Marcelo Figueroa, pastor presbiteriano y director de la edición argentina de L’Osservatore Romano, no esconde la mano después de tirar la piedra: «El propósito de este tipo de artículos no es tener resonancia, pero éramos conscientes de que el contenido era fuerte e iba a impactar». El artículo en cuestión lo escribió conjuntamente con el director de Civiltà Cattolica, el jesuita Antonio Spadaro, y fue publicado en el último cuaderno, el Nº 4010, de la respetada revista. En realidad tuvo una gran resonancia, y no podía ser de otra manera considerando el contenido, aunque Figueroa declara a Tierras de América que «no esperaba que atravesara las fronteras de las publicaciones religiosas, tal como ocurrió con periódicos prestigiosos de todo el mundo». Las páginas que escribió con Spadaro fueron muy meditadas y probablemente aprobadas desde arriba, como ocurre desde hace décadas con la histórica publicación de Porta Piciana, aunque Figueroa no haya querido confirmarlo. «El contenido del artículo y la necesidad de publicarlo se originó en un diálogo personal que Antonio y yo mantuvimos hace un mes aproximadamente en Roma. Luego se escribió a “cuatro manos”, se revisó y corrigió con mucho cuidado, siempre intentando mostrar un hecho objetivo y abrir un debate necesario». Allí se afirma que en Estados Unidos «se está desarrollando una extraña forma de sorprendente ecumenismo entre fundamentalistas evangélicos y católicos integristas, aunados por la misma voluntad de ejercer una influencia religiosa directa en la dimensión política». Los autores consideran que la inédita alianza – en los hechos, más que en los proyectos – «se verifica en el terreno de temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la educación religiosa en las escuelas y otras cuestiones que en términos generales se consideran morales o relacionadas con los valores», en los que «tanto los evangélicos como los católicos integristas condenan el ecumenismo tradicional pero ahora promueven un ecumenismo del conflicto que los une en el sueño nostálgico de un Estado con características teocráticas». Un ecumenismo del odio, lo llaman Spadaro y Figueroa, considerando que «el enfoque más peligroso de este extraño ecumenismo pragmático y antropocéntrico tiene que ver con su visión xenófoba e islamofóbica, que reclama muros y deportaciones purificadoras». Suficiente, entonces, para comprender la avalancha de reacciones que desencadenó el artículo en los círculos estadounidenses que se sienten aludidos y en los medios que de una u otra forma se remiten a ellos. Hubo reacciones «de beneplácito que nos mostraron que era necesario presentar esta problemática, varias de asombro que nos ilustran que el tema no era conocido especialmente en ámbitos no religiosos y otras contrarias que son lógicas por los que se sintieron tocados». Considerando esas reacciones, Marcelo Figueroa confirma a Tierras de América que efectivamente «ésa es nuestra percepción. Sin embargo, si bien en ese país (Estados Unidos) el tema está más presente por las características eclesiásticas y políticas recientes, es más importante detectar este fenómeno como un patrón que se repite y seguramente se repetirá en otras partes del mundo». Le preguntamos si esa alianza entre el fundamentalismo evangélico y el católico la observa también en América Latina. « Si, se ve en varios países donde este fenómeno se ha ido extendiendo. En el caso evangélico, muchas veces son las mismas agencias evangélicas y movimientos pastorales con gran poder económico los que trasladan ese enfoque desde el norte hasta nuestros países. En Argentina estuvo presente en el tratamiento del matrimonio igualitario y en la discusión de la ley de libertad religiosa». También en Colombia, Chile y Brasil los movimientos evangélicos de matriz pentecostal, respaldados por los éxitos obtenidos en recientes consultas electorales, apuntan ahora a condicionar equilibrios políticos en sus respectivos países. Un fenómeno que no escapa a Figueroa. “En Brasil hay un grupo neo pentecostal no ecuménico que incluso es resistido por muchos miembros de las iglesias de la Reforma pero tiene una gran autonomía económica y mediática. Además de su agenda de fuerte proselitismo ese grupo ha demostrado que se propone ocupar cada vez más espacios de la política tradicional. Este fenómeno es contrario a lo que históricamente las iglesias protestantes han defendido y criticado de la Iglesia Católica, la laicidad del estado. Sus objetivos apuntan, aunque no lo digan de manera explícita, a la necesidad de un estado teocrático, utilizando la Biblia como norma legal por encima de las cartas magnas constitucionales.
FUNDAMENTALISMOS AMERICANOS. Figueroa: “Existe una tendencia fundamentalista muy peligrosa en estos tiempos en que se usa la religión como instrumento de violencia”. También en América Latina
El Papa con Figueroa. En la foto más pequeña, Spadaro muestra un número de Civiltà Cattolica