El suicidio es una de las causas más comunes de muerte en el mundo. Más de 800.000 personas se suicidan por año, una cada 40 segundos, según revelan estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Brasil, los últimos datos disponibles del Ministerio de Salud muestran que en 2014 hubo más de 10.600 casos, lo que significa que todos los días se suicida un promedio de 32 brasileños. Y por cada muerte, hay entre 10 y 20 intentos de suicidio.
La tasa de suicidios de adolescentes entre 10 y 14 años, a su vez, aumentó un 40% en los últimos 10 años, y un 33% en los que tienen entre 15 y 19 años, según el “Mapa de la violencia 2014”. El suicidio es la tercera causa de muerte en los adolescentes de Estados Unidos y la segunda en Europa. Los datos correspondientes a Brasil indican un aumento de 1.900% en los jóvenes varones y de 300% en las jóvenes mujeres.
Según los estudios realizados por la Fundación Oswaldo Cruz, el 98% de los suicidios muestra perturbaciones mentales como depresión, bipolarismo, esquizofrenia y también toxicodependencia. Como estas perturbaciones alteran radicalmente la percepción de la realidad e interfieren con el libre albedrío, el tratamiento de la enfermedad es la mejor forma de prevención. Los mismos estudios señalan que el diagnóstico y el tratamiento correcto evitarían 9 de cada 10 suicidios.
En una entrevista a la Agencia Brasil, la coordinadora de la Comisión para la lucha contra el suicidio de la Asociación brasileña de psiquiatría, Alexandrina Meleiro, explica que los factores que llevan a los jóvenes a quitarse la vida son múltiples. “Familias destruidas, aumento del abuso de droga, incremento del alcoholismo, pérdida del sentido del verbo Ser valorizando solo el verbo Tener, el Todo y Rápido, y el consumismo, son factores que hacen que los jóvenes no sean capaces de desarrollar tolerancia a la frustración y terminen optando por quitarse la vida”.
Señales. Los médicos advierten que se trata de un problema de salud al que no se presta suficiente atención debido a un tabú social. La revista Galileo indica en un reciente reportaje seis señales que pueden identificar a un posible suicida y ayudan a salvarlo. La primera señal son las Frases de Advertencia”. Adriana Rizzo, ingeniera agrónoma y voluntaria desde hace 16 años en la ONG Centro de Valorización de la Vida (CVV), ha respondido miles de llamados telefónicos de personas que pensaban suicidarse. Algunas de las frases más comunes que escuchaba eran: “No lo soporto”, “Quiero desaparecer” y “Quiero morirme”. “Si escuchamos a un familiar o a un amigo decir algo de este tipo”, explica, “debemos prestar atención. Hay un mito según el cual las personas que hablan de suicidio solo lo hacen para llamar la atención y en realidad no tienen intenciones de acabar con su vida. Eso no es cierto. Hablar puede ser un pedido de ayuda”.
La psiquiatra Alexandrina, en una entrevista a la Agencia Brasil agrega: “La mayoría de las personas, cerca del 70%, da algún tipo de señal, pero muy a menudo estas señales no son tomadas en serio. Sin embargo, ese aviso es un pedido de ayuda, porque por lo general el suicida vive una ambivalencia: quiere morir porque quiere escapar de los problemas, pero al mismo tiempo pide ayuda”.
La segunda señal es que se producen cambios en la vida del joven, por lo general inesperados. “Por ejemplo, tenía un hobby y de pronto abandona todo, o siempre estaba muy ocupado y se vuelve abúlico. El cambio de comportamiento es el momento en que nos acercamos a la persona para saber qué le está ocurriendo, pero muchas veces pensamos que solo se trata de una etapa de la vida”, dice Monica Kother Macedo, psicoanalista especializada en suicidios y profesora de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul.
La tercera señal es el comportamiento irresponsable en el uso de drogas y alcohol. “El número más elevado de suicidios se debe a alteraciones de humor debido al uso de sustancias psicoactivas; constituye más de la mitad de los casos. La depresión y el consumo de alcohol y de drogas son responsables de la mayor parte de las muertes en todo el mundo”, dice el psiquiatra Jair Segal. Además, las estadísticas indican que por cada suicidio hay entre 10 y 20 intentos, y el que ya ha intentado suicidarse es mucho más vulnerable. “Un intento de suicidio es el mejor indicador de un ulterior intento de suicidio”, dice el psiquiatra Humberto Corre da Salva Filho, vicepresidente de la Comisión de Estudio y Prevención del Suicidio.
