Cuando se acerca el primer aniversario de la renuncia de Benedicto XVI, nos planteamos la misma pregunta que un año atrás: ¿era previsible el gesto del Pontífice? ¿Era posible vislumbrar, antes del 11 de febrero, algún “dato” que permitiera anticipar con cierta razonabilidad la renuncia del Papa? Le planteamos la pregunta a varias personas que conocen y siguen, incluso profesionalmente, las alternativas vaticanas, y la respuesta unánime fue “no”.
Solo un periodista, de todos los interpelados, admitió que tuvo una remota “sospecha de que algo no estaba siguiendo los carriles habituales”. Lo explica más o menos de la siguiente manera:
La edición del Anuario Pontificio 2013 en una “situación normal” debía contener todos los datos del Papa “reinante”, Benedicto XVI. El grueso volumen, según la tradición, en el mes de marzo ya debía estar publicado. Sin embargo, el Anuario Pontificio 2013 salió recién a mediados de mayo y obviamente los datos del Pontífice corresponden al Papa Francisco, que a esa altura llevaba dos meses en el cargo.
Nuestro interpelado agrega: Por casualidad supe que se había frenado la impresión del Anuario, o mejor dicho, que a principios de febrero se hizo llegar a la Tipografía Vaticana la indicación de demorar la impresión a la espera de algunas modificaciones importantes. “Traté de conseguir alguna explicación más concreta a través de diversas fuentes, pero no me fue posible. Todos parecían estar en las nubes cuando les hacía alguna pregunta”.
Más allá de este relato, que puede ser solamente una “anécdota significativa”, a nadie se le ocurrió sospechar la posibilidad de una renuncia del Papa. Como es bien sabido la cuestión siempre estuvo presente en la vida de la Iglesia, en los últimos años. Joseph Ratzinger ya se había referido al tema, tanto siendo cardenal como Papa. Otros altos prelados, en varias oportunidades y diversas circunstancias, reflexionaron sobre la posibilidad de la renuncia de un pontífice. De todos modos, siempre se habló en términos generales, en forma teórica, como una posibilidad prevista por el Código de Derecho Canónico y sin hacer ninguna referencia específica.