Se cumple un año de la visita del Papa a México (12-17 de febrero) y el semanario católico de Ciudad de México Desde la Fe lo recuerda con un editorial que lleva la firma de Alejandra María Sosa Elízaga. La periodista dice haber preguntado a un buen número de compatriotas qué era lo que más recordaban de aquel viaje y luego selecciona y propone algunas respuestas “ahora que ha pasado justo un año de la visita de Francisco, que terminó el bombardeo informativo y se calló el ruidero de las multitudes que aplaudían y coreaban porras, los gritos de los emocionados reporteros, los ‘sesudos’ comentarios de los analistas, y ya casi nadie menciona el hecho”. “Ahora que se aquietaron las aguas y se puede ver el fondo” explica “resulta interesante saber qué quedó sedimentado”.
¿Y qué es lo que se depositó en el fondo y resiste las corientes marinas?
Una señora me dijo: “Tengo la bendición de tener todavía a mis papás, que están viejitos y viven conmigo. Los quiero mucho, pero a veces hacen estropicios, por lo mismo que ya están grandes, o platican lo mismo muchas veces. Entonces me acuerdo de la ‘escuchaterapia’ y la ‘cariñoterapia’ que recomendó el Papa y en lugar de impacientarme o regañarlos, les doy un apapacho y los sigo escuchando y atendiendo.”
“A mí lo que se me quedó bien grabado, hasta me lo aprendí, -dijo un joven estudiante- fue eso de que ‘en el arte de ascender, el triunfo no está en no caer, sino en no permanecer caído’, y me ha servido ‘un buen’ para ‘echarle ganas’, y no desanimarme ni mandar todo a volar cuando las cosas me salen mal.”
Un doctor compartió conmovido lo que recordó: “Cuando aquella jovencita enferma de cáncer le cantó el Avemaría y él se detuvo a escucharla poniéndole toda su atención. Me impactaron dos cosas. Que a pesar de su apretada agenda, no siguió caminando sino se paró ahí, como si pudiera dedicarle todo el tiempo del mundo. Los médicos no dedicamos suficiente tiempo a nuestros pacientes, los atendemos con prisa, los interrumpimos, no dejamos que nos platiquen cómo se sienten. Y lo otro que me quedó es que seguramente esa niña hubiera querido darle regalos al Papa, pero no tenía nada más que su canto, y fue lo que le dio. Y él supo captarlo y valorarlo. Y en ese momento entendí que no debo tener expectativas de lo que los demás me deben dar, o cómo deben ser mi esposa, mis hijas, sino más bien valorar y recibir lo que buenamente me pueden dar. Y he procurado cumplirlo y me ha hecho mucho bien.”
La periodista de Desde la Fe reproduce también las palabras de una anciana. «Una viejita declaró: “Me emocionó ver su amor por los indígenas, por los presos, por los necesitados. Y me conquistó cuando supe que lo único que pidió fue tener un ratito para orar a solas ante nuestra Madrecita del Tepeyac, y ¡qué impresión el silencio que se hizo, tanto dentro como afuera, en ese momento! Pensé: ahora sí que el Papa es mexicano, porque si es guadalupano, ¡es nuestro hermano!».
Muy distinto es el tono, ya desde el título – “Ignoran obispos llamado del Papa, dicen expertos” – del artículo que publicó el principal diario mexicano El Universal firmado por Astrid Rivera. Los epertos en cuestión se preguntan en qué medida ha movilizado al cuerpo episcopal mexicano el discurso pronunciado por el Papa el 13 de febrero en la Catedral de Ciudad de México referido a los males en la Iglesia, donde los exhortó a abandonar cualquier forma de clericalismo, a no perder el tiempo “en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías”. Y a “no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas”. En esa oportunidad les pidió también que se empeñaran más contra la plaga del narcotráfico y perseveraran en el compromiso por los migrantes.
Palabras que “les entraron por un oído y les salieron por el otro”, afirma Bernardo Barranco, analista de temas religiosos para el diario La Jornada y autor de “Los obispos mexicanos ante los retos de Francisco”. Barranco observa que “más que ser un “jalón de orejas” representa el planteamiento para un programa de trabajo basado en la unidad y pastoralidad que hasta el momento “no han sabido o no han querido acatar” y siguen instalados en su zona de confort con el gobierno, que a veces los apapacha y otras veces los confronta”. El analista considera que los obispos mexicanos “están desperdiciando la oportunidad de cambiar, a un año han querido sepultar este discurso y tienen la actitud típica de los políticos tradicionales”.
Elio Masferrer Kan, investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y Presidente del Secretariado Permanente de la Asociación Latinoamericana para Estudios de las Religiones, coincidió en que tras el “jalón de orejas” de Jorge Mario Bergoglio, los purpurados mexicanos en general “no escucharon, no hicieron nada, no se advierte ningún cambio significativo”. Considera que “la iglesia católica necesita un terremoto para cambiar y Francisco apenas hizo una sacudida.”
Para Jorge Traslosheros Hernández, respetado comentarista e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, “la visita del Papa provocó que los obispos que tienen una línea pastoral de mayor cercanía con la gente ganaran impulso, mientras que el cardenal Norberto Rivera Carrera quedó muy aislado, luego de que se interpretara que el mensaje del Papa en la Catedral Metropolitana se dirigía a él”.
La conclusión de El Universal es amarga: a un año del discurso en la Catedral Metropolitana “los obispos han cerrado los ojos y los oídos y no se han visto cambios reflejados en acciones concretas que vayan más allá de los pronunciamientos”.