Existe también la falsa idea, y es la cuarta señal, de que la depresión afecta solamente a los adultos. “El adolescente tiene otros síntomas, se encierra en su dormitorio, no habla con nadie, y por lo general eso se interpreta como un fenómeno normal de la adolescencia, dado que no puede expresar su sufrimiento de una manera clara”, dice Segal. Lo que significa que un comportamiento cambiante, con saltos de humor, aunque es típico de la adolescencia se debe observar con atención cuando se vuelve extremo, impulsivo y frecuente.
La quinta señal es lo que el psiquiatra Aloysio d’Augusto Abreu llama “blanco y negro”. Solo el 15% de los que están gravemente deprimidos llegará al suicidio, pero la depresión grave sigue siendo la principal causa de suicidio. Por lo tanto, debemos estar atentos cuando la persona no demuestra ningún interés por la vida o por los demás. “Para el deprimido, el mundo deja de tener color, es en blanco y negro. Esta persona tiene una autoestima muy baja, no siente interés por nada y se concentra mucho en sí mismo”, explica. Cuando se encuentra gravemente deprimida, la persona está aislada y no ve ninguna razón para seguir viviendo. Es una señal de emergencia. Los que viven con estas personas – compañeros de trabajo, familiares, amigos – son los que pueden reconocer las señales de que está pensando en renunciar a su vida. “La persona ha cambiado de comportamiento, se ha vuelto más triste, más desalentada, no tiene el mismo rendimiento en la escuela: son señales de que puede haber reacciones depresivas o de condiciones depresivas graves que pueden llevar al suicidio”, afirma d’Abreu.
La sexta y última señal que refiere Galileo es un mejoramiento de improviso. El aparente mejoramiento puede ser una simulación. Un caso que dejó marcado al psiquiatra d’Abreu fue un paciente muy deprimido que simuló un mejoramiento para pasar el fin de semana en su casa y poder utilizar allí una escopeta para suicidarse. “La simulación de mejoramiento es común en muchos casos de suicidio, por lo tanto, si una persona que habitualmente está deprimida de pronto parece alegre, es importante acompañarla, para poder estar seguros de que no intentará suicidarse”, dice.
En un artículo muy reciente de la revista brasileña Veja, el profesor titular de la cátedra de Psiquiatría de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Luis Augusto Rohde, afirma que “el tema del suicidio en los adolescentes requiere especial atención de las personas que están a cargo de ellos”. Y propone algunas preguntas que pueden ayudar a los padres a estar atentos al problema: “¡Durante la adolescencia, la familia y la red de contención social son fundamentales! Consideren cómo son las dinámicas familiares, ¿hay diálogo? ¿Como se afrontan las tensiones en la familia? ¿Su hijo tiene una “red social” confiable? ¿El rol de Internet? ¿El adolescente está conectado a Internet los siete días de la semana, las veinticuatro horas del día? ¿A qué sitios accede y con quién está conectado? ¿Ha entrado en sitios web o en chats de discusión sobre el suicidio, donde enseñan cómo terminar con la propia vida? ¿Su hijo ha sido víctima de cyberbulling”.
Factores de protección. El conocimiento de los métodos más usados de suicidio es importante para desarrollar estrategias de prevención que han demostrado ser eficaces, como por ejemplo limitar el acceso a los medios letales. Según la OMS, aproximadamente el 30% de los suicidios en el mundo son provocados por envenenamiento con pesticidas. Otros métodos recurrentes son el ahorcamiento y el uso de armas de fuego. En una entrevista para la revista Galileo, el psiquiatra de la Red brasileña para la Prevención del Suicidio, Carlos Felipe Almeida d’Oliveira, subraya la importancia de eliminar la posibilidad de acceder en casa a objetos potencialmente destructivos, como armas, drogas y sustancias tóxicas, para evitar que sean usados como consecuencia de un impulso destructivo. En el reportaje de la Agencia Brasil, Alexandrina agrega: “La espiritualidad se considera un factor de protección. Tener fe aleja la posibilidad de pensamientos suicidas”. Otro aspecto importante es hablar con el joven y no dejarlo solo. “Cuando conversamos, debemos tratar de no hablar demasiado y de escuchar más, porque muchas veces la persona solo necesita ser escuchada”. Y también es importante pedir ayuda y orientación a un profesional de la salud.