“Papa” era el sobrenombre que le habían puesto a Ernest Hemingway sus amigos pescadores del pueblo de Cojimar, al Este de La Habana, donde el escritor fondeaba su yate “El Pilar”. Y es también el título de la película que cuenta su amistad con el periodista estadounidense Denne Bart Petitclerc (protagonizado por el actor Giovanni Ribisi). Petitclerc trabajaba en el Miami Herald y le escribió una carta a Hemingway (el actor Adrian Sparks) que en aquella época vivía en Cuba; éste se comunicó con él, se hicieron amigos y después fue el autor de la escenografía de “La isla del adiós”, la película de Franklin J. Shaffner inspirada en una novela póstuma del escritor. Esta empresa cinematográfica tiene una primera característica notable. Desde los tiempos de “Nuestro hombre en La Habana” de Carol Reed (1959) no se realizaba en Cuba una película estadounidense. Los críticos saben que Francis Ford Coppola se vio obligado a filmar en República Dominicana las escenas de “El Padrino” ambientadas en la Isla.
Ahora que el director Bob Yari, de 54 años y origen iraní, terminó de filmar “Papa” en abril y mayo de 2014, se ha derrumbado otro muro en las relalciones entre la isla comunista y su poderoso vecino del Norte. En realidad hubo que hacer algunas gestiones para esquivar el embargo que sigue vigente y para poder filmar en Cuba sin problemas, el director presentó su proyecto como un documental, un género que no está sujeto a las mismas restricciones que la ficción, como lo demuestra el ejemplo de “Buena Vista Social Club” de Wim Wenders. Pero “Papa” no es un documental, como podremos ver dentro de pocos en los cines.
Durante una Conferencia de prensa en el Hotel Nacional de La Habana que se realizó el pasado 6 de diciembre en el marco del “Festival del Nuevo Cine Latinoamericano”, Bob Yari declaró que estaba entusiasmado porque había podido filmar “en Cuba, donde sucedió todo lo que está en el guión”. Contó a la prensa que a pesar de las dificultades las grabaciones en Cuba fueron “espléndidas” y que está muy contento porque había podido trabajar “donde ocurieron realmente las cosas, en la finca en que vivió Hemingway, donde iba a pescar o a beber”. Desde el Palacio Presidencial (que luego se convirtió en el Museo de la Revolución), hasta el Gran Teatro (cerrado por restauración) y tantos otros, en una ciudad que en muchos sentidos parece haber quedado congelada en aquellos años. “Hemingway fue probablemente el estadounidense más prominente que se radicó en Cuba”, siguió diciendo el director, “y creo que los cubanos de hoy lo siguen queriendo y admirando”. Y expresó luego el deseo de que “esta cinta se sume a las cosas que ayudan a acortar la brecha entre las culturas y los dos pueblos”.
Hemingway vivió 22 años en Cuba, después de su primera visita en 1928. En la Isla escribió “Por quién doblan las campanas” y “París era una fiesta”