En los cuatro años que han pasado desde la elección del Papa Francisco resulta realmente impresionante constatar el número de libros y artículos publicados, en diferentes lenguas, sobre su pontificado, algunos de ellos biográficos y otros basados en el trabajo pastoral del obispo Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires. Muchos textos están dedicados a su reforma de la Iglesia, en particular de la Curia Romana, a su opción por los pobres, a su estilo de comunicación, al desempeño de Francisco en el actual contexto internacional. Tal abundancia de publicaciones es signo de un tiempo rico en sorpresas, de la amplia empatía y el interés que genera el testimonio y la intensa actividad que despliega el Santo Padre. Ello demuestra indudablemente la curiosidad de un vasto público de lectores, que trasciende el ámbito eclesial y abraza personas muy alejadas de la Iglesia de Roma. El tema “Francisco” entra en las conversaciones de la gente común y de las élites de todo el mundo.
Dentro de ese panorama, el libro de Massimo Borghesi no se confunde con la marea editorial dedicada al pontificado. Se trata, en efecto, de un estudio de gran importancia, que analiza un aspecto esencial, decididamente descuidado, para la comprensión del actual pontífice: la génesis y el desarrollo de su “pensamiento”. En este libro, titulado Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual. Dialéctica y Mística, el autor presenta un enfoque original respecto de toda la literatura sobre Francisco. Con extraordinaria capacidad de investigación y recuperación de fuentes, el texto ofrece una sistemática profundización del substrato cultural y de las influencias intelectuales que contribuyeron a formar la personalidad y el “pensamiento” de Jorge Mario Bergoglio. El resultado es un aporte indispensable para conocer mejor la personalidad compleja del Papa Francisco, en la que se conjugan su experiencia pastoral, mística e intelectual.
La escasez de referencias a su biografía intelectual se debe, en primer lugar, al mismo Papa Francisco, a quien no le gusta hacer ostentación de sus dotes y cualidades al respecto, y sin duda no agradecería el calificativo de “intelectual”. Como es sabido, Bergoglio detesta los intelectualismos abstractos, siempre expuestos a la tentación de una derivación ideológica, muros que encierran y distraen de la relación con Dios y con su pueblo. Tampoco le gusta incluir en las homilías, catequesis o mensajes, razonamientos teológicos que no sean breves, adecuados y comunicados de manera sencilla. Prefiere siempre privilegiar esa “gramática de la sencillez” – que nunca es simplismo – con su manera directa y auténtica de expresarse, de comunicar, para dirigirse a todos y cada uno, y llegar al corazón de todos los que lo escuchan, cualquiera sea el lugar donde se encuentren o el nivel de instrucción o de formación cristiana que tengan. Por eso quiere que su lenguaje sea comprensible para todos, acompañándolo con imágenes que son como “instantáneas” de la realidad cotidiana y con gestos simbólicos. ¡El Papa Bergoglio habla sencillamente porque quiere hablar así! No es casual que el Papa defina el poder de la comunicación como “poder de la proximidad”, llena de ternura y de compasión, propia del Pastor guiado por el realismo de la encarnación. Jesús también agradecía al Padre porque había «ocultado estas cosas a los sabios y a los poderosos» y las había «revelado a los pequeños» (Mt 11,25). Y Pascal, en sus Pensamientos, reflexiona que Jesucristo «dijo las cosas grandes con tanta sencillez que parece no haberlas pensado», pero «¡es evidente que las había pensado!». Para el Papa Francisco esta es la modalidad esencial de acercamiento a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a los que están lejos de la Iglesia y no tienen una instrucción cristiana. Hay que concentrarse en lo esencial «que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante» (Evangelii gaudium, 35). Este es hoy el “caminito” de la fe cristiana. Como afirma Massimo Borghesi, en el Papa Bergoglio la simplicitas es un «punto de llegada que presupone la complejidad de un pensamiento profundo y original». Esta complejidad puede escapar a quien, habituado al gusto literario, estético y teológico que implicaba la lectura de los textos y las alocuciones del Papa Benedicto, el mayor teólogo viviente, se confronta ahora con un lenguaje más “directo”, hablado, dirigido a las multitudes de gente común más que a minorías intelectualmente preparadas.
