El primer cura villero que pisa las Malvinas, la primera madre de plaza de Mayo en el archipiélago que se disputa, el primer premio Nobel de la Paz y primer dirigente de una organización de derechos humanos que pone el pie en una tierra donde se libró una guerra feroz hace 35 años. José María di Paola – padre Pepe – Nora Cortiñas y Pérez Esquivel han levantado la bandera de muchos primados desde el 11 de marzo, cuando el avión de Lan Chile los dejó en el aeropuerto de Mount Pleasant en Puerto Argentino, Port Stanley según los mapas ingleses. Con propósitos amistosos y un programa de gestos de distensión con un sello de humanidad y de piedad: apoyar los operativos de la Cruz Roja internacional para dar finalmente un nombre y un rostro a los 123 cuerpos de soldados argentinos sepultados en el cementerio de Darwin, visitar y celebrar misa en el cementerio británico y reafirmar que el área del archipiélago y sus aguas son zonas de paz desmilitarizada. La esperanza de la delegación era recibir mensajes igualmente amistosos de los habitantes de la isla y sus autoridades. Pero no fue así.
Los miembros de la Comisión de la memoria se encontraron inmediatamente rodeados por un clima frío y hostil, tan frio como el que suele imperar en este territorio situado en el Atlántico sur a 480 kilómetros del suelo argentino. “Las expectativas iniciales se fueron reduciendo a medida que pasaban las horas” comenta el padre Pepe di Paola en el viaje de regreso. “Veníamos a dialogar y no quisieron que fuera así. No nos permitieron entrar en contacto con la población como nosotros queríamos. Un grupo de civiles evidentemente organizados por el gobierno de la isla nos recibió con carteles hostiles en los frentes de las casas y en los autos, como si todavía estuviéramos en guerra”. Di Paola reconoce que él mismo en 1982, con veinte años, se había ofrecido como voluntario para ir a recuperar lo que, como todos los argentinos, consideraba territorio nacional.
Mayor amargura transmiten las palabras de Nora Cortiñas, una de las fundadoras de las famosas Madres de Plaza de Mayo, cuando habla de una gran desilusión. “Hemos venido amistosamente, en paz, en busca de diálogo, y una parte de los habitantes había sido instigada para que no nos aceptaran, para que nos rechazaran y se tergiversara la historia de estas islas”. “Ni un solo gesto de amistad” lamenta la representante de la línea fundadora. “Nos vamos sabiendo que la gente no nos entendió, que no fueron bien informados, ni siquiera hemos visto por la calle niños que iban a la escuela. La sensación que me dejó es de un pueblo prisionero. Aquí el gobierno ha sido puesto desde Inglaterra para controlar, no para gobernar”.
Adolfo Pérez Esquivel no cambia de música. “Hicimos lo posible por acercarnos, pero hubo hechos agresivos contra nosotros, escritos y verbales. Subrayaban abierta y agresivamente las diferencias. Hemos comprobado que los británicos se han esmerado en borrar la memoria de los argentinos, y antes de que nos fuéramos se ocuparon de quitar cualquier señal de nuestro paso, incluyendo el pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo que dejó Nora. Nos hicieron sentir el peso de la discriminación”. El Premio Nobel de la Paz no oculta su preocupación por el futuro. “Los gobernantes ponen en evidencia que quieren extender su dominio colonial hasta la Antártida. Gran Bretaña sigue mostrando su rostro de potencia colonial”. “La misma base militar es desproporcionada” comenta Pérez Esquivel. “Estados Unidos ha reactivado la IV Flota para el control militar y Gran Bretaña ha incrementado su presupuesto para reforzar la base militar en lo que debería respetarse como zona de paz. Es un indicador de un posible conflicto en el futuro; el objetivo es apoderarse de la Antártida, donde hay bases argentinas”.
¿El futuro? “Lo veo muy difícil, duro; la vía diplomática es muy delicada y habrá que poner gente honesta que se haga acompañar por el pueblo” responde Nora Cortiñas. “Solo queda continuar el trabajo para abrir espacios de diálogo que en este momento están completamente cerrados” reconoce Pérez Esquivel. “Nos dijeron que ese diálogo solo es posible si nosotros renunciamos a la soberanía. Lo que es imposible. Habrá que seguir trabajando y pensar, buscar alternativas. El viaje que hicimos no es la última palabra. Es un comienzo. El último día recibimos una invitación del gobierno de la isla, pero lo que deben hacer es dialogar con el gobierno argentino”.
José María di Paola se dirige más bien a clase política argentina “de hoy y de mañana, no importa el partido” para que tome en serio el tema de Malvinas. “Vemos un proceso de desmalvinización que se prolonga desde la época de los militares. Estuvimos en el museo y allí dicen que su próximo paso será la Antártida. Por lo tanto callar no ha traído ningún beneficio en estos 35 años de posguerra. Ni el silencio de los muchachos que volvieron, ni el de los gobernantes que piensan que en reuniones restringidas se puede encontrar la solución. Es un tema de toda la sociedad argentina, representantes de los partidos políticos, candidatos, sindicatos, organizaciones que luchan por el ambiente, realidades ecuménicas. Después tenemos que buscar en Inglaterra personas de distintas iglesias que estén dispuestas a dialogar. El ecumenismo ayuda a ponerse en el lugar del otro y buscar una solución”. Por último, Pepe di Paola lanza una propuesta a la Iglesia argentina: “Declarar Puerto Darwin lugar sagrado, un santuario de peregrinaciones.