Los reclutadores de mercenarios tienen sus preferencias y los veteranos de las guerrillas encabezan las simpatías. “Cientos de ex militares, muchos de ellos de élite y formados por el Ejército Nacional, dejaron la institución y, por mucho dinero, fueron a pelear una guerra que no es suya”, deplora la revista colombiana Semana. Detrás del reproche hay un estudio del The New York Times que describe cómo opera este ejército latinoamericano que desde hace cinco años está funcionando en el Golfo Pérsico.
Las fuentes del diario estadounidense afirman que hay 1.800 soldados provenientes de América Latina enrolados en el país árabe. “Alrededor de 450 mercenarios, en su mayoría colombianos, fueron entrenados y enviados a combatir a Yemen en el violento conflicto que está ensangrentando el país”. Y los colombianos son precisamente los más buscados. “Oficiales de Emiratos han dicho que se deben reclutar combatientes colombianos por encima de otros en América Latina, porque consideran a los colombianos más preparados en batallas contra guerrillas; llevan décadas combatiendo a las FARC en las selvas de Colombia”.
La coalición encabezada por Estados Unidos y Arabia Saudita ha comenzado una campaña militar en la convulsionada región del Golfo para frenar a los rebeldes Houthi que han conseguido ocupar la capital de Yemen, Saná. Frente a este panorama, los mercenarios son “una opción atractiva para las naciones ricas que desean hacer la guerra, pero cuyos ciudadanos pueden no querer pelear” dicen los autores del estudio, los periodistas Emily Hager y Mark Mazzetti citando al escritor Sean McFate, autor del libro “El mercenario moderno”.
Los ideales tienen poco que ver. Los colombianos, salvadoreños, chilenos y panameños que deciden unirse al ejército de latinoamericanos en el Golfo Pérsico reciben un salario que va de los 2.000 a los 3.000 dólares por mes, con un adicional de mil dólares por semana para aquellos que aceptan ser enviados al peligroso teatro de Yemen.