Rafael Rojas, historiador y literato cubano, analiza atentamente el proyecto para la nueva Constitución de su país, aprobado por la Asamblea Nacional del Poder Popular y que ahora pasa a “las bases” para ser discutido en las organizaciones del Estado, analizado por el Parlamento y finalmente ser sometido a referéndum en los próximos meses (Cfr. Cambia la Constitución. Y Cuba?).
«El texto», explica Rojas, «preserva intactos los mecanismos básicos del régimen político de la isla: el Partido Comunista único, la ideología de Estado “marxista-leninista-martiana” y –ahora– “fidelista”, la elección indirecta del Presidente, a partir de una candidatura única propuesta por el Buró Político del partido oficial, o el absurdo candado del “socialismo irrevocable”. Pero, a la vez, introduce alteraciones importantes en el funcionamiento de ese régimen y su interacción con la ciudadanía por medio de una serie de cambios institucionales, además de la flexibilización de derechos económicos, jurídicos y civiles». Se admite la existencia de la propiedad privada, se habla de mecanismos de mercado y de la importancia de las inversiones extranjeras para la economía cubana y muchas otras cosas que en conjunto podrían incidir en el rostro del sistema político posrevolucionario que estuvo en vigencia durante más de medio siglo. Pero curiosamente el Artículo 68 que reconoce el matrimonio homosexual es el que más concentra la atención de la sociedad o, para ser más exactos, de las organizaciones que la representan, y no solo de ellas porque, considerando los relevamientos de El Nuevo Herald, los expatriados cubanos y los miembros de la gran diáspora de Miami también han focalizado en este punto sus observaciones, críticas y aportes. «Desde los trabajadores comunes que participan en debates organizados por el Estado sobre la nueva propuesta de Constitución hasta voces de la jerarquía católica o religiosos evangélicos. El cambio en la definición de matrimonio como “la unión entre dos personas”, ha movilizado la opinión pública como ninguna otra cláusula sobre el sistema político».
Una crítica abierta a la equiparación del vínculo matrimonial con la unión entre personas del mismo sexo la formuló el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García Ibáñez desde el sitio de la Conferencia Episcopal Cubana, lo que permite suponer que representa la posición de la Iglesia en la isla. «Este cambio es el que preocupa a muchos, pues como la Constitución es una norma que establece “valores y principios mínimos” , posteriormente se podrían hacer leyes complementarias que, por ejemplo, legalicen el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, se les permita adoptar niños o niñas privándolos a éstos desde el nacimiento de tener un padre o una madre”, afirma el arzobispo, y añade que la legalización del matrimonio igualitario es una idea “ajena” a la cultura cubana y un producto del “imperialismo cultural” y el “colonialismo ideológico”.
La Iglesia Católica no es la única que rechaza la propuesta del matrimonio igualitario incluida en el proyecto de reforma constitucional, que por otro lado cuenta con muchos defensores entre los principales dirigentes del Partido comunista como Mariela Castro Espín, diputada e hija del ex presidente Raúl Castro, quien dirige el Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX). A fines de junio cuatro Iglesias evangélicas se pronunciaron contra la modificación del concepto de matrimonio. En una carta abierta, la Liga Evangélica de Cuba, las Convenciones Bautistas de Occidente y Oriente, así como la Iglesia Metodista y la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios denunciaron que la “ideología de género” no tiene relación alguna con la cultura cubana “ni con los líderes históricos de la Revolución”. El grupo de Iglesias anunciaron una campaña para “sensibilizar a las autoridades sobre el peligro que puede traer para la nación el matrimonio igualitario”.
En pocas palabras, el debate sobre el tema ha caldeado más los ánimos que muchos otros relacionados con la economía, las libertades civiles, el sistema electoral, las alianzas internacionales o los derechos humanos, y la prensa cubana oficial lo registra en las páginas de los diarios y en la televisión, dando el mismo espacio a las voces que expresan rechazo de la propuesta de modificar la definición de matrimonio en el proyecto de la Constitución, cuyo texto final debería ser aprobado en un referéndum el año que viene.
En las jóvenes redes sociales de Cuba, el tema rebota constantemente. La página de Facebook “Cuba por mi familia”, por ejemplo, que agrupa a unas doscientas personas, publicó un video en el cual dicen reflejar “una profunda preocupación de gran parte del pueblo” por la posible aprobación del matrimonio igualitario. El video está protagonizado por un niño con los labios pintados y afirma que la propuesta sobre el matrimonio igualitario responde a “presiones” de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales que condicionan la ayuda ofrecida a Cuba a la inclusión de este cambio. Dicho argumento ya se planteó en otros países de América Latina en relación con las leyes sobre la legalización del aborto, referidas como imposiciones externas orientadas al control de la natalidad.
¿Serán suficientes las críticas y las oposiciones para descartar, cuando llegue el momento, una reforma que los cubanos, probablemente en su mayoría, no consideran necesaria? Quizás las palabras más sabias llegan precisamente de algunos miembros de la comunidad LGBTI de Cuba – lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales – que hizo saber que sigue con interés las discusiones sobre la propuesta constitucional. “Para mí el matrimonio gay no debía ser el centro del debate”, comentó el estudiante universitario Oscar Alejandro Pérez Enríquez en una entrevista realizada por El Nuevo Herald. “Hay reformas en [el proyecto de] la nueva Constitución que interesan más, como el tema de las elecciones o la propiedad privada”. Varios homosexuales y transexuales entrevistados por el blog cubano 14ymedio por teléfono coincidieron en que la situación para la comunidad LGBTI en Cuba ha mejorado aunque la discriminación perdura. “La discriminación no es que vaya a desaparecer pero la sociedad es un poquito más tolerante. Estamos viviendo otros tiempos”, dijo la transgénero Isabel Crono de 43 años, cuyo nombre legal es Ahmed Esonda, “pero siempre habrá personas homofóbicas”.