“Una clara y pública manifestación de comunión entre todos los obispos del mundo y el obispo de Roma, y un medio eficaz para reafirmar esa comunión”. Las palabras que utiliza el episcopado cubano para preparar la visita ad limina con el Papa Francisco se pueden prestar a muchas interpretaciones. Al pedir a los fieles que recen por ese momento, los prelados demuestran que han comprendido perfectamente cuál es el rol y la responsabilidad que se les ha confiado, sobre todo después de los históricos acuerdos con Washington, siguiendo por el encuentro que se produjo en Cuba entre Francisco y el patriarca ortodoxo Kirill y por último con los acuerdos de paz colombianos, que también se firmaron en Cuba con el redescubierto protagonismo de las autoridades castristas y el silencioso pero decisivo aporte de la Iglesia católica colombiana y cubana.
Con una carta abierta el episcopado de Cuba, que se reunió en Roma para realizar un retiro espiritual, quiso “llevar al Santo Padre Francisco el cariño y la fe de nuestro pueblo”, que recuerda con agradecimiento las visitas apostólicas de san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Jorge Mario Bergoglio. “Todas las diócesis de Cuba: sus familias, niños, jóvenes, enfermos, presos y ancianos, peregrinarán a Roma en nuestras personas” y las palabras que el Papa Francisco dirija a los obispos “van a repercutir favorablemente en la vida de cada diócesis cubana”.
El momento no solo es oportuno para hacer un balance de las “aperturas” que prometieron al Papa las autoridades de La Habana, sino también para comprender de qué manera la comunidad de los fieles puede participar en este momento histórico pese a los tira y afloja del presidente Trump, que en varias oportunidades ha desautorizado los acuerdos firmados por su predecesor amenazando con “desmontarlos” uno por uno. Todo esto ocurre en momentos en que se acentúa la crisis venezolana, que por una parte necesita, para aplacarse, la presión de Cuba sobre Maduro, y por la otra crea expectativas por una eventual mediación vaticana.
Si en una época la intervención de la Santa Sede en una negociación era considerada como una alternativa posible en las diferentes zonas calientes del planeta, en este momento el Papa Francisco, con la cooperación del Secretario de Estado Pietro Parolin, ha constituido una task force que diariamente elabora iniciativas para la reapertura de canales de diálogo en diversas regiones del mundo. Es una estructura para la cual resulta imprescindible la máxima reserva. En la Secretaría de Estado tiene plena vigencia un antiguo dicho: “Persuadir con discreción, actuar con prudencia”. El Vaticano, en otras palabras, trabaja en silencio.
“El primer paso, por lo general, es el más difícil”, explica un diplomático de vieja escuela. Y el primer paso “es abrir canales entre las partes, que en muchos casos no se hablan desde hace años. Generalmente nuestras conversaciones se llevan a cabo yendo y viniendo entre una parte y otra, y recién después de mucho tiempo, pero no siempre, logramos que los contendientes, a través de sus delegados, se sienten a una mesa para empezar a discutir”.
Los prelados de la isla caribeña también lo tendrán muy presente cuando se encuentren con Francisco. Y considerado desde ese punto de vista, se comprende por qué las palabras de los obispos a los fieles cubanos no son meramente circunstanciales. Confirmando así que el destino de la Iglesia en Cuba no está aislado de lo que ocurre en el mundo y que la vocación de la Isla es realmente universal, porque de una manera u otra el mundo sigue mirando a La Habana. Y si la Historia todavía pasa por el Caribe, el mérito también les corresponde a quienes, pese a todo, mantuvieron viva la fe.