EL PAPA Y EL FÚTBOL. ALGO MÁS QUE UNA METÁFORA. “Mirar a la realidad de frente, preparados, como el arquero, para parar la pelota desde donde llegue”

Mural en el barrio Boedo de Buenos Aires. Foto Lorenzo Galliani
Mural en el barrio Boedo de Buenos Aires. Foto Lorenzo Galliani

“Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo”, dijo el Papa en la última Jornada Mundial de la Juventud. Algunos de los muchachos que estaban en Río de Janeiro tal vez hayan pensado en la desilusión que sienten cuando pierde la Selección de su país. Y todavía no había pasado el Mundial de 2014, que fue tan doloroso para todo Sudamérica (Argentina perdió en la final, Brasil arrollado 7 a 1 por Alemania). La Copa del Mundo se puede escapar de las manos a último minuto, pero Jesús nos ofrece algo más grande, mucho más grande.

Eso no quita que al mismo tiempo el fútbol nos regala emociones, y las emociones –muchas veces- pueden ser una buena oportunidad para promover valores. De fraternidad, de solidaridad. Incluso en una cancha de fútbol, por supuesto. Si no, el partido interreligioso por la paz que promueve Scholas Occurrentes y que el Papa apoya con fuerza, no tendría mucho sentido.

Y cómo se emocionó el pequeño hincha Jorge Mario Bergoglio cuando, pocos días después de cumplir diez años, festejó la copa de San Lorenzo (“La recuerdo como si fuese hoy, la temporada del ’46”, dijo hace dos años el Santo Padre, en el vuelo de regreso de Corea del Sur). Casi 70 años después fue rápido para nombrar los once titulares del Ciclón ante las cámaras de TyC Sports: “Blazina; Vanzini, Basso, Zubieta, Greco e Colombo; Imbelloni, Farro, Pontoni, Martino y Silva”. Sin dudar ni un segundo, con la misma decisión con la cual, poco antes, había admitido delante del periodista -que probablemente soñaba con escuchar las épicas empresas deportivas del joven Bergoglio- que no, en la cancha él no valía nada. Textualmente: “Soy pata dura”. Pero como hincha, de una pieza. Junto con su papá, Mario, y sus hermanos Alberto y Oscar -dice Marcelo Larraquy en su libro “Recen por él”- “iba a ver a San Lorenzo al Viejo Gasómetro, en el barrio de Boedo. El ídolo de entonces era René Pontoni, goleador del San Lorenzo campeón de 1946”. Es el mismo ídolo al que se refirió el Papa Francisco cuando recibió a las Selecciones de Argentina e Italia, delante de campeones como Messi, Pirlo e Higuaín: “ A ver si alguno de ustedes se anima a hacer un gol como el de Pontoni. Bueno, ¿pero cómo fue el gol? Se lo preguntó Pablo Calvo de Clarín al mismo Bergoglio, aunque no recibió una respuesta directa sino indicios suficientes para encontrar la solución. San Lorenzo- Racing, 20 de octubre de 1946: cross desde la izquierda de Francisco De La Mata, excelente refuerzo/apoyo de los azulgrana, Pontoni de espaldas al arco controla de pecho, y sin dejar que la pelota toque tierra en ningún momento, la patea hacia atrás y con un pelotazo pasa por encima del defensor que venía hacia él. Al final, desde el límite del área, con la pelota siempre en el aire, lanza un pelotazo que entró por la derecha del arquero. Una fiesta para René, de origen piamontés (como el mismo Bergoglio y como el padre Massa, el sacerdote salesiano que fundó el club) que quedó huérfano de padre cuando era chiquito. Iba a recoger huevos a las chacras de su Santa Fe natal, y después los vendían en el almacén de su mamá Lucía; por eso le pusieron “Huevito” de sobrenombre, y le quedó para siempre. El fútbol fue el camino para salir adelante, en Newell’s Old Boys y sobre todo en San Lorenzo. Cosechó aplausos en Europa, cuando el Ciclón hizo la “Gira por Europa” (diciembre ’46-febrero’47): 4-1 con el Atlético Madrid, que todavía se llamaba Atlético Aviación, 7-5 y 6-1 contra dos selecciones españolas, 10-4 a la portuguesa, y otros muchos excelentes resultados. Los directivos del Barcelona aprovecharon para ofrecerle a Pontoni un contrato como estrella. Él lo rechazó: nunca hubiera dejado su tierra (como lo haría pocos años después su suplente en la Selección argentina, Alfredo Di Stefano, que coleccionó Copas de Campeones con el Real Madrid). Y nunca hubiera dejado a San Lorenzo, seguramente, si no hubiera ocurrido un grave accidente en un partido contra Boca Juniors, pocos meses después de ganar la copa.

Para Bergoglio, la pasión deportiva se convierte en una clave para entrar en confianza con la gente (“Hola cuervo”: con el nombre que les dan a los hinchas de San Lorenzo, saluda por teléfono a Juan José Jaime, un joven conocido en las “villas” de Buenos Aires, obviamente azulgrana hasta la médula; también es la oportunidad para recordar a su familia, sobre todo a su papá Mario, que fue jugador de básquet de San Lorenzo. Es un terreno en común al que puede recurrir para que las enseñanzas que hace desde el corazón sean más inmediatas y eficaces (“Para resolver los problemas de la vida es necesario mirar a la realidad de frente, preparados, como el arquero de un equipo de fútbol, para parar la pelota desde donde llegue”, 13 de abril de 2013). Recordando siempre, como en el mensaje por video que grabó para la apertura del último mundial, que “el deporte no es sólo una forma de entretenimiento, sino también —y diría sobre todo— un instrumento para comunicar valores que promueven el bien de la persona humana y contribuyen a la construcción de una sociedad más pacífica y fraterna”. Y sin perder de vista que, por más fuerte que pueda ser nuestro grito de alegría por un triunfo importante o inesperado, Jesús nos ofrece siempre algo mucho más grande.

*Lorenzo Galliani. Periodista. Autor del libro “René Pontoni –El jugador preferido del Papa Bergoglio”

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