En su carta del 1 de diciembre a las partes en diálogo en Venezuela (Gobierno, Oposición y Mediadores), el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, después de observar que su documento fue escrito y enviado por decisión y deseo del Santo Padre, se detiene acertadamente en una especie de preámbulo sobre el “diálogo”: qué es, en qué consiste, cuál es su verdadera naturaleza y cómo puede ser auténtico y eficaz. Es un conjunto de observaciones casi propedéuticas que se pueden leer desde dos puntos de vista: primero, hacer comprender con toda claridad a las partes qué entiende la Sede Apostólica, el Papa y la diplomacia vaticana, por diálogo. Segundo, qué debería ser este diálogo para los interlocutores venezolanos.
Se podría decir que el cardenal Parolin recuerda a las partes: si el diálogo no se entiende y se realiza según lo que verdaderamente es, todo será estéril y frustrante; el diálogo es algo muy serio y no se debe proclamar o desear por motivos tácticos, oportunistas o simulados. Concretamente, la carta del card. Parolin destaca al respecto los siguientes cuatro puntos:
a)El diálogo es un encuentro interpersonal. El Secretario de Estado deja en claro que “el diálogo es consustancial al ser humano” porque éste ha sido creado a imagen y semejanza de Dios “como ser relacional”. En cuanto tal, subraya, este ser “se desarrolla y alcanza su perfección a través del encuentro interpersonal”. En otras palabras, dialogar verdadera y seriamente no es algo banal o secundario.
b) Disposiciones y requisitos. Las personas que pretenden dialogar, explica el cardenal Parolin, deben poseer “una serie de disposiciones y de requisitos psicológicos, espirituales y éticos”. Es decir, para dialogar es necesario estar apropiadamente dotado.
c) Me doblo para no romper. A esta altura de su carta, el cardenal Parolin introduce una cita del Papa Francisco muy significativa: “Me rompo pero no me doblo, afirma una cierta sabiduría popular. Me doblo para no romper, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza, está fácilmente destinado a alzar muros de incomunicación entre personas, hasta la degeneración del odio. El segundo se inclina a crear puentes de comprensión, incluso después de una pelea” (Homilía en la Casa Santa Marta, 24 de enero de 2014).
d) Las dos condiciones mínimas del verdadero diálogo. El cardenal P. Parolin explica entonces las “dos condiciones que hacen posible y eficaz el diálogo” – ¡posible y eficaz! – evitando “el riesgo de convertirlo en un ejercicio estéril y frustrante”.
- Primera condición. “La capacidad del reconocimiento mutuo como personas con dignidad inherente e inalienable, dotadas de razón y libertad y con vocación de búsqueda y serivicio al bien común”.
- Segunda condición. “La voluntad seria de respetar los eventuales acuerdos alcanzados y su puntual aplicación, sin tergiversaciones o ulteriores condiciones”.
Los derechos no se negocian, se respetan. Las observaciones del card. Parolin sobre las dos condiciones concluyen con esta importante reflexión, pertinente, necesaria y urgente, y que, en definitiva, son la cuestión de fondo de esta crisis: “Es también cierto que un lenguaje agresivo, violento y poco sincero no favorece ese mínimo clima de confianza recíproca que es necesario para un provechoso desarrollo del diálogo, que debe tenr como objeto únicamente el bien común del pueblo. Sólo desde esta perspectiva se podrán superar las divergencias existentes sobre la oportunidad del diálogo o la instrumentalización del mismo, imponiendo a las partes la responsabilidad de no abandonar la Mesa del Diálogo por intereses políticos personales, de partido o ideológicos. Finalmente, por lo que se refiere a los contenidos y a las concesiones mutuas entre las partes en juego, es oportuno destacar que los derechos se respetan, no se negocian.
Con esta consideración de fondo se cierra el punto 2 de la carta.
La Santa Sede, un “acompañante” al servicio del bien común. En el punto 2 el card. Secretario de Estado agradece la obra “generosa y competente” de mons. Paul Emil Tscherrig, Nuncio en Buenos Aires, en cuya presencia comenzó el diálogo el 26 de octubre pasado, y luego de mons. Claudio María Celli, actual enviado del Papa. El card. Parolin explica a continuación que la participación de la Sede Apostólica en este proceso “fue largamente evaluada y decidida sólo después de haber recibido las invitaciones formuladas tanto por el Gobierno venezolano como por las fuerzas políticas reunidas en la Mesa de Unidad Democrática”. Pero el card. Parolin aclara que el Vaticano tomó esta decisión “teniendo en cuenta la disposición de las partes a acoger eventuales sugerencias que ayudarían a que el proceso pudiese avanzar de manera duradera y provechosa”.
El Secretario de Estado observa que la Sede Apostólica con esta decisión se ha mostrado “sensible a las muchas voces provenientes de Venezuela y de otros lugares” a fin de ofrecer un aporte, con “un rol más activo en la dolorosa situación del País”. Al respecto, el card. Parolin mantiene su actitud clara y honesta cuando reconoce que esta decisión del Vaticano implicaba e implica “no pocos ni leves riesgos” (para la diplomacia del Papa), y aclara que “ha entrado en el diálogo con la única finalidad de promover el bien de todos y cada uno de los venezolanos y de favorecer una solución pacífica y democrática de la crisis”.
El deber de la Sede Apostólica. Antes de terminar el punto 2, el card. Parolin afirma en la carta que el rol del Vaticano “no es de mediación”. Se trata de una presencia que aspira a facilitar como “acompañante” el proceso que realizan las partes, que son los verdaderos sujetos del diálogo. “Esto significa que son las partes interesadas las que dialogan, llegan a acuerdos y adoptan resoluciones, si bien el Representante de la Santa Sede puede y debe hacer -y de hecho hace-, propuestas para introducir distinciones y matices que distiendan o desbloqueen, sugerir nuevos caminos o puntos a explorar, hacer memoria de cosas comunes o relegar al olvido otras improcedentes, etc.”. Todo ello, agrega, constituye para la Sede Apostólica un compromiso “que ha asumido en estrecha unión con la Conferencia Episcopal Venezolana, que en múltiples ocasiones ha exhortado a las partes a dialogar”.
La advertencia del cardenal Parolin es perentoria: “La Santa Sede estaría muy agradecida si la naturaleza de su presencia en el diálogo fuese bien clara para todos, por todos respetada, promovida y, en caso necesario, aclarada, incluso por las partes, frente a interpretaciones equívocas o interesadas.
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