Se acerca el día del juicio final en el proceso sobre el caso de Enrique Angelelli, el obispo argentino de La Rioja muerto en agosto de 1976 en un accidente automovilístico sospechoso, cuando era el pastor de esta diócesis sumamente pobre de la región noroeste del país. En el banquillo de los acusados se encuentran dos ex oficiales, el comodoro Luis Fernando Estrella y el general Luciano Benjamín Menéndez, que en esos años era jefe del III Cuerpo de Ejército. Los querellantes son la Secretaría de derechos humanos de la Nación y de la Provincia de La Rioja, el arzobispado de La Rioja, los familiares de Angelelli y los fiscales federales Darío Illanes y Horacio Salman. El veredicto está previsto para el viernes 4 de julio, siempre que se respete el cronograma del debate.
Es sabido que el Papa también sigue con atención el curso del juicio. Francisco llamó al obispo de La Rioja, Marcelo Daniel Colombo, nombrado por él en esta sede en julio del año pasado. La llamada telefónica al obispado fue el miércoles 4 de junio y el azorado telefonista la derivó al despacho del obispo: “estaba interesado en el proceso de monseñor Angelelli”, explicó Mons. Colombo, quien también admitió que “es la segunda vez que (el Papa) llama por teléfono para informarse sobre diversos temas de la provincia”. El obispo, que a su vez es abogado recibido en la Universidad Nacional de Buenos Aires en 1989, recordó que el Papa “conoce bien La Rioja porque cuando fue superior de los jesuitas estuvo aquí”. “Conoce los pueblos del interior, como Pituil, Famatina y otros”, agregó. Y probablemente también las polvorientas rutas de Chamical, donde el 4 de agosto de 1976 la pick-up Fiat 125, conducida por el sacerdote Arturo Aldo Pinto fue alcanzada por un Peugeot 404 que según la acusación provocó el vuelco del vehículo.
El periodista Guillermo Alfieri, cofundador del diario que circula en la provincia de La Rioja, Independiente, recordó recientemente que el 13 de junio de 1973 Bergoglio se encontraba en la Rioja para participar de un retiro espiritual con un grupo de jesuitas. Ese día, en la localidad de Anillaco, Angelelli fue atacado por una patota de “Cruzados de la fe que obligaron al obispo a suspender las fiestas patronales”. Dos meses después Bergoglio regresó a La Rioja en carácter de provincial de los jesuitas, acompañando la visita del general de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe, preocupado por las agresiones contra religiosos y laicos.
En el año 2006, cuando se cumplieron treinta años del supuesto accidente, Bergoglio conmemoró con una misa en Punta de los Llanos la muerte de Mons. Angelelli –hijo de inmigrantes italianos como él- que en varias oportunidades le había enviado seminaristas durante la época del gobierno militar para ponerlos al seguro de la represión, sobre la que además estaba investigando personalmente. “Una persona como él (Angelelli) –considera el periodista Nello Scavo recostruyendo la trayectoria de Bergoglio durante los años de la dictadura- nunca hubiera aceptado entregar sus seminaristas en manos de los verdugos. Por eso, cuando decidió ponerlos a salvo, el obispo pidió al padre Bergoglio que se ocupara personalmente de ellos. Por esa razón fueron acogidos en la casa de San Miguel, en Buenos Aires”. Guillermo Alfieri, que en esa época era cronista del diario Independiente, cita la homilía que pronunció en esa conmemoración del 4 de agosto de 2006, el arzobispo de Buenos Aires. “Monseñor Angelelli estaba enamorado hasta tal punto de su pueblo que su corazón de poeta frustrado –como le decíamos en broma- llegó a escribir verdaderos requiebros de amor”. Y Bergoglio recitó algunos de esos versos: Hondura de quebradas y silencio,/ arenales sedientos y bravíos,/ cardonales vigías en horizontes,/ llenos de cerros escondidos…/ así es el alma de mi pueblo./ Promesante con la fe de peregrino./ Caminante incansable de recuerdos,/ Alforja cargada de esperanzas,/ Con el ritmo del ton ton de las cajas…/ Así es el alma de mi pueblo.
Después siguió diciendo que era “un enamorado de su pueblo que lo acompañaba en el camino, y lo acompañaba hasta las periferias, las periferias geográficas y las existenciales”. Bergoglio recordó en la homilía una expresión de Angelelli: «“Aquí la historia es camino y el hombre siempre un proyecto” y porque el hombre era un proyecto acompañaba a cada hombre, a cada mujer, a cada chico, a cada anciano, a cada persona de su pueblo en este proyecto para que madurara, para que diera lo mejor, para que la gloria de Dios se manifestara en ese rostro que el mismo Dios había amasado y soplado con su espíritu». En la multitudinaria celebración en Punta de los Llanos, donde se levanta la pequeña ermita que señala el lugar donde murió Angelelli, Bergoglio expresó también la convicción de que la Iglesia de La Rioja era perseguida y comparó los ataques sufridos por Angelelli con los que padeció San Pablo en Filipos, “a través de los consabidos métodos de la desinformación, la difamación y la calumnia”. Y citó “la hermosa frase” de los primeros cristianos: “Sangre de mártires, semilla de cristianos”.
La Iglesia de La Rioja se ha constituído en parte querellante en el juicio contra los presuntos mandantes del asesinato, que se encuentra ahora en la fase conclusiva, y ha solicitado al tribunal penal que los dos imputados Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella sean condenados por “odio contra la religión”. También ha solicitado la revocatoria de los arrestos domicialiarios para ambos, argumentando que el obispo había sido perseguido y tratado con desprecio como “obispo rojo, comunista, extremista, tercermundista” hasta el punto de que “el jefe (del Regimiento de La Rioja, coronel) Osvaldo Héctor Pérez Bataglia y el director del diario El Sol, Ricardo Furey, entre otros, festejaran su muerte y brindaran por ella”.