Desde sus principios Hollywood se ha visto confrontado a la realidad de la frontera con su vecino mexicano del sur. La ciudad de Los Ángeles, con sus lujosos bulevares en Beverly Hills, mira de soslayo a Tijuana que, a tan solo doscientos kilómetros, contrasta con sus calles erráticas y desigualdad rampante. La frontera, como su nombre lo indica, es un mundo de confrontación de ideas y eso es lo que la hace un espacio cinematográfico tan rico y prolífero.
Con películas tan tempranas como The Great Train Robbery (El gran robo del tren, 1903), Hollywood preparaba ya este paisaje imaginario en el que la violencia se funde en los grandes horizontes del oeste Americano y el norte de México. En nuestros días este paisaje vuelve a abrir un debate sobre la legitimidad de la visión unilateral creada por Hollywood respecto a este espacio compartido por dos países. Sin embargo, muchas voces dentro de la misma industria han enfrentado esta visión a través del tiempo. ¿Puede el cine de la frontera cambiar los paradigmas de un imaginario construido a partir del miedo al vecino? Presentamos una compilación de cuatro películas que critican dicha representación y que subrayan la controversia de la frontera, lugar que regresa cada tanto a nuestro imaginario para recordarnos la dicotomía cultural entre Estados Unidos y México.
The touch of Evil (1958). Iniciando con uno de los planos secuencias más representativos de la historia del cine, el clásico de Orson Welles, The Touch of Evil (traducida como Sed de Mal)es un claro ejemplo de la gran polémica que suscita el tema de la frontera. Después de que estalla una bomba en un carro que cruza la frontera hacia Estados Unidos, Mike Vargas (Charlton Heston) y su esposa Susan (Janet Leigh) interrumpen su luna de miel. Vargas, cumpliendo su deber como detective, decide investigar lo acontecido. Sin embargo, el jefe de policía americano Hank Quinlan (Orson Welles) hará de su misión un infierno al intentar esconder una trama de corrupción que lo involucra.
Desplazando el film noir de Chicago a Tijuana, Welles nos muestra su visión de la frontera: un mundo peligroso, violento y sin ley, donde se producen los más extraños choques culturales entre los dos países. Es precisamente en este mundo donde también logra desentrañar cómo cohabita la corrupción en ambos lados de la frontera. A través de una maraña narrativa y del manejo impecable del suspenso, este clásico del cine hollywoodense no tiene precedentes. Señala la duplicidad de la justicia y la forma en que el tráfico de drogas se vuelve un negocio bilateral entre los dos países.
The Wild Bunch (1969). Regresando al Western, The Wild Bunch (La Pandilla Salvaje) de Sam Peckinpah es un clásico que ha pavimentado la vía a un imaginario todavía más connotado, fincado en la violencia del mundo fronterizo. Sin embargo, no toda la violencia de la película es gratuita y nos habla también de cómo la barbarie de los personajes se vuelve ambigua en cuanto a su nacionalidad. La película retrata a una pandilla que intenta sobrevivir en el mundo cambiante de principios del siglo veinte, lo que los lleva a pasar del otro lado de la frontera. Por primera vez tenemos, no a los mexicanos refugiados en Estados Unidos, sino a los norteamericanos buscando asilo en México. La película fue muy criticada en su época por mostrar la violencia de manera mucho más cruda que los westerns tradicionales, introduciendo también técnicas innovadoras para la época, como la mezcla entre tomas normales y tomas en cámara lenta con una edición dinámica, elementos completamente ajenos al género hasta entonces.
Sleep Dealer (2008). A pesar de que la ciencia ficción no parecería tener lugar en los paisajes desérticos de la frontera, la película de Alex Rivera nos transporta a un mundo de distopía futurista (tal vez utopía para Donald Trump). Con una postura de crítica social y mucha imaginación, Sleep Dealer propone una visión cyber-punk de Tijuana. Habla de aspectos que hoy día son ya realidades como la realidad virtual y la vigilancia con drones. Es también una crítica directa sobre la situación de los migrantes en Estados Unidos y de las relaciones con el vecino del norte, llevándola al terreno de un futuro posible donde el muro le cierra completamente el paso a la migración.
A pesar de ser una película absolutamente independiente, poco difundida en los circuitos comerciales o de grandes festivales, encontró rápidamente un público interesado en la ciencia ficción. Películas como Elysium, muy a modo de gran producción, retomarían de cierta manera esta mezcla de ciencia ficción con alusiones a la migración y al espacio fronterizo, aunque de ningún modo con la visión particular de Alex Rivera, interesado en una creación bastante pesimista, pero en cierto modo realista, de lo que un futuro de barreras físicas y de libertades virtuales podría deparar a los migrantes.
La Jaula de Oro (2013). Una película más de este lado de la frontera. La Jaula de Oro le toma el pulso a la situación migratoria de nuestro país y pone en la mesa un problema nunca antes tratado: la migración infantil. Con actores adolescentes no profesionales, el trabajo de dirección de Diego Quemada-Diez es muy impresionante, logrando una complicidad entre tres adolescentes con todas las dificultades de esta edad, a las que se agregan las de ser migrantes solitarios. Los personajes, que se van perdiendo en el camino, muestran —a manera de un road movie— el mundo de la injusticia y del paisaje fronterizo del sur, atravesando México por el camino del implacable paso de “La Bestia”. Esta película muestra las mortíferas pruebas por las que tienen que pasar los centroamericanos en busca del sueño americano, todo para descubrir que no era más que eso, un sueño.
El cine tiene capacidades transformadoras en las sociedades y es la proyección de problemas latentes en nuestra sociedad, en este caso porque ponen el dedo en la llaga histórica que es la frontera, por excelencia un tema difícil y de muchos matices. Estas cuatro películas contribuyeron, entre otras, a la reformulación del mito hollywoodense sobre el vecino del sur. Muchas más se perfilan para ser voces disidentes en el futuro. En el contexto de la presidencia de Trump, el cine debería participar en la construcción de una nueva imagen de la frontera. A pesar de que Hollywood ha sido extremadamente dañina para la industria fílmica de nuestro país, hemos podido encontrar poco a poco un espacio digno dentro de esa gran maquinaria de producción. Con ayuda de personajes solidarios dentro del gremio, nuestros connacionales y cineastas latinoamericanos han podido, tabique por tabique, derribar ese muro de falsas ideas.
*Cineasta. Director y escenógrafo de la película “Costa chica”.