Hace cuatro meses el Papa Francisco, en su Mensaje Urbi et Orbi para la Navidad 2016, al hacer referencia a la situación latinoamericana de ese momento citó dos países. El Papa dijo: “Pedimos concordia para el querido pueblo colombiano, que desea cumplir un nuevo y valiente camino de diálogo y de reconciliación. Dicha valentía anime también la amada Venezuela para dar los pasos necesarios con vistas a poner fin a las tensiones actuales y a edificar conjuntamente un futuro de esperanza para la población entera”. En el caso colombiano el Papa alentó el proceso de paz y en el caso de Venezuela llamó al diálogo y la colaboración.
En el Mensaje Urbi et Orbi para la Pascua 2016, el 26 de marzo, Francisco solo había citado a Venezuela: “Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”.
Ayer, el Papa eligió una óptica diferente. No citó ningún país en particular de América Latina. Muchos esperaban que se refiriera explícitamente por lo menos a Venezuela, pero no fue así. En cambio las palabras de Francisco resultan muy interesantes porque el objetivo central de las mismas es poner explícitamente de relieve para toda América Latina la necesidad de respetar el estado de derecho.
Esto fue lo que dijo ayer el Santo Padre sobre la situación actual de América Latina: “Que Jesús Resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente en América Latina, se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia. Que se construyan puentes de diálogo, perseverando en la lucha contra la plaga de la corrupción y en la búsqueda de válidas soluciones pacíficas ante las controversias, para el progreso y la consolidación de las instituciones democráticas, en el pleno respeto del estado de derecho”.
El Papa expresa serias preocupaciones por la paz y el bien común en la región y pide puentes de diálogo y lucha sin cuartel contra la corrupción. Sus exhortaciones proponen objetivos concretos: soluciones pacíficas y consensuadas, consolidación de las instituciones democráticas y, por último, respeto del estado de derecho.
En el enfoque del Papa no hay ningún cambio con respecto al pasado. Es cierto que hubiera podido citar, como siempre ocurre en estas ocasiones, algunas naciones en particular que se encuentran sumidas en graves crisis, aunque de diferente tipo: Venezuela, Brasil, Paraguay y también Colombia… pero es evidente que ha elegido otro camino, subrayando el común denominador que en definitiva registra la situación de todos estos pueblos y países. En la óptica de Francisco se pone de manifiesto una gran verdad que no siempre se admite con transparencia y coraje: las múltiples llagas de la política y la convivencia social, desde las desigualdades cada vez más escandalosas hasta la corrupción de las clases gobernantes, las continuas tensiones ideológico-institucionales, la pobreza y las injusticias, la falta de esperanza y de perspectivas sobre todo para los jóvenes y todos los tipos de violencia evidentes y ocultos que ponen en peligro la supervivencia del estado de derecho, reconquistado a un alto precio en vidas humanas, sufrimiento y dolor.