A las perplejidades de algunos, que no logran sintonizar con el estilo de comunicación del nuevo Papa, se suma la desconfianza de ciertos ambientes eclesiales e intelectuales respecto de un Papa “latinoamericano”, “argentino”, “populista”, al que no consideran a la altura de los parámetros culturales europeos. Estos críticos se muestran insensibles al abrazo universal y al mensaje estrictamente evangélico del Papa. Siguen encerrados en una vieja Europa, donde todavía arden las brasas del gran fuego que fue su mejor tradición, pero que hoy ya no genera nada: ni hijos – estamos en pleno invierno demográfico –, ni nuevas corrientes intelectuales, movimientos u horizontes políticos que abran paso a un destino de esperanza. Son como esos “doctores de la Ley” que se preguntaban si acaso podía venir algo bueno de Nazaret, del hijo de un carpintero. En este caso Nazaret se refiere al Cono Sur del mundo. En este panorama, el valor del libro consiste en ubicar a Bergoglio dentro de una rica tradición intelectual, cuyas raíces se encuentran en Argentina y su fecundidad radica en el diálogo estrecho que sabe entablar con las corrientes más fecundas del catolicismo europeo.
El estereotipo del Papa “argentino” sin duda es cierto en alguna medida. Pero, como documenta el trabajo que presentamos, no se debe absolutizar. Bergoglio es argentino y al mismo tiempo, por los autores de su formación y por sus lecturas de referencia, profundamente europeo. Como indica su dialéctica polar, profundizada en el encuentro ideal con Romano Guardini, él mismo es “puente” entre dos continentes. De allí la utilidad del libro de Massimo Borghesi, que ofrece un cuadro de extraordinaria riqueza mostrando las distintas vetas culturales e intelectuales que convergen en la personalidad del futuro Papa y constituyen el sustrato que ilumina su magisterio y su acción pastoral. El lector puede así comprender la verdadera génesis del pensamiento de Jorge Mario Bergoglio, que había permanecido oculta hasta ahora para los diversos intérpretes. Dicha génesis se basa una concepción dialéctica, “polar”, de la realidad, que el joven estudiante de filosofía y teología del Colegio San Miguel madura a la luz de la renovación de la concepción ignaciana que lleva a cabo su profesor Miguel Ángel Fiorito, y de la lectura que hacían de los Ejercicios espirituales algunos intelectuales jesuitas como Gaston Fessard y Karl-Heinz Crumbach. Allí tiene su origen el redescubrimiento de la mística jesuítica y la valoración de la figura de Pierre Favre, leído a través de Michel de Certeau. La visión dialéctica demostrará su importancia cuando Bergoglio, joven Provincial de los jesuitas argentinos, en los turbulentos años’70 se compromete con una visión sintética de la Compañía de Jesús, de la Iglesia y de la sociedad, que le permite sustraerse a la confrontación desgarradora entre los partidarios de la dictadura militar y los revolucionarios filomarxistas. Es el mismo enfoque dialéctico que lo lleva a encontrarse con Amelia Podetti, la “filósofa” argentina más aguda de los años ’70, y con Alberto Methol Ferré, el intelectual católico latinoamericano más importante de la segunda mitad del siglo XX. La reflexión de Bergoglio, como bien muestra Borghesi, le debe mucho a una tradición propia del pensamiento jesuítico. Una tradición que, partiendo de Adam Möhler, entiende la Iglesia como coincidentia oppositorum, concepción que encontramos también en Erich Przywara, Henri de Lubac y Gaston Fessard. Dicha orientación explica por qué Bergoglio elige como tema de su tesis doctoral en Alemania, en 1986, la “oposición polar” de Romano Guardini. Borghesi traza así un hilo conductor del pensamiento de Bergoglio cuya presencia no había sido advertida por los estudiosos. Lo que explica también, en gran medida, las acusaciones de quienes, hostiles a la línea del pontificado, no han dudado en tachar a Francisco de escasa preparación teológico-filosófica.
