El beato Oscar Romero es siempre un testigo universal de la fe, aunque el proceso de canonización se encuentre por el momento a la espera de un milagro comprobado por intercesión del beato. Avanza en cambio velozmente, aunque todavía a nivel diocesano, el proceso de beatificación, también por martirio, de otro sacerdote salvadoreño, el jesuita Rutilio Grande García, que fue colaborador y muy amigo de