El domingo 21 de febrero, después de recitar la antífona mariana y haciendo referencia al Congreso Internacional “Por un mundo sin la pena de muerte” promovido por la Comunidad de San Egidio, el Santo Padre hizo una detallada reflexión sobre el tema puntualizando:
1. Cresce la oposición a la pena de muerte. Deseo que el congreso pueda dar un nuevo impulso al empeño para la abolición de la pena de muerte. Es un signo de esperanza ver que se desarrolla y difunde cada vez más en la opinión pública una posición contraria a la pena de muerte, incluso como instrumento de legítima defensa social.
2. Justicia penal y dignidad del hombre. En efecto, las sociedades modernas tienen la posibilidad de reprimir eficazmente el crimen sin quitarle definitivamente a aquel que lo ha cometido la posibilidad de redimirse. El problema se debe enfocar en la perspectiva de una justicia penal que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio de Dios sobre el hombre y sobre la sociedad. Y también de una justicia penal abierta a la esperanza de reintegrarse en la sociedad. El mandamiento “no matarás” tiene valor absoluto y se refiere sea al culpable que al inocente.
3. El criminal también es sujeto del inviolable derecho a la vida. El Jubileo Extraordinario de la Misericordia es una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de cada persona. Porque incluso el criminal tiene el derecho inviolable a la vida, don de Dios.
4. Abolir la pena de muerte… Exhortación a los católicos. Hago un llamamiento a la conciencia de los gobernantes, para que se llegue a un consenso internacional destinado a abolir la pena de muerte. Y a quienes entre ellos son católicos que cumplan un gesto de coraje y ejemplar: que ninguna condena sea aplicada en este Año Santo de la Misericordia. Todos los cristianos y hombres de buena voluntad están llamados hoy a trabajar para abolir la pena de muerte, pero también para mejorar las condiciones de las cárceles, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de su libertad.