«Mis discursos se tornaron violentos y la sala del senado estaba siempre llena para escucharme. Pronto se pidió y se obtuvo mi desafuero y se ordenó a la policía mi detención. Pero los poetas tenemos, entre nuestras substancias originales, la de ser hechos en gran parte de fuego y de humo. El humo estaba dedicado a escribir. (…) En aquel año de peligro y de escondite terminé mi libro más importante, el Canto general”. Con las palabras austeras de su autobiografía Confieso que he vivido (Cuaderno 8, La patria en tinieblas, “El cuerpo repartido”) Pablo Neruda (1904-1973) refiere uno de los momentos más significativos de su existencia. Obligado al exilio por el “pequeño vampiro vil y encarnizado” –tal como define abiertamente al presidente Gabriel González Videla- se convierte en fugitivo. Esta experiencia constituye para el poeta el descubrimiento, o mejor dicho la confirmación, de la solidaridad del pueblo; la misma solidaridad que revive en toda la sección X del Canto General, titulada precisamente El fugitivo.
El domingo pasado, en ocasión del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en el sud de España, se exhibió “Neruda”, el último trabajo del director chileno Manuel Basoalto. La película recuerda que en 1971 Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura y en su discurso de aceptación el poeta hizo referencia a los trece meses (1948-1949) de su exilio. Un momento ciertamente poco conocido de su vida, pero que resulta fundamental para comprender su obra poética.
Acompañado por José Secall, el actor que interpreta a Neruda, Basoalto explicó que la realización del filme estuvo llena de dificultades, porque “en Chile hay mucha censura y autocensura”. Más de un asistente se preguntó por qué la película insiste tanto en el aspecto político en vez de ser un sencillo homenaje a su poesía. En parte, la respuesta surge de la historia personal de Basoalto detrás de una cámara. Viniendo del mundo del documental, está convencido de que el cine in toto puede contribuir a la recuperación de la memoria histórica, un aspecto fundamental hoy más que nunca para Chile. Por medio de la evocación de una etapa dramática y ejemplar de la vida de Neruda, el director juega sus cartas en el intento de recuperar la memoria colectiva de un país.
En octubre de 1947 la violenta represión de González Videla contra los mineros de Bío Bío provoca la indignación de Neruda, que culmina en el famoso discurso “Yo acuso” en el senado, el 6 de enero de 1948. El presidente dictó inmediatamente una orden de arresto contra el escritor. Un lector atento no puede dejar de captar que su poesía es el espejo de su “pasión” política. Durante su fuga, en ningún momento deja su trabajo ni abandona su máquina de escribir. En este período, como afirma el mismo poeta, escribe el Canto General, que constituye la piedra angular de su obra. Afirma Neruda en su autobiografía: “Hay un viejo tema de la poesía folklórica que se repite en todos nuestros países. Se trata de “el cuerpo repartido”. El cantor popular supone que tiene sus pies en una parte, sus riñones en otra, describe todo su organismo que ha dejado esparcido por campos y ciudades. Así me sentí yo en aquellos días”
Cuando se dirigió al público en el Festival de Huelva, José Secall declaró que había vivido como un privelegio la posibilidad de interpretar el rol de Neruda y elogió al director por haber filmado escenas en la cordillera de los Andes, en los mismos lugares que recorrió el escritor. Incluso todos los actores y técnicos se trasladaron a caballo, tal como hicieron los protagonistas. Para Basoalto esa experiencia era necesario, era la única manera de vivir en carne propia el “camino del frío”. El trabajo de investigación hizo el resto. Cartas, diarios, actas del Congreso, todo tipo de documentos y entrevistas devuelven la figura del mayor poeta sudamericano del siglo XX.