La noticia abre la edición del día de Granma, que como recuerda en encabezamiento, bajo el nombre en rojo, sigue siendo el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista Cubano: “El Consejo de Estado de la República de Cuba, en respuesta al llamado del Papa Francisco a los jefes de Estado en el Año Santo de la Misericordia, acordó indultar a 787 sancionados”. Cuba es uno de los pocos países que ha tomado una decisión de este tipo, en momentos que la niebla de la incertidumbre sobre el futuro de la Isla ha vuelto a oscurecer las relaciones con Estados Unidos. Trump todavía no hizo ningún anuncio de alcance general en este sentido, pero algo dijo poco después de ser elegido presidente: que deportará cerca de tres millones de indocumentados que tienen antecedentes penales o conflictos abiertos con las leyes del país. De los candidatos al destierro, palabra que infunde miedo sobre todo a los centroamericanos, 34.525 son cubanos que ya tienen una orden de expulsión en su contra, junto con otros miles de casos pendientes en los tribunales de Estados Unidos cuya definición implicará la deportación al país de origen.
Es un número muy alejado, por defecto, de la realidad, afirma Wilfredo Allen, un abogado especializado en temas migratorios que hizo notar a un periodista de Miami que “En el sur de Florida hay muchos cubanos. Cada día escuchamos sobre nuevos casos de personas condenadas y que tienen orden de deportación. En realidad nadie sabe cuántos son porque las deportaciones no se aplican al no existir convenios con Cuba, pero son muchos más de 35,000”
El indulto cubano a los 787 detenidos que cierra el Año Santo también es una señal para la administración entrante, lo mismo que los cinco días de maniobras militares en todo el país que decretó Raúl Castro en su calidad de Comandante en Jefe, apenas se conocieron los resultados de las elecciones en Estados Unidos. De clara disponibilidad conciliatoria, el indulto, de beligerancia, aunque defensiva, las maniobras. En definitiva, “esperar lo mejor y prepararse para lo peor”, como sabía decir Agostino Neto, el famoso líder africano de las guerras de la independencia anticoloniales de los años Setenta.
Para llevar a cabo este gesto “de distensión”, el gobierno cubano especifica que ha tomado en cuenta las características de los hechos por los que fueron sancionados, la conducta durante el cumplimiento de la sanción y el tiempo que faltaba para cumplir la pena. Igualmente por razones humanitarias se incluyeron en la lista de los beneficiarios a mujeres, jóvenes y enfermos. Quedaron excluidos en cambio – aclara el comunicado del Consejo de Estado – los “sancionados por delitos de asesinato, homicidio, corrupción de menores, violación, tráfico de drogas y otros de extrema peligrosidad”. En la otra orilla de estrecho de Florida la prensa recuerda las promesas de campaña de Donald Trump, en el sentido de invertir el proceso de deshielo iniciado por Obama en caso de salir elegido. “Cancelaremos el acuerdo unilateral de Obama con Cuba hecho a través de orden ejecutiva —si no conseguimos el trato que queremos y el acuerdo que se merecen la gente que vive en Cuba y aquí, inclusive que proteja libertades políticas y religiosas”, tronó Trump en la plaza de Miami una semana antes de las elecciones. El Nuevo Herald hace notar a los lectores hispanos de Florida, que en su mayoría son cubanos – tradicionalmente republicanos y en este caso concreto, electores de Trump – que los cambios emprendidos por Obama hasta el momento se efectuaron recurriendo a las prerrogativas que permiten al Ejecutivo emitir directivas sobre el embargo, y pueden ser revertidos del mismo modo por un presidente que lo considere necesario. Incluso los protocolos que estableció recientemente la administración demócrata, cuyo propósito era hacer “irreversible” el proceso de normalización de las relaciones con el gobierno de Cuba, de ninguna manera son “irreversibles”. “El nuevo presidente podrá dictar nuevas reglas y derogar las anteriores, aunque eso resultaría costoso y tomaría mucho tiempo”.