El próximo sábado 3 de septiembre, a las 9, en los Jardines Vaticanos será descubierta una pequeña estatuilla de bronce de la Virgen de Aparecida. Es una iniciativa conjunta de la Embajada brasileña ante la Santa Sede y la arquidiócesis de Aparecida, presidida por el cardenal Raymundo Damasceno Assis, quien el 11 de octubre de 2014, al margen de los trabajos del Sínodo sobre la familia ya había anunciado el proyecto.
El evento coincide con el próximo tercer centenario, en 2017, del hallazgo de la estatua original en el río Paraíba do Sul. Precisamente en estos días en la prensa local se planteó la hipótesis de una nueva visita del Papa Francisco en ocasión, en mayo del año que viene, del décimo aniversario de la Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe. El Santo Padre, pocas semanas después de su elección, visitó algunas ciudades de Brasil, sobre todo Río de Janeiro, para presidir la XXVIII JMJ y en el contexto de esta peregrinación, el 24 de julio, celebró la misa en el famoso santuario de la Virgen de Aparecida, invitando a más de 200.000 fieles presentes a “mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría”.
Al terminar la misa, el Papa Francisco saludó espontáneamente a la multitud desde el balcón de la Basílica y prometió que volvería en 2017. Estas fueron sus palabras: Hermanos y hermanas… hermanos y hermanas, yo no hablo brasileño. Perdónenme. Voy a hablar en español. Perdón. Muchas gracias. Obrigado [gracias], porque están aquí. Muchas gracias de corazón, con todo mi corazón y le pido a la Virgen, Nuestra Señora de Aparecida, que los bendiga, que bendiga a sus familias, que bendiga a sus hijos, que bendiga a sus padres, que bendiga a toda la Patria. A ver, ahora me voy a dar cuenta si me entienden. Les hago una pregunta: ¿Una madre se olvida de sus hijos? [No… (respondió la multitud)]. Ella no se olvida de nosotros, Ella nos quiere y nos cuida, y ahora le vamos a pedir la bendición. La bendición de Dios Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, permanezca para siempre. Les pido un favor, um jeitinho [un pequeño favor] recen por mí, recen por mí, lo necesito. Que Dios los bendiga. Que nuestra Señora de Aparecida los cuide. Y hasta 2017 que voy a volver… Adiós
Ese mismo día, al concluir la Celebración Eucarística, Francisco pronunció este acto de consagración de Brasil a Nuestra Señora de Aparecida: “Oh María Santísima, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo en tu querida imagen de Aparecida, alcanza numerosos beneficios sobre todo a Brasil. Yo, aunque indigno de pertenecer al número de tus hijos e hijas, pero lleno de deseo de participar de los beneficios de tu misericordia, postrado a tus pies te consagro mi entendimiento para que siempre piense en el amor que mereces. Te consagro mi lengua para que siempre te alabe y propague tu devoción. Te consagro mi corazón para que, después de Dios, te ame sobre todas las cosas. Recíbeme, Oh Reina incomparable, tú, que Cristo crucificado nos ha dado como nuestra Madre, en el dichoso número de tus hijos e hijas, recíbeme bajo tu protección, socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, sobre todo en la hora de mi muerte. Bendíceme oh celestial cooperadora; y con tu poderosa intercesión, fortaléceme en mi debilidad a fin de que te sirva fielmente en esta vida y después pueda alabarte, amarte y darte gracias en el cielo por toda la eternidad. Así sea”.
Nota. La estatuilla que será colocada en los Jardines Vaticanos “relata” el momento del hallazgo de la imagen de la Virgen hace trescientos años: los tres pescadores, la barca, la red y Nuestra Señora de Aparecida. La historia de Nuestra Señora de Aparecida comienza en 1717, cuando se supo que el conde de Assumar, don Pedro de Almeida y de Portugal, gobernador de la Provincia de San Paolo y Minas Gerais, haría una escala en el poblado de Guaratinguetá durante su viaje hacia Vila Rica, la actual ciudad de Ouro Preto, en Minas Gerais. Para esa ocasión algunos pescadores fueron encargados de traer los pescados para el banquete que se celebraría al día siguiente, para agasajar al conde. Tres pescadores, Domingos García, Filipe Pedroso e João Alves fueron a pescar en el río Paraíba. Después de algunos intentos infructuosos, arrojaron las redes en una zona llamada Porto Itaguaçu. João Alves encontró en su red una estatua de la Virgen, pero le faltaba la cabeza. Arrojó nuevamente la red y esa vez recogió la cabeza de la estatua. Después los tres pescadores volvieron a arrojar las redes y éstas se llenaron de peces. Durante 15 años la estatua permaneció en la casa de Felipe Pedroso, donde los vecinos se reunían a rezar el rosario. La devoción comenzó a difundirse porque algunos fieles que habían rezado delante de la estatua afirmaron que habían recibido gracias. El culto se difundió en todo Brasil. (Fuente: santiebeati)