El poeta chileno Pablo Neruda y el presidente uruguayo José “Pepe” Mujica llegan a poca distancia a la meta de la pantalla grande. La película del director Pablo Larraín estará en las salas cinematográficas de Chile esta misma semana y el del cineasta serbio Emir Kusturica sobre el ex presidente José Mujica será presentado en el Festival de Cine de Venecia en el mes de agosto.
El primero es un retrato “nerudiano” que se desarrolla en el arco de dos años, entre 1947 y 1949, cuando Neruda escapaba de la policía, acusado de calumnias e injurias contra el presidente Gabriel González Videla, elegido en 1946. En ese momento Neruda era senador del Partido Comunista y la persecución en su contra coincidía con la de muchos otros dirigentes sindicales de la época. El segundo filme se concentra en el último día en la casa de gobierno del “presidente más pobre del mundo”, como lo definió a Mujica un diario estadounidense.
Larraín, nominado para el Oscar en 2013 por No y al Globo de Oro en 2015 por El club, asegura su trabajo está lleno de sorpresas. La fuga de Neruda, a diferencia de las de anónimos comunistas, se muestra en la obra del director chileno como un evento festivo y extravagante, “una muestra de la vitalidad del protagonista”. Hay más farsa que angustia en el fugitivo, un Neruda gordezuelo y medio pelado (el actor italiano Luis Gnecco, que de por sí es casi calvo) que entra a formar parte de una genealogía de figuras anárquicas memorables del cine cuyos indiscutibles paradigmas son Buster Keaton, Bugs Bunny y Peter Sellers.
El filme da del poeta – traducido en Italia por Salvatore Quasimodo e ilustrado por Renato Guttuso – una imagen de hombre egoísta y generoso, arrogante y humilde, afectuoso y distante, amante de la popularidad y esquivo, porque todo eso fue Neruda a los ojos de Larraín, quien de esta manera da vida a uno de los retratos más complejos que se hayan visto en el cine reciente, ulteriormente complicado por la persecución del oficial de policía Óscar Peluchonneau, interpretado por el actor Gael García Bernal, convincentemente perdido y desorientado.
“El último héroe”, de Emir Kusturica, sobre el ex presidente de Uruguay en el período 2010-2015, es un documental con todas las letras. Kusturica, galardonado con varias Palmas de Oro en Cannes por Papá está en viaje de negocios (1985) y Underground (1995) por citar solo dos títulos de la veintena de obras que incluye su curriculum de director, pasa una buena cantidad de tiempo conversando con Mujica para sumergirse después en el último día de gobierno del actual senador, antes de entregar el poder en manos del médico oncólogo Tabaré Vázquez.
“Desarrollé una visión particular del mundo vinculada a la gente que admiré desde joven, desde el Che Guevara hasta (Fidel) Castro”, dijo Kusturica en una de las entrevistas que concedió durante el rodaje del filme en Montevideo. “Como no pude hacer nada con ellos dos, cuando escuché hablar de un presidente que manejaba su tractor y arreglaba su casa, me dije: «Este es mi personaje». Y no estaba equivocado”.
Kusturica, de 62 años no oculta su admiración por el ex presidente y ex guerrillero de 81 años que durante 14 conoció las cárceles de su país. “¿En qué otro lugar puedes ver a un presidente que sale de la oficina y la gente se vuelve loca expresándole amor? No tengo ni idea. Tengo 60 años y nunca he visto algo así”, declaró Kusturica en una conferencia de prensa sin separar el ojo de su telecámara.