PANDILLAS MADE IN ITALY. Las bandas juveniles al estilo América Central echan raíces en Milán, donde se encuentra la comunidad de salvadoreños más numerosa fuera del continente americano

40.000 salvadoreños en el hinterland milanés. Foto © Nanni Fontana (Internazionale)
40.000 salvadoreños en el hinterland milanés. Foto © Nanni Fontana (Internazionale)

Se disputan el territorio milanés de la Alta Italia desde hace varios años, están armados con pistolas, cuchillos y machetes, y se autofinancian con rapiñas y venta de drogas. Son bandas urbanas salvadoreñas, como la Mara Salvatrucha y Barrio 18, que luchan entre sí. Los dos grupos criminales toman el nombre de dos calles de Los Angeles, la trece y la dieciocho, donde nacieron en los años de la guerra civil en El Salvador. Después, en las décadas del ’80 y el ’90, cuando Estados Unidos implementó una política de expulsiones en nombre de la seguridad nacional, los miembros de estas gangs fueron devueltos a su país.

La presencia de salvadoreños en Milán es histórica y se remonta a los años setenta, cuando solo llegaban mujeres para trabajar en casas de familia y ocuparse de los hijos de la burguesía. Valoradas y apreciadas, al principio eran un pequeño núcleo. Ahora ya no es así. La emigración fue creciendo con el tiempo y con el aumento de las dificultades económicas y sociales en su país de origen. También hay otros que huyen de los grupos violentos y las bandas adversarias, y cuando llegan a Italia vuelven a nuclearse y retoman sus actividades criminales anteriores, incorporándose a las comunidades de sus compatriotas. Según el Ministerio de Exteriores de El Salvador, la comunidad de salvadoreños en Italia es la más numerosa fuera del continente americano. El Consulado General de El Salvador registra en Lombardía 18.000 salvadoreños, pero esa cifra no toma en cuenta las presencias irregulares de los inmigrantes que no tienen documentación. Asociaciones y ONG que están en contacto con la comunidad, calculan no menos de 40.000 salvadoreños entre Milán y sus alrededores.

La violencia y las dinámicas de poder caracterizan las relaciones internas y con el exterior. El objetivo es conquistar la supremacía en los lugares donde viven los inmigrantes sudamericanos. Un límite que dificilmente –por el momento- podrán superar, debido a la presencia en Lombardía y en Milán de las diversas mafias italianas, sobre todo la ‘ndrangheta. En septiembre de 2015 se llevó a cabo en Milán el mayor operativo policial contra Barrio 18, que llevó a la captura de El Gato (31 años), reconocido como jefe de la banda, y junto con él otros catorce miembros. El 11 dejunio de ese  mismo año, en la estación Milano Villapizzone estalló una discusión entre el Jefe del tren y algunos jóvenes salvadoreños que habían subido sin pagar el pasaje. Insultos, empujones y una pelea que le costó al empleado de Treni Nord un machete clavado en el brazo. La policía italiana organizó un grupo de trabajo para combatir la criminalidad organizada de origen extranjero. En efecto, la capital  lombarda es un polo migratorio especialmente importante, donde tuvieron origen varias filiales de bandas transnacionales, como Latin Kings, Netas, Bloods, Trinitarios y muchos otros.

Según la policía, los salvadoreños tienen un comportamiento típicamente mafioso. En el jucio contra Barrio 18 se pusieron de manifiesto algunos aspectos: la transnacionalidad, las reglas impuestas a los afiliados, los castigos, el rito de afiliación, el autofinanciamiento y la compra de armas por medio de la venta de drogas. Uno de los arrepentidos de la banda relató el rito de iniciación. Para ser enrolado debió soportar que lo golpearan, y cuatro de ellos lo atacaron con patadas y puñetazos durante 18 segundos. El que resiste y supera la prueba entra en Barrio 18, y a partir de ese  momento debe respetar las reglas de la banda y no pueda salir nunca más, salvo con la muerte. Los miembros de la gang tienen por lo general el cuerpo cubierto con tatuajes y es difícil encontrar en ellos alguna porción de piel limpia. Todos estos elementos ponen de manifiesto un fuerte deseo de identidad, la necesidad de sentir que son parte de un grupo, de ser reconocidos e incluidos en algún tipo de comunidad. La crónica y los juicios solo permiten una comprensión parcial del fenómeno, que excluye la sociología del migrante, así como también los procesos de marginalización global del que son fruto las bandas.

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