Ahora que ya se firmó el Acuerdo Final y “solo” falta el referendum del 2 de octubre (los últimos sondeos muestran la ventaja del SI y el NO en ligero ascenso), los guerrilleros de las Farc siguen preguntándose sobre su futuro. ¿Qué harán después de la guerra?
El diario colombiano El tiempo fue a ver qué dicen los guerrilleros en el campo mixto Isaías Pardo, a 160 kilómetros de San Vicente del Caguán (en el centro sud de Colombia). Hace ya 23 meses que en ese campamento no se escucha el ruido de las balas o el estallido de las bombas. Los guerrilleros – confiesan – esperan no escucharlos nunca más.
Los uniformes, dice El Tiempo, están limpios. Hay un clima de tranquilidad, ya no tienen que estar alerta por posibles incursiones del Ejército. La gente se despierta a las 5 d la mañana para hacer ejercicio y preparar el desayuno. Después hay una actividad nueva, que antes no tenía sentido: reuniones donde se explican los acuerdos y los pasos que seguirán. Aquí se aclaran las dudas y se “aprende” sin ambigüedades qué establecen las doscientas páginas firmadas en La Habana tras cuatro años de negociaciones. Es ni más ni menos que una “escuela de la paz”.
Pero lo que más preocupa a los ex combatientes es una sola cosa: su futuro.
Algunos dicen – o tal vez esperan – que la organización no se desintegrará, porque hace años que forman parte de ella y es su familia, y además es el único tipo de vida que conocen. Otros explican que será difícil volver con su familia biológica. “No puedo aparecer así no más donde mi mamá después de 22 años sin saber de mí. Hay que hacerlo poco a poco”, cuenta uno de ellos, al que llaman Omar. Aunque ni siquiera sabe si su familia sigue viviendo donde la dejó. Para protegerlos, dice, prefirió no aparecer más. Lo que más le duele son los amigos que murieron durante el conflicto. “¿Cuántos muertos nos hubiéramos ahorrado si la paz se firma hace 10 años o 20 o 30 años?”, se pregunta.
Hay otros – los más jóvenes – que entraron a las Farc no hace mucho, como Raúl, que está desde hace un año y ya le ha llegado el tiempo de la paz. Otro de ellos se llama Antonio y aunque tiene 22 años acredita una larga militancia a sus espaldas. Se unió a las Farc hace diez años, cuando apenas tenía 12. “Lo que tengo se lo debo a las Farc, aquí aprendí todo lo que sé. Entré a las Farc por las condiciones de vida que tenía, me tocaba trabajar y no podía estudiar”. Él piensa que el futuro es que todos continúen siendo parte de la organización para trabajar en política.
Todos ellos, jóvenes y viejos, reclutas y veteranos, comparten la misma incertidumbre por el futuro: qué harán para ganarse la vida, qué aprenderán para la vida de todos los días, o en términos más generales, cómo será la reincorporación a la vida política, económica y social de los guerrilleros.
Es también lo que preocupa a Nancy, una joven de 26 años que ni siquiera terminó la primaria porque entró a las Farc a los 12 años y en ese momento ya no iba a la escuela. Pero hay algo que aprendió muy bien: “Como hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y no pueden existir diferencias”. Nancy no comprendió enseguida el contenido del Acuerdo Final, “porque había terminologías que uno no entendía”. Pero para ella, la respuesta sobre el futuro es la misma que para sus compañeros: seguir en política, mantener unida la organización, dejar las armas para siempre.
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