La presidente de Chile Michelle Bachelet, a quien se esperaba en el Vaticano el próximo mes de noviembre para participar en un evento organizado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y entrevistarse con el Papa Francisco, ha comunicado, como hicieron saber fuentes diplomáticas, que no viajará, y por lo tanto no podrá asistir al Congreso sobre el Medio Ambiente. La decisión es significativa. La visita de Michelle Bachelet podía ser fundamental, tanto por lo que respecta a la controversia entre su país y Bolivia como por la inminente visita de Francisco a Chile, prevista entre el 15 y el 18 de enero de 2018.
En el primer caso, la Santa Sede y Chile consideran que sobre la controversia por una salida boliviana al Pacífico nadie debería adelantar ningún tipo de opinión o de hipótesis hasta que haya emitido su sentencia el Tribunal Internacional de La Haya, prevista para el año que viene. Para el Vaticano y el gobierno chileno la regla de oro en este campo es evitar a toda costa que dicho tema pueda introducirse en la visita del Pontífice a Chile. Por lo tanto, hay que excluir que cualquiera de los dos interlocutores haga alguna referencia antes de tiempo.
Aquí se plantea otro problema, delicado y de no poca envergadura: ¿qué hará el presidente boliviano Evo Morales? El mandatario, según lo que se sabe hasta ahora, debería ser recibido en el Vaticano el viernes 15 de diciembre. Por el momento no existe una razón concreta que justifique este encuentro y desde el principio el gobierno de Bolivia se encargó de proporcionar toda la información al respecto; solo posteriormente tuvo una confirmación genérica de parte vaticana, pero en ningún caso, hasta hoy, hubo una explicación sobre la motivación y el contexto en el cual se inserta el encuentro.
Las fuentes diplomáticas consideran que es posible que después de la suspensión de la visita de Michelle Bachelet se suspenda también la visita de Evo Morales. La razón es muy sencilla y la confirman varios precedentes: el mandatario boliviano tiene la costumbre de leer e interpretar los encuentros con el Pontífice – ya mantuvo cinco – de manera bastante arbitraria e inescrupulosa. En el pasado, esa situación ha creado no pocos problemas a la diplomacia vaticana, que obviamente no responde por el lenguaje y el estilo del presidente Morales.
Ahora existe la inquietud de que el presidente pueda elevar el tiro, comprometido como está en imponer jurídicamente su tercera candidatura a la presidencia, que por otra parte ya le fue negada en el referendo popular del pasado mes de febrero. Morales considera que la oposición a su reelección está encabezada por la Iglesia católica local, que en reiteradas oportunidades manifestó su perplejidad sobre esa eventualidad porque es contraria a la Constitución y a la voluntad mayoritaria del pueblo. Como ya ocurrió en el pasado, la respuesta de Morales ha sido perentoria y agresiva. Ya hace varias semanas que él personalmente y sus ministros comenzaron una seguidilla de ataques contra el episcopado boliviano, incluyendo calumnias y amenazas. Pocos días atrás, Morales hizo salir a la palestra al alcalde de los campesinos cocaleros para lanzar amenazas no veladas contra los obispos.
A esta altura las preguntas son obvias: ¿qué tiene que hacer en el Vaticano el presidente boliviano Evo Morales? ¿Qué debería decir el Papa? ¿Qué espera del Pontífice, de la Santa Sede y de la diplomacia vaticana?
Es evidente que el propósito de la visita del presidente es meramente electoral, y hasta aquí no habría problemas, porque el Vaticano sabría cómo reaccionar y conducir una visita con dicha finalidad. Lo que en cambio resulta difícil controlar es una eventual “bolivianización” de la visita del Papa Francisco a Chile. Si se analizan los movimientos de Morales, resulta claro que el mandatario tiene su propio plan por lo que respecta a la presencia del Papa en Chile y por lo tanto algo planea para “perturbar” el evento, tratando, por ejemplo, de difundir la idea y la imagen de que “el Papa Francisco es un amigo especial para él” y que, entre Bolivia y Chile, el Santo Padre está a favor de Bolivia.
Una eventualidad como esta sería una verdadera bomba de tiempo en la peregrinación del Pontífice a Chile, que ya de por sí se presenta difícil, delicada e intensa.