El mérito del libro de Borghesi es situar la visión ideal de Bergoglio en el escenario histórico, eclesial y político de la Argentina de los años ’70 y ’80. Podemos así comprender su peculiar juicio sobre el “peronismo” y su crítica a la teología política a partir de un horizonte intrínsecamente agustiniano. Ilumina asimismo su simpatía por la “Teología del pueblo”, la corriente de la Teología de la Liberación elaborada por la escuela del Río de la Plata, que conjuga la opción preferencial por los pobres, confirmada en el Documento de Puebla (1979) de la Iglesia latinoamericana, con una firme oposición al marxismo. Esta escuela, cuyos protagonistas fueron Lucio Gera, Rafael Tello, Justino O’Farrell, Juan Carlos Scannone y Carlos Galli, tuvo una influencia decisiva en los documentos de Puebla y Aparecida (2007). A ella se debe el redescubrimiento de la religiosidad popular, tema predilecto de Bergoglio, quien no por eso está menos atento a la dimensión propia del “encuentro” que caracteriza el testimonio cristiano en el horizonte secularizado propio de las grandes metrópolis. De allí el desarrollo que tuvo, en la reflexión de los últimos años, la categoría de la “belleza” en su unidad con el “bien” y la “verdad”; reflexión que debe mucho a la lectura del gran teólogo Hans Urs von Balthasar.
Del Papa Francisco se ha subrayado el pensamiento “abierto”, con viento a favor, vulnerable al Misterio cada vez más grande y siempre inasible. Por eso, sin duda, la obra de Massimo Borghesi no tiene tanto la pretensión de cerrar cuanto de abrir el camino hacia ulteriores profundizaciones de la biografía intelectual de Jorge Mario Bergoglio-Papa Francisco. Los dos gruesos volúmenes de Escritos teológicos pastorales de Lucio Gera, recientemente publicados, ofrecen nuevo material de investigación sobre un autor clave. El pensamiento de Lucio Gera, padre y maestro de toda una generación de sacerdotes argentinos, sepultado por deseo del arzobispo Bergoglio en la catedral de Buenos Aires, ha tenido un profundo eco en las últimas Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.
En la “biografía intelectual” de Bergoglio, que fue profesor de filosofía, teología y literatura, también merece ocupar un lugar su pasión literaria. Él llegó a comprender mejor la realidad de su pueblo a través de la poesía nativa, gauchesca, del Martín Fierro hasta llegar a los contemporáneos metafísicos, aunque muy distintos entre sí, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal. Ha leído reiteradamente Los novios de Alessandro Manzoni, con todas sus implicaciones de religiosidad popular, y ama la lectura de Dostoevskij con el entramado de pecado, culpa, castigo, perdón y redención en el alma humana. También aprecia las paradojas de Chesterton, y no es casual que los Padres de la Iglesia hayan definido el misterio de la Encarnación como “paradoja de las paradojas”. Es lector de León Bloy, ese converso iracundo, “políticamente incorrecto”, que se hubiera divertido viendo que lo citaban en la primera homilía del Papa Francisco: «el que no reza al Señor, reza al diablo». Bloy fue muy importante en la conversión de Charles Péguy, cuyas páginas le complace repasar al Papa en el poco tiempo que le deja libre su intensa agenda de compromisos, cuando encuentra alguno de sus libros entre las pilas que se acumulan sobre el escritorio de la Domus Sanctae Marthae. El Papa también ha citado a Bernanos y su Diario de un cura rural en el retiro para sacerdotes durante el Año Jubilar de la Misericordia.
Estas lecturas no constituyen un género menor para una biografía intelectual. Como afirma Hans Urs von Balthasar, refiriéndose a la gran literatura francesa de la primera mitad del siglo XX: «Podría resultar que en los grandes literatos católicos hubiera una mayor vida intelectual original, grande y capaz de crecer al aire libre, que en nuestra teología actual, de corto alcance y que se contenta con poco» (Le Chrétien Bernanos, Seuil, Paris 1956).
Si la formación intelectual y la experiencia sacerdotal y pastoral proceden juntas, en la biografía de Jorge Mario Bergoglio están marcadas, como releva Borghesi en el subtítulo del libro, por la experiencia mística, de discernimiento orante, que acompaña sus jornadas. En compañía de los santos – dirá también von Balthasar – se advierte una “existencia teológica”, en la medida en que sus vidas ponen de manifiesto, de manera existencial, una doctrina viva, donada por el Espíritu Santo para el bien de toda la Iglesia. Toda acción pastoral y toda reflexión teológica comienzan “de rodillas”, repite el Papa Francisco. Quiere decir entonces que indudablemente su biografía intelectual es inseparable de las vías a través de las cuales la Providencia lo ha llevado hacia un radicalismo evangélico en el encuentro con el Señor, para el bien de toda la Iglesia en el actual momento histórico.
*Vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina
Introducción a: Massimo Borghesi, “JORGE MARIO BERGOGLIO. Una biografia intellettuale. Dialettica e mistica”. Jaca Book, Milano 2017
Traducción del italiano de Inés Giménez Pecci