El domingo 16 se complen 25 años de la masacre en la Universidad Centroamericana de El Salvador, cuando una noche del mes de noviembre de 1989 fueron asesinados seis jesuitas, la cocinera y su hija de tan solo 16 años. Los nombres de los “mártires jesuitas”, como se los llama en El Salvador, están grabados en el campus, cada uno en el mismo lugar donde fueron asesinados, algunos en el jardín, otros arrastrados fuera de sus dormitorios, otros, como las dos mujeres, eliminadas para que no quedara ningún testigo. En el terreno, con los rostros desfigurados por los disparos a quemarropa, quedaron el rector Ignacio Ellacuría, el sociólogo Segundo Montes, el psicólogo Martín Baró, los teólogos y profesores Armando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López, junto con la cocinera Julia Elba y su hija Celina de 16 años.
Los autores de la matanza ya son perfectamente conocidos, un comando militar del batallón antiguerrilla Atlácatl, lo mismo que el motivo, cortar las presuntas cabezas pensantes del movimiento insurreccional que se estaba gestando. Por la masacre de la UCA fueron procesados en 1991 un coronel, dos tenientes, un subteniente y cinco soldados; siete de ellos quedaron absueltos. El coronel Guillermo Benavídez y el teniente Yusshy Mendoza fueron condenados a 30 años de cárcel; ambos resultaron beneficiados por una amnistía decretada en 1993 por el entonces presidente Alfredo Cristiani (1989-1994), que cerró el caso en El Salvador, pero este fue reabierto en España en base a una denuncia presentada por la “Asociación Pro Derechos Humanos” ibérica y la organización estadounidense “Center For Justice & Accountability”.
El programa para conmemorar aquella página oscura de la historia reciente del país centroamericano comenzó el primer día de noviembre en el auditorio de la Universidad que lleva el nombre de las dos víctimas femeninas, Elba y Celina Ramos, y se encuentra ya en la segunda semana, la más intensa, para concluir el domingo 16, día de la masacre, en la catedral metropolitana, donde se encuentran también los restos de monseñor Romero, abatido nueve años antes.
Hay mucho para ver en estos días de celebraciones, mucho para escuchar. Una muestra fotográfica titulada “Vida y muerte en comunidad” que se ha montado en el vestíbulo Monseñor Romero, dos largometrajes, “Algún día. Los sueños que no se rinden” y “Descalzo sobre la tierra roja”, dedicada al obispo brasilero Pedro Casaldáliga, a lo que se suma una obra teatral, “La hora final”, del poeta salvadoreño Jorge Galán, que narra los hechos que precedieron y siguieron al momento de la matanza. Se hará también una peregrinación a lo largo de un trayecto que unirá los lugares más significativos de la vida pública de los seis jesuitas: el municipio de El Paisanal, donde nació Rutilio Grande, el Hospital de la Divina Providencia, con la capilla donde fue asesinado mons. Romero, el parque Cuscatlán con el muro de 85 metros donde se encuentran grabados los nombres de 25 mil víctimas de la guerra civil salvadoreña, para terminar en la cripta de la Catedral y la tumba de Romero.
Hay una nutrida lista de conferencias y debates dedicados, por una parte, al impacto de la masacre en la vida de El Salvador, y por otra a la política de los Estados Unidos en toda América Central. Dentro de esta segunda temática, el 15 de noviembre en el auditorio Segundo Montes será todo made in USA, con la presencia anunciada del demócrata McGoven, el jesuita Charlie Currie y el Director de Programas de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, Geof Thale.
Una de las conferencias estará dedicada a “El caso de los jesuitas en la Audiencia Nacional de España”, el máximo organismo ibérico para este tipo de causas, que ha decidido proseguir el juicio. El proceso se había frenado en marzo, cuando cambió la carátula, que pasó a ser acto de terrorismo en vez de crimen de lesa humanidad. La posterior decisión del tribunal volvió a poner en marcha el juicio incluyendo todas las víctimas, las cinco personas con pasaporte español y las tres de nacionalidad salvadoreña.
¿Hasta dónde alcanzará a saber y podrá llegar la instancia española en la reconstrucción de responsabilidades?
La UCA considera cerrado el caso contra los nueve ejecutores materiales (siete absueltos y dos condenados, que poco tiempo después se beneficiaron con una amnistía), pero sigue pidiendo justicia respecto de los mandantes. La Universidad donde enseñaban los jesuitas (uno de ellos, el padre Ignacio Ellacuría, era el rector), ha declarado que está dispuesta a perdonar, “pero tenemos que saber a quién vamos a perdonar y sobre todo de cara al país”, afirma en un comunicado. “Tiene que haber acceso a la verdad (…) para garantizar que casos como este no se van a repetir”.