El muro que el presidente Donald Trump anunció que va a construir en la frontera con México ya existe. Uno de los temas centrales de su campaña, que despertó enorme simpatía entre los sectores más conservadores del electorado, ya hace años que es una realidad.
México y Estados Unidos tienen 3,200 kilómetros de frontera. Por los 56 cruces fronterizos que hay actualmente entre los dos países todos los días pasan, de uno y otro lado, un millón de personas, 400 mil automóviles, 15 mil camiones y miles de vagones de ferrocarril. Es la frontera más transitada del mundo.
Michel Dear, profesor de la Universidad de Berkeley, explica que ya existe un muro de 1,126 kilómetros de materiales distintos (alambradas, tubos metálicos, malla metálica, planchas de acero…). En aquellas partes donde no se ha construido, el terreno es demasiado accidentado para hacerlo y en el 60 % restante, la barrera es fluvial.
En opinión de este especialista, que ha escrito “Por qué los muros no funcionan”, el muro que se puede construir ya está hecho. En el resto de la frontera no tiene ningún sentido levantarlo, por las condiciones mismas del terreno y por los costos excesivamente elevados.
En 1994 se reforzaron 22.5 kilómetros de frontera correspondiente al estado de California, que va de San Diego a Caléxico, duplicando y triplicando muro. En 2006, después de los atentados terroristas, el Senado de Estados Unidos aprobó un presupuesto para construir 1,100 kilómetros de muro en varios tramos.
Según una investigación de la red de corresponsales de “El Universal” (13.11.16) ya existen 824.5 kilómetros de muro construido. Los sectores donde no hay muro corresponden a la frontera entre Coahuila y Texas, entre Chihuahua y Texas, y entre Tamaulipas y Texas.
En el pasado, ambientalistas estadounidenses y rancheros texanos, que seguramente votaron por Trump, se opusieron y evitaron la construcción del muro, que debería estar ubicado en el Río Bravo, porque dañaría la ecología y afectaría también las propiedades de estos últimos. En esta oportunidad seguramente volverán a manifestar su opinión y hacer valer su fuerza.
Además, hay un acuerdo entre México y Estados Unidos por el cual se comprometen a no construir barreras en el valle del río para no afectar el medio ambiente. Un muro en esas zonas sería desastroso para los dos países, alteraría el hábitat de los animales y las plantas. Actualmente en estos tramos el “muro” está formado por sensores eléctricos y telecámaras.
El estudio del profesor Dear llega a la conclusión de que solo el 9.0 % de los estadounidenses que viven en las ciudades fronterizas quieren el muro y el 72.0 % lo rechaza. Esas poblaciones viven en gran medida del comercio con México y lo que realmente desean es más puentes y más puntos de cruce para dar impulso a la actividad económica.
Actualmente el intercambio de mercaderías entre los dos países es de poco más de mil millones de dólares por día. El académico de Berkeley se pregunta: “¿Quién quiere el muro? Un grupo de insatisfechos que espera de Estados Unidos una respuesta racista y de aislamiento para sus problemas”. En todo caso esa población no vive en la frontera.