¿Y ahora qué podemos esperar?, se pregunta un diario italiano comentando la finalización del año de la Misericordia y el futuro de este pontificado. La Iglesia brasileña de la región amazónica tiene una esperanza, y es que el Papa Francisco anuncie pronto algunas iniciativas para facilitar el trabajo de evangelización y la celebración más frecuente de la misa en una región inmensa y con una grave escasez de sacerdotes. Basta decir – como señala la Conferencia Episcopal de Brasil – que el 70% de las comunidades locales participan de la celebración eucarística solamente una vez por año.
En 2014 el Papa Francisco había pedido “soluciones valientes y concretas” para afrontar los problemas, y los obispos de la región acaban de enviar al Vaticano un documento con algunas propuestas, fruto del congreso sobre el Amazonas que se realizó el mes pasado. La idea del documento, más que proponer soluciones revolucionarias es mejorar las experiencias ya vividas en la diócesis de Amazonia, si bien de manera irregular y discontinua, para difundirlas e intensificarlas.
La principales propuestas están relacionadas con las tesis que dom Claudio Hummes ha planteado en reiteradas oportunidades. El objetivo es formar ministros ordenados locales pero sobre todo crear un clero autóctono e incluso indígena que pueda desarrollar comunidades tanto en los lugares más aislados como en las periferias urbanas de las ciudades de Amazonia, donde actualmente hay una fuerte presencia evangélica de matriz pentecostal.
Clero autóctono. Todos los obispos de la región están de acuerdo en que la decisión más importante es promover un “rostro amazónico” de la Iglesia a partir de un clero nacido en esa región, verdaderamente involucrado en la cultura, la historia, los problemas, los sueños y los proyectos del pueblo amazónico, incluyendo de manera especial el universo de los pueblos indígenas, que son los pueblos originarios de la misma. Actualmente son pocas las diócesis de Amazonia con un número significativo de sacerdotes autóctonos. En efecto, la mayor parte del clero de Amazonia está compuesto por misioneros de otras diócesis brasileñas o extranjeros. “El clero autóctono sigue siendo un gran desafío”, afirma dom Esmeraldo Barreto de Frias, presidente de la Comisión Episcopal Pastoral para la Acción Misionera de la CNBB.
La principal dificultad es que muchos de estos jóvenes de las comunidades costeras no quieren o incluso no pueden salir del lugar donde viven porque son el sostén, tanto económico como a nivel de fe, de sus familias o de la comunidad. La propuesta entonces es que la formación de los sacerdotes se abrevie, se haga en módulos periódicos, directamente en el lugar donde viven, con una duración muy inferior a la tradicional aunque siempre supervisada por los obispos locales.
Junto con esa formación más rápida se ha propuesto también una campaña para que los formadores calificados de todo el país, sobre todo los profesores de teología, puedan viajar durante el año a estas comunidades lejanas para colaborar en la formación. Dom Giuliano Frigeni, obispo de Parintis (en el estado de Amazonas) explica: “Es más económico recibir un clero ya instruido y por lo general bien formado culturalmente. Además, nuestros católicos no están acostumbrados a mantener al sacerdote, sobre todo porque en los últimos 80-90 años los misioneros extranjeros, europeos y estadounidenses, traían recursos con ellos”. El obispo considera que actualmente el clero autóctono no consigue muchos recursos, que no necesita solo para cubrir la alimentación y la salud. “También hay que considerar el elevado costo del transporte a través de los ríos o por carreteras llenas de baches cruzando la selva”. Parintins es una región de 64.000 km2, con una población de 200 mil habitantes repartidos en cinco municipios, e incluye 450 comunidades y 70 aldeas indígenas a lo largo de ríos, lagos y selvas.
Una de las objeciones que más se escucha contra el clero autóctono es el peligro de una educación menos calificada que la de los sacerdotes. Pero Dom Frigeni afirma: “Sabemos por experiencia que aquí es muy importante la inculturación, y quién mejor que los jóvenes del lugar, que han crecido en nuestras familias y comunidades, para llegar hasta el corazón del pueblo. Podemos tener sacerdotes “con olor a oveja”, como le gusta decir al Papa Francisco”. Y termina diciendo: “¡Es necesario que el pueblo sienta la belleza de este clero autóctono!”
Clero indígena. Otra propuesta de los obispos de la región amazónica, siempre dentro de la perspectiva de un clero autóctono, es reforzar el clero indígena. Son todavía muy pocas las experiencias al respecto, pero se considera fundamental para que los indígenas vuelvan a ser protagonistas de su propia historia. En el pasado, muchos indígenas que estuvieron en contacto con misioneros se convirtieron al catolicismo. Sin embargo hoy la situación es muy distinta. Muchos indios e incluso aldeas enteras se han convertido a iglesias neopentecostales debido a la intensa actividad de estos grupos religiosos y la escasa presencia de sacerdotes cerca de las aldeas, y por lo tanto de celebracions eucarísticas. “Hace falta una mayor presencia constante de nuestros curas cerca de las comunidades indígenas católicas”, afirma Dom Edson Damian, obispo de San Gabriel de Cachoeira, en el estado de Amazonas.
