. “Después de la misa celebrada con el padre Juan y el padre Chus en la capilla del Colegio de América Latina, y después de atender algunas visitas, una señora de Alemania que ha venido precisamente para platicarme sobre las cosas en las que puede servir una agrupación de solidaridad alemana hacia El Salvador, y una pareja de ancianos, un sacerdote, una anciana, que me pidieron llevar al padre Rosa y a los otros que estudiaron en Bélgica [Gregorio Rosa Chávez estudió una licenciatura en Comunicación Social en la Universidad de Lovaina] un donativo para que así ayudaran a los intereses que ellos quisieran”.