Un estudio de la Universidad Católica de El Salvador, la misma donde fueron asesinados seis jesuitas en noviembre de 1989 entre los que estaba el rector de aquel momento, Ignacio Ellacuría, calcula que más de 200.000 salvadoreños se desplazaron de distintos lugares donde vivían para escapar de la violencia. Esto ha ocurrido en 2016 según la investigación, de carácter nacional, realizada por el Instituto de Opinión Pública de esa Universidad. La fuente se caracteriza por su seriedad y por lo tanto resulta creíble una cifra de prófugos internos que adquiere proporciones bíblicas si se considera que el país centroamericano, que tiene la mayor densidad de población de toda la región, no supera los 6 millones de habitantes en una superficie de apenas 21.000 kilómetros cuadrados, equivalente a una sola región italiana o española. Esto significa que el 4,9 por ciento de la población adulta ha dejado su lugar de residencia acosada por un peligro que en El Salvador tiene el nombre de maras. Y no una sola vez. En efecto, el informe especifica que aproximadamente 65.000 personas, lo que equivale al 30,7 de los desplazados, debió escapar entre dos y cuatro veces, mientras 6.796 (el 3%) lo hizo como mínimo en cinco oportunidades y 140.387 (66.1%) por lo menos una vez.
El dato de 2016 presenta un incremento de 0.9% en relación con las cifras de 2015 que publicó la misma Universidad Católica.