Los obispos estadounidenses ya dijeron que con el muro los migrantes correrán mayores riesgos. Pero emprender el viaje hacia la frontera y pasar del otro lado no solo será más peligroso sino también más caro, cada vez más caro desde que el presidente Trump apretó las clavijas a los indocumentados que quieren entrar a su país. Tiempos duros para aquellos y buenos para los coyotes, como llaman a los traficantes de migrantes que se mueven entre las dos fronteras. En todas sus variantes. Están los coyotes viajeros, que se desplazan con los indocumentados hasta la frontera de Guatemala con México, o hasta Ciudad de México, para entregar la mercadería a los coyotes locales que la lleva hasta la frontera norte. Está el señor coyote, el que controla el tráfico sin moverse de su casa, gracias a internet. Aprendió el oficio en el terreno, fue coyote viajero y ahora aceita los engranajes de la red sentado ante su escritorio. La red está formada por otros coyotes, la policía en los puntos de paso y las mafias de ditinto tipo. Después puede haber imprevistos, accidentes propios del oficio con los consiguientes daños colaterales que implican arrestos, secuestros y muertes a lo largo del camino.
“Innominado” es un coyote completo, de los que encuentran al migrante y aceitan la cadena que debe llevarlo hasta el otro lado. Fue entrevistado por El Faro, diario on line de El Salvador, que se comprometió a proteger su anonimato “porque lo que hace es un delito penado por la ley con ocho años de cárcel”. Es una entrevista de la que se puede aprender mucho. “Innominado” viaja todas las semanas de un punto a otro de El Salvador – el más pequeño, por superficie, de los países de América Central – para buscar clientes, darles seguridades “o responder las dudas de la madre de la joven que debe viajar”. Y, naturalmente, para acordar la tarifa.
Esa tarifa – explica el periodista de El Faro Óscar Martínez, quien recibió las confidencias de “Innominado” – no es fija sino que varía según la presunta solvencia del cliente, la distancia y las dificultades del trayecto, y los ganglios que hay que aceitar. “En 2014 por ejemplo, cuando 64.000 niños entraron a Estados Unidos sin visa, la cuota era más o menos 7 mil dólares para llegar hasta la ciudad elegida. En 2017, con Trump en el poder y su promesa de construir un muro en los 2.100 kilómetros de frontera que faltan, el mismo servicio cuesta alrededor de ocho mil dólares”.
Por boca del coyote “Innominado” nos enteramos de que para mover al cliente de ganglio en ganglio, o trasladarlo a lo largo de la cadena, hacen falta tres cosas: primero, un policía o agente del Instituto Nacional de Migraciones de México que avisa cuándo está de turno en un puesto migratorio de control de vehículos. “En México los compras por pocos pesos” afirma “Innominado”. Segundo, es la parte más difícil, “un contacto con el cártel”. Normalmente esta conexión se obtiene a través de algún señor coyote mexicano que trabaja en la frontera con Estados Unidos, tiene relaciones con los Zeta o con el Cártel del Golfo y recibe los clientes del coyote de El Salvador. Tercero, el coyote mexicano, que habiendo obtenido el vía libre cruzará con sus migrantes la frontera con Estados Unidos y, si han pagado por esto, los llevará hasta la ciudad de destino. El monto pactado para esa última etapa del viaje la cobra en su totalidad el coyote mexicano. “El salvadoreño – explica “Innominado” – “no recibe nada por esa parte del trayecto y obviamente tampoco por el contacto con el coyote del norte ni el soborno del funcionario mexicano”.
En la cadena descripta, los anillos están bien conectados. “Sin un coyote salvadoreño no hay cliente centroamericano. Sin coyote mexicano no hay viaje seguro ni cruce a los Estados Unidos”.
El encarecimiento – explica “Innominado” - se debe a los anillos “del norte, que modifican la tarifa con la excusa de Trump”. “Primero eran 3 mil dólares desde Reynosa (frontera del lado de México) hasta Houston. Desde enero de este año (estos coyotes) están pidiendo 5 mil dólares: mil en la frontera del lado mexicano, mil en McAllen (frontera del lado estadounidense) y tres mil antes de la entrega en Houston”.
“Innominado” explica que los 8.000 dólares que cobra se reparten de la siguiente forma: 2.000 para llegar hasta Reynosa, incluyendo el soborno en los puestos de control de la policía de Guatemala y México, 300 por cada migrante van a los cárteles, 3.000 dólares a los coyotes del norte por sus servicios desde Reynosa hasta Houston; y por último mil dólares para el coyote salvadoreño. Esto dejaba una ganancia de poco menos de 2.000 dólares por migrante para el señor coyote. “Hacerlo por menos no tiene sentido”, se lamenta, y no comprende a los que trabajan por 7.500 dólares ni qué seguridad pueda garantizar así con los tiempos que corren.
Son todas cosas de las que están al corriente los nuncios apostólicos en Estados Unidos y México, Christophe Pierre y Franco Coppola, quienes han organizado un encuentro para los obispos de los dos países con el propósito de denunciar juntos “el muro de la exclusión”.
Se hablará de ello a fines de febrero en Brownsville (Texas).