Otro de los pedidos que se hicieron al Papa es la autorización para celebrar la liturgia en las lenguas locales, siguiendo el ejemplo de lo que ocurre en Chiapas, México. “Francisco ha dicho con toda claridad que la Iglesia debe encontrar una verdadera acción pastoral indígena, vale decir, que nazca de la historia, la cultura, y los usos y costumbres de la gente local”, declara dom Edson. “El Papa está apoyando este trabajo serio de una acción pastoral, de una misión realmente indígena”.
Además del clero, se ha planteado también la propuesta de facilitar de formación de diáconos indígenas, siempre como ocurre en Chiapas. La ventaja es que el servicio eclesial de estos diáconos es gratuito porque viven de su trabajo en los campos, y que son elegidos por la propia comunidad, que conoce sus capacidades y su disposición para el servicio, y reciben una formación especial para ejercer su ministerio que se va concretando a medida que se requieren esos servicios. Estos diáconos indígenas serían confirmados por el obispo y acompañados por agentes pastorales. Además, se podrían elegir también laicos casados que notoriamente conducen su familia con sabiduría. “Esto sería importante porque la cultura indígena no comprende el celibato”, afirma el obispo de São Gabriel da Cachoeira.
Los ministerios diferenciados. A las propuestas relacionadas con el clero autóctono o indígena se ha sumado además la solicitud de reforzar los ministerior diferenciados. “¿Por qué no reponsabilizar más a nuestros laicos, hombre y mujeres, matrimonios católicos practicantes y ejemplares, para hacer que se conviertan en líderes con funciones caracterizadas por ministerios diferenciados, como el de coordinadores-pastores, evangelizadores, pacificadores y de obras de caridad?”, se pregunta dom Frigeni, de Parintins. El obispo cuenta que en su diócesis las comunidades que están dentro de la selva y las costeras son guiadas por ministros de la Palabra, ministros extraordinarios de la Eucaristía donde hay iglesias con sagrario, y por los catequistas, quienes sistemáticamente realizan cursos de formación y son acompañados por los sacerdotes. “Las distancias no permiten llegar hasta esas comunidades con la frecuencia necesaria y las celebraciones eucarísticas son muy limitadas a lo largo del año, numéricamente hablando”, se lamenta en un primer momento, pero después afirma: “Sin embargo, tenermos estas comunidades organizadas en sectores de 10 ó 12 comunidades que se reúnen todos los meses en una de ellas. Rezan juntos y crecen en la fe y también viven, con o sin la presencia de sacerdotes, momentos de fraternidad y de diversión, compartiendo los alimentos que cada comunidad pone en común”.
En São Gabriel da Cachoeira hay experiencias similares. Aquí los catequistas y los coordinadores son una presencia fuerte. Si no fuera por ellos que evangelizan las comunidades, el cristianismo no se hubiera conservado”, afirma dom Edson. Hubo una época en que la presencia de salesianos, que siempre se preocuparon por la formación de catequistas, fue muy fuerte en la región. Hoy en día ha disminuído – antes eran 60 y ahora son 19. Dom Edson cuenta que actualmente los sacerdotes alcanzan a llegar hasta las comunidades cuatro veces por año término medio, y cuando las visitan, los catequistas les informan quiénes están preparados para recibir los diversos sacramentos.
Para facilitar la evangelización en las zonas donde no hay sacerdotes y considerando que la formación del clero autóctono o indígena puede requerir mucho tiempo, se ha propuesto la figura de los ministros ordenados locales, casados o no, que puedan administrar los sacramentos y guiar la comunidad, identificados directamente por sus comunidades de pertenencia y acompañados por los obispos, que serían reconocidos como hombres de fe y de virtud probadas.
Corrientes más tradicionales del catolicismo brasileño piensan que esto abre la puerta al fin del celibato y por eso plantean una serie de objeciones. Han llegado a calificarlo con términos duros, como “Iglesia tribal”, que practica una “falsa autoevangelización”. Los defensores de la propuesta, por su parte, afirman que lo que está en juego no es el fin del celibato sino que estas comunidades tengan la posiblidad de acceder con mayor frecuencia a la eucaristía, y además recuerdan que el celibato no es un dogma sino una norma disciplinaria. Dom Edson llegó a afirmar: “Espero que la Iglesia no espere mucho más para abrir el presbiterio a hombres casados, visto que ya tenemos diáconos que pueden ser ordenados sacerdotes”.
De todos modos, tanto en el caso de la formación de un clero autóctono e indígena, que requiere tiempo para alcanzar resultados numéricamente más consistentes, como en el caso de reforzar los ministerios diferenciados, lo que está en juego es una iglesia con una nueva mentalidad, una nueva forma de realizar el trabajo pastoral, una nueva manera de construir las comunidades y un modo nuevo de asumir compromisos que realmente tengan incidencia en la vida de los pueblos que viven en la región amazónica. Afortunadamente es un proceso que ya está en curso.