EL ÚLTIMO AJUSTICIADO. Fue asesinado el sacerdote mexicano que desapareció el 3 de enero. Ya son diecisiete en los últimos cuatro años

La zona donde se encontró el vehículo del sacerdote. En el recuadro, el padre Joaquín Hernández Sifuentes
La zona donde se encontró el vehículo del sacerdote. En el recuadro, el padre Joaquín Hernández Sifuentes

Tal como se temía desde el principio, cuando el obispo de Saltillo, mons. R. Vera, denunció la desaparición, las autoridades mexicanas confirmaron hace pocas horas que uno de los tres cadáveres que se encontraron en el estado de Coahuila es del sacerdote Joaquín Hernández Sifuentes, presuntamente secuestrado y agredido el 3 de enero pasado. El padre Hernández fue ordenado en 2004 y trabajaba en la parroquia Sagrado Corazón, de Aurora (Coahuila). Desapareció cuando se preparaba para tomar unos días de descanso después de las fiestas. Hasta el momento no se conocen otros detalles.

La prensa local informa que finalmente confesaron dos personas arrestadas como sospechosas y esto le permitió a la policía recuperar el cuerpo del sacerdote, que se encontraba junto con los de otras dos personas, asesinadas probablemente en esos mismos días. El automóvil del religioso (un Volkswagen Derby color blanco), que había sido retirado por dos hombres según numerosos testimonios, proporcionó el punto de partida de la investigación y fue localizado en la Colonia Residencial Cuauhtémoc, en el vecino estado de Nuevo León. Mons. Raúl Vera expresó su dolor y consternación por este nuevo y espantoso crimen, invitando a todos a orar por el alma del padre Joaquín, quien había conquistado el cariño y el respeto de sus feligreses y hermanos en el sacerdocio. La Conferencia Episcopal mexicana también manifestó sus sentidas condolencias.

En los últimos 4 años murieron asesinados en México 16 sacerdotes y con esta noticia el número asciende a 17. El 2017 también comienza con un crimen horrendo, lo que podría confirmar que México sigue siendo el país más peligroso para los operadores pastorales, sobre todo los sacerdotes, que generalmente se encuentran en primera fila en la lucha contra todas las formas de violencia y criminalidad que parecen haber tomado como rehén al país, mientras las autoridades demuestran ser impotentes para combatir estos fenómenos que destruyen el tejido social.

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