LA IZQUIERDA EN SU MÍNIMA EXPRESIÓN. La peruana se encamina hacia las elecciones con el riesgo de quedar eliminada del cuadro político

El presidente de Perú Ollanta Humala. Foto Eduardo Miranda
El presidente de Perú Ollanta Humala. Foto Eduardo Miranda

Faltan pocos meses para el primer turno de las elecciones generales en Perú (10 de abril) y parece difícil que se repita el exploit de 5 años atrás, cuando Humala conquistó la carrera presidencial gracias al apoyo decisivo de la izquierda y una mujer de ese bloque, Susana Villarán, fue elegida intendente de la capital, Lima. Cinco años después, esa izquierda está en crisis. “Dividida, desmoralizada, desconectada de la calle”, describió la revista mexicana Proceso en un editoral. Una crisis que se refleja en las encuestas: de los cuatro partidos que forman el bloque de izquierda, ninguno superaría hoy el límite mínimo del cinco por ciento necesario para acceder al Congreso.

Perú se prepara así a unirse a la tendencia general de una región que parece encontrarse en un revival conservador al cabo de algo más de una década de gobiernos progresistas. Desde la Argentina –que acaba de pasar del gobierno de los Kirchner al conservador-liberal de Macri- hasta Chile, donde incluso Michelle Bachelet, sacudida por el escándalo de corrupción que involucró a su hijo y a su nuera, vive un dramático derrumbe de su popularidad, y pasando por Brasil, donde no pasa un día sin que Dilma Rousseff tenga que esquivar nuevas acusaciones y pedidos de renuncia. Sin embargo, probablemente para la nación andina solo se trata de una vuelta a la normalidad.

Perú “es un país muy de derecha comparado con el resto de América Latina”, explicó a Proceso el analista político e historiador Antonio Zapata. “Perú tiene poquísimos gobiernos que hayan sido progresistas o de izquierda a lo largo de su historia en comparación con el resto de América Latina, que tiene ciclos a la izquierda”, comentó. La única excepción fue el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), que decretó la nacionalización y el fuerte control del Estado en bancos y minería.

Desde el regreso a la democracia, en 1980, y hasta el triunfo de Humala en 2011, la izquierda de Perú nunca había estado en el poder. Aunque después de poco tiempo sus diputados desertaron de Humala, porque consideraron que sus políticas no se distinguían demasiado de los gobiernos anteriores como el de Fujimori, y la popularidad se precipitó por debajo del 20 por ciento. La misma suerte corrió la intendente de Lima, Villarán, que fue derrotada en la reelección de 2014 con poco más del 10 por ciento de votos. “El electorado –observa Zapata- queda decepcionado de las opciones izquierdistas” y por eso los tres o cuatro candidatos con mayores posibilidades de la campaña electoral que acaba de empezar proponen un modelo neoliberal.

La única figura emergente a la izquierda –aunque cuenta con un mísero 2 por ciento de votos- se llama Verónika Mendoza, una joven diputada que pasó a la oposición de Humala un año después de ser elegida. Pero sobre todo, concuerdan los analistas, hay un elemento que pesa más que los demás en la debilidad de la izquierda peruana: su entronque social: “En el pasado todos (los militantes de izquierda) estaban en algo: sindicatos, asociación de vecinos, colegio de abogados… Donde había un sector organizado de la sociedad, ahí estaba la izquierda” –afirma Zapata. “Ahora es un grupo superestructural: profesores universitarios, columnistas de opinión… pero ha abandonado el trabajo social”. A esa deserción se suma tanto la incapacidad para hablar a las clases populares contrarias a las políticas neoliberales –y que serían potenciales electores- como al hecho de que la población ya no comprende la tradicional división derecha/izquierda, a tal punto que según las encuestas de Ipsos Perú “solamente alrededor de un 30 o 40 por ciento de gente conoce los términos de derecha e izquierda”.

Pero el que sea capaz de capitalizar esa franja de votos probablemente se asegure la presidencia. Según los analistas, el que mejor lo está haciendo es César Acuña, ex gobernador de Trujillo y candidato de Alianza para el Progreso. Acuña, de 63 años, es un empresario que construyó su fortuna con la fundación de 3 universidades, de baja calidad pero accesibles para las clases populares, y que según sus enemigos le han garantizado una importante red de clientelismo. Pero probablemente mejor lo está haciendo otro candidato que, con más del doble de votos, se ubica antes que Acuña en los sondeos. Keiko, de cuarenta años, hija del ex presidente Fujimori, es la protagonista indiscutida de un espectacular giro a la izquierda que la llevó a elegir como vicepresidente a uno de los fundadores del partido que en 2011 hizo triunfar a Villarán en el municipio de Lima. Tal vez, después de todo, a la izquierda no le va tan mal en Perú.

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