Algunos estaban al corriente e incluso le habían pedido al Papa que intercediera durante su encuentro del lunes con Cristina Kirchner, pero no hay noticias al respecto. Ahora el almirante genovés no tendrá más remedio que levar anclas y emprender viaje hacia el último puerto, que hasta el momento en que escribimos nadie sabe cuál será. La gigantesca estatua de Cristóbal Colón que empuña orgullosamente un mapa y su calejo, y se yergue desde hace décadas en la plaza frente a la Casa Rosada resistiendo el terrorismo de los ’70 y la dictadura militar, las inundaciones y otras catástrofes naturales, no pudo capear los embates de la viuda de Kirchner. El año pasado fue removida de su pedestal entre la casa de gobierno y el puerto, donde la había colocado la comunidad italiana en mayo de 1910 en homenaje al primer siglo de independencia argentina. La acostaron en el suelo, la dividieron en pedazos y la embalaron para ser restaurada; ahora volverán a armarla y será colocada en algún otro lugar de la ciudad.
Las firmas, los petitorios, las protestas en Plaza de Mayo y las exposiciones judiciales de diversas asociaciones de italianos no lograron ningún resultado, y la resignación ya está invadiendo hasta los más obstinados, que ahora se proponen conseguir por lo menos una buena ubicación para el glorioso símbolo de la italianidad en Argentina. Se ha descartado la ciudad turística de Mar del Plata, se ha descartado el aeropuerto de la ciudad de Buenos Aires con vista al Río de la Plata –por razones de seguridad aérea-, se ha descartado Puerto Madero –la zona del viejo puerto reciclada en la época de Menem-, se ha propuesto la idea de la Recoleta, la zona exclusiva de Buenos Aires, con la Iglesia del Pilar y el cementerio monumental metropolitano donde descansan cientos de patriotas y famosos. Éste fue el último intento para tratar de evitar otras ubicaciones más modestas, como la insistente versión de la Avenida Escalada en el barrio de Villa Lugano, fuertemente resistida por las asociaciones tricolores. Por el momento, un escueto informe técnico opone a la alternativa más aceptada la fragilidad del terreno, que no soportaría las 630 toneladas de la escultura con sus 26 metros del altura. Pero el peritaje no es suficiente para desalentar a los irreductibles.
Cristóbal Colón se va y Juana Azurduy, heroína de la independencia sudamericana, donada a la Argentina por el gobierno boliviano, se prepara para tomar su lugar.