«Estudiar el tango no es inútil, es estudiar las diversas vicisitudes del alma argentina». Palabras de Jorge Luis Borges, que precisamente sobre el tango dio cuatro charlas en algún lugar de Buenos Aires. Era el año 1965 y una grabación de esos encuentros llegó casualmente a manos del escritor Bernardo Atxaga. Ahora fueron publicados en un libro por Editorial Sudamericana, titulado sencillamente “El Tango – Cuatro conferencias”.
Menos sencillo resulta desarticular algunos lugares comunes sobre el tango, pero Borges lo hace con mucha facilidad. En primer lugar, el tango como música y baile impuesto por el pueblo a las clases sociales más elevadas. Y sobre todo el tango como música melancólica y nostálgica.
No es así. «Contrariamente a esa suerte de novela sentimental que han hecho los films, el pueblo no inventa el tango, no impone el tango a la gente bien. Ocurre lo contrario». Más aún, se trata de un doble pasaje: el tango nace (alrededor de 1880) en las casas de mala fama (prostíbulos y garitos), de raíces infames, en lugares semejantes a los que, pocos años después, serían la cuna del jazz en Estados Unidos. Ese era el ambiente, y que haya nacido en Buenos Aires –lo más probable- o en Montevideo, poco importa. La gente se reunía, bebía algo y la música iba tomando forma, nada sentimental ni lacrimosa. Las familias bien de Buenos Aires llevaron el tango a París antes de devolverlo a su patria. Pero llegó con algunos cambios, visto que “el tango es alegre”, insiste Borges, acusando a Gardel de haber transformado la famosa música «en una breve escena dramática, en la cual un hombre abandonado por una mujer se queja, en la que se habla de la decadencia física de una mujer».
Al mismo tiempo, el tango «nos ofrece un pasado imaginario», agrega Borges, y a él, aclara María Kodama, viuda del escritor, «le gustaban los tangos de la guardia vieja, los que había escuchado en su infancia, porque no eran patéticos. Tenían letras alegres, pícaras». A Borges, que no escuchaba mucha música de tango, sin embargo le gustaba ir al fondo del tema y remontarse a sus orígenes, y esa es la razón de las cuatro conferencias de 1965, donde acusa a Gardel de haber vuelto triste lo que, en un principio, no era nada triste.