Una larga preparación, que comenzó con la beatificación en el mes de mayo de 2015 y llega a su término natural: el centenario del nacimiento de Oscar Arnulfo Romero el 15 de agosto de 1917 en la pequeña localidad de Ciudad Barrios, segundo de siete hijos de Guadalupe Galdámez, una sencilla mujer del pueblo, y Santos Romero, telegrafista de profesión. Las esperanzas de los salvadoreños, naturalmente, eran que el aniversario coincidiera con la canonización, pero para eso habrá que esperar un poco todavía. No mucho, considerando que el sponsor número uno del obispo mártir, el Papa Francisco, les dijo a los obispos de El Salvador, cuando lo visitaron el pasado mes de marzo, que “la causa está en buenas manos”, frenando la impaciencia de los prelados pero dando a entender que el momento está cerca. La espera, como lo demuestran las celebraciones para preparar el centenario, no será tiempo perdido. Muy al contrario. Gregorio Rosa Chávez, recientemente creado cardenal, quien dedicó la púrpura a monseñor Romero declarando que recibía la berretta roja en su honor, ve realizado su “sueño de ver que poco a poco todo el país se pone en movimiento”. “El signo exterior más claro”, dijo hace un año a Tierras de América, “serían las peregrinaciones a los santos lugares de Romero, incluyendo el pequeño pueblo donde él nació hace casi cien años, Ciudad Barrios”.
Precisamente Ciudad Barrios será el destino de la procesión prevista para el 13 de agosto que promueven conjuntamente las diócesis de San Miguel, en cuyo seminario ingresó el joven Romero alrededor de 1930, con apenas doce años, y Santiago de María, la diócesis de la región oriental de El Salvador de la que fue nombrado obispo el 15 de octubre de 1974 a los 57 años. El día anterior, el 12 de agosto, cruzará la diócesis de Santa Ana una peregrinación en la que confluirá toda la región occidental del país para culminar en una misa presidida por el obispo de la provincia, Miguel Ángel Aquino Morán, y el Nuncio apostólico en El Salvador, monseñor León Kalenga Badikebele, quien pronunciará la homilía. En esta oportunidad también está prevista una alocución del nuevo cardenal, Gregorio Rosa Chávez. El último acto de los festejos por el centenario se llevará a cabo el día del nacimiento del futuro santo, el 15 de agosto, en la catedral de San Salvador, con una celebración solemne presidida por el cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile, elegido por el Papa para representarlo. Ezzati, salesiano, estará acompañado por Rafael Edgardo Urrutia, Canciller de la arquidiócesis de San Salvador y Vicario Episcopal para los Movimientos y las Asociaciones de fieles laicos, quien ha participado activamente en el proceso de beatificación de Romero, y por Reinaldo Sorto Martínez, párroco de San José de la Montaña, vicario episcopal y director de Radio San José, que durante muchos años estuvo a cargo de Romero.
En una carta en latín fechada el 18 de julio de 2017 y que se dio a conocer el 5 de agosto de este año, el mismo Francisco explica que ha sido invitado a la celebración por los cien años del nacimiento de Romero en su tierra natal. En la misma carta resume las circunstancias de su muerte, el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba la misa en la capilla del hospital de la Divina Providencia de San Salvador, y hace referencia al hecho de que “los mandantes y ejecutores no han sido identificados”. El Papa también recuerda – y no deja de ser significativo – que “en la misa del funeral participaron 350.000 personas, 300 sacerdotes y 30 obispos de todo el mundo” y que el rito fúnebre “no pudo llegar hasta el final porque una bomba y disparos de armas de fuego automáticas sembraron el pánico. Se estima que unas cincuenta personas – muchos niños – murieron aplastadas y cerca de diez por las balas”.
Desde hace poco más de un año las reliquias de Romero caminan de parroquia en parroquia por toda la provincia eclesiástica de San Salvador. El lunes 24 de julio en la capilla de la Universidad Centroamericana, la misma donde se produjo la masacre de los jesuitas en noviembre de 1989, se expuso la urna que contiene las reliquias del beato Romero, como parte del recorrido por las parroquias del país que comenzó en la diócesis de Zacatecoluca para culminar en San Salvador. La Universidad ha recordado que la veneración de las reliquias de Romero “entronca con una tradición que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando los seguidores de Jesús eran perseguidos y morían por odio a la fe. Desde entonces la Iglesia empezó a conservar y a resguardar con gran estima los objetos relacionados con las personas que habían dado testimonio de fe con su propia vida” para “venerar la memoria de los mártires”.