Es un viaje importante el que harán a Roma las nuevas autoridades del episcopado argentino a comienzos de febrero. No solo porque será el primer encuentro con el Papa de una cúpula renovada, muy en sintonia con Bergoglio, sino por los temas que serán tratados de manera explícita o implícita, empezando por el viaje de Francisco a su tierra, cuya postergación ya resulta incomprensible incluso para los mismos prelados. Hasta el vocero del episcopado, Jorge Oesterheld, declaró a Radio Mitre: “Es doloroso que [el Papa] pase por arriba nuestro y aterrice en otro lado”. Doloroso y también “medio raro que Francisco no haya visitado el país”, como enfatizó Oesterheld, notoriamente prudente, reconociendo después que “nos cuesta un poco a los argentinos digerir esto”, de que llegue hasta la frontera y siga de largo. Sea cual fuere la razón: la “grieta”, el presidente Macri, los intentos de manipulación de los peronistas o las tres cosas al mismo tiempo, en dosis que no acaban de alimentar infinitas discusiones, el “dolor”, el “desconcierto”, se ha convertido en un sentimiento ampliamente transversal a los bandos políticos (y también intelectuales) y que ha invadido a todo el pueblo católico. Incluso ese pueblo “fiel y humilde” que vive en las periferias de las villas miseria que Bergoglio visitaba con frecuencia en sus años de arzobispo de Buenos Aires. No es razonable pensar que este viaje a Roma de la cúpula de la Conferencia Episcopal que acaba de ser elegida hace poco menos de tres meses, tan obligado como se quiera, institucional y programado con anticipación, no transmita toda esa intensa expectativa frustrada durante casi cinco años y no renueve la invitación, para dejar finalmente definido lo que hasta ahora fluctuaba en la agenda íntima del Papa argentino.
El viaje a Roma del nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Oscar Vicente Ojea, “hombre del Papa” como fue inmediatamente etiquetado, junto con los miembros de la Comisión ejecutiva del Episcopado argentino, entre ellos el sucesor de Bergoglio en Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli – la reunión con el Papa está prevista para el sábado 3 de febrero – ha sido precedido por gestos cargados de significado. Ojea ya estuvo con el Papa en Chile y cuando volvió a Argentina, habiendo terminado la visita, grabó un video donde lamenta la deliberada distorsión de las crónicas que publicaron los principales medios de su país. La referencia, aunque no da nombres, corresponde a los dos diarios más importantes, Clarín y La Nación, que en los últimos tiempos han arremetido lanza en ristre contra las “parcialidades” políticas de Bergoglio, que lejos de achicar la famosa e histórica fractura de la sociedad argentina, estaría favoreciéndola. “Al Papa se le tiene miedo, se le tiene miedo a su liderazgo y a su capacidad de aglutinar a las personas en torno a sus ideas y a su figura” afirmó Ojea en una entrevista publicada por el diario de orientación radical Página 12 que fue inmediatamente reproducida por la agencia nacional Télam. Con lenguaje inusualmente duro, el “jefe” de los obispos argentinos se refirió a los críticos de su país: “Hay personas que escamotean los temas como si hubiese un mandato de no ponderar demasiado al Papa. Siempre aparece un ‘pero’… es como si existiera la decisión de no dejarlo crecer”. Como testigo ocular del viaje papal a Chile, afirmó que era “una mentira” el intento de presentar la visita como un fracaso por la falta de gente en los encuentros previstos: “La estadía de Francisco en Chile fue sumamente positiva, una verdadera fiesta, una fiesta popular”.
Simultáneamente con las declaraciones de Ojea, el equipo de sacerdotes de las villas miseria denunciaron a su vez que detrás de las críticas de “populismo religioso” dirigidas contra el Papa en las últimas semanas se oculta la intención, real en este caso, de “levantar muros y cavar fosas”, precisamente para mantener alejado al Papa de su país.
Otro gesto sumamente significativo que viajará a Roma en la valija del nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal y sus acompañantes, es la visita que éste realizó el miércoles 24 de enero a las Abuelas de Plaza de Mayo en su sede, ubicada a metros del Congreso argentino. Pocas semanas atrás el obispo castrense Santiago Olivera, había dado a conocer la existencia de un “registro de bautismos” en la capilla de la tristemente famosa Escuela Militar de la Armada (ESMA), donde eran llevados los secuestrados por la dictadura. Ojea confirmó a Estela de Carlotto, presidente de la Abuelas de Plaza de Mayo, que el registro será puesto a disposición, como ya se hizo con otros archivos de la Iglesia correspondientes a los años de la dictadura militar que fueron desclasificados por Bergoglio. Tanto las Abuelas como otros organismos de derechos humanos reclamaban el acceso a esta documentación para conocer el destino de los desaparecidos y de los niños y niñas nacidos en cautiverio, para lo cual el presidente de los obispos argentinos declaró estar dispuesto a prestar toda su colaboración.