La transformación que comenzó hace cuatro años con la decisión de negociar acuerdos con el gobierno del presidente Santos se encamina hacia el final y de la crisálida de la guerrilla colombiana más numerosa de América Latina muy pronto surgirá la esperada criatura que tomará definitivamente el lugar de las armas. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia fijaron la fatídica fecha en el mes de mayo de este año solar. El Estado mayor de la guerrilla – que para la ocasión decidió duplicar el número de sus miembros pasado de 32 a 61 – eligió el mes tradicionalmente dedicado por los católicos a la Virgen como fecha de nacimiento para la nueva fuerza política. Para esa fecha anunciaron que estará terminado el documento programático y los estatutos que lanzarán un número aún imprecisado de dirigentes a la arena electoral. Si Trump no interfiere, habría que precisar, considerando que el nuevo Secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, anunció que se propone “revisar los detalles del reciente acuerdo de paz y determinar hasta qué punto Estados Unidos debería seguir apoyándolo”.
Para el triple salto mortal carpado en la política nacional, el más difícil y espectacular en la disciplina del salto, las FARC han designado 60 dirigentes que – con un lenguaje insólito para un movimiento que estaba en armas no hace mucho tiempo – “harán pedagogía de paz por todo el territorio nacional”. Lo que significa que explicarán los alcances de los acuerdos y los beneficios que supone la decisión de llevarlos a la práctica para que no haya sorpresas en sus propias filas. Con este propósito los misioneros de la democracia política en formato FARC se establecerán en las zonas previstas para la concentración de los guerrilleros en proceso de desmovilización para convencer a todos sobre las bondades del nuevo partido. Luego saldrán todos a la palestra para disputar con las armas de la persuasión y con el voto lo que poco tiempo atrás se disputaba con las armas.