El 15 de marzo se hará oficialmente pública la canonización del Cura Gaucho, José Gabriel del Rosario Brochero, cuando el Papa comunique cuándo y dónde tendrá lugar la ceremonia. La noticia tiene un significado muy especial para la Argentina: Brochero no solo es el primer santo que nació, se santificó y murió en el país, sino que también será proclamado por un pontífice argentino, ese Bergoglio especialmente devoto de Brochero. Para no hablar de las inesperadas repercusiones políticas que ha tenido en su patria, la Argentina de las dos B, Brochero y Bergoglio.
Pero vayamos en orden.
En primer lugar, la importancia que tiene Brochero para el Papa. Mucho antes que el veredicto de la junta médica confirmara en septiembre del año pasado el segundo milagro que abrió el camino para la canonización, el obispo de Cruz del Eje –la diócesis donde vivió casi toda su vida Brochero- monseñor Santiago Olivera, refirió a Tierras de América el “vivo deseo” de Francisco de celebrar personalmente la ceremonia en el Valle de Traslasierra, la región de la provincia de Córdoba que Brochero recorrió a lo largo y a lo ancho a lomo de mula en su gran labor evangelizadora.
Olivera, se encontró personalmente con el Papa a principios del año pasado y refirió que el pontífice deseaba oficiar la ceremonia, poniendo de relieve la especial devoción que siente por el Cura Gaucho, a quien considera un modelo ideal de sacerdote, ese modelo que él sintetiza en la famosa definición de “cura con olor a oveja”. En Argentina, en efecto, todos esperan que sea el mismo Bergoglio quien proclame santo a Brochero. La decisión al respecto se conocerá recién el martes, aunque la postuladora de la causa de canonización, Sivia Correale, piensa que probablemente la ceremonia será en Roma cerca de fin de año, en el marco de las celebraciones por el Año Santo de la Misericordia.
Y a todo esto se suma un último detalle: Correale dijo estar convencida de que el cura argentino había intercedido en la elección de Bergoglio para la cátedra de Pedro. Casi parecería una “devolución” ideal del favor al Papa actual, visto que, según cuenta Correale, su apoyo al proceso de beatificación se remonta a los comienzos, cuando Bergoglio todavía era arzobispo de Buenos Aires.
Hay también otro aspecto a tener en cuenta: el impacto que ha tenido el anuncio oficial de la canonización de Brochero en el ámbito mucho más profano de la política argentina. Más de un observador local se ha referido a la “fría relación” que existe entre Francisco y Mauricio Macri, el nuevo presidente, quien ha dado una fuerte impronta “empresaria” a su gobierno y demostraría, según sus detractores, más sensibilidad por los negocios que por las cuestiones sociales. Algunos –como Ricardo Roa, codirector del principal diario argentino Clarín, Ricardo Roa- piensan que el Papa comparte esa opinión, lo que explicaría una cierta frialdad de Bergoglio respecto de Macri (uno de los ejemplos que habitualmente se citan es que Francisco no envió un telegrama de felicitaciones por el triunfo de Macri sobre el candidato peronista, Scioli, a quien supuestamente “prefería”).
En este contexto, la canonización de Brochero ha servido para que los dos mandatarios recuperaran un punto de encuentro. Primero Macri se encontró, precisamente en Córdoba, la tierra de Brochero, con el cardenal de Buenos Aires Mario Poli para la clausura de la “Semana Brocheriana”. Allí el presidente dijo que el “Cura Gaucho” es “el ejemplo de la Argentina que queremos”.
Dos días después, llegó el anuncio de que Macri sería recibido por el Papa el 27 de febrero y en esa oportunidad ambos pudieron hablar de muchos problemas que afligen a la Argentina, como la pobreza, el narcotráfico y la corrupción, y se sentaron las bases de un acercamiento y una futura colaboración. Un nuevo milagro de Brochero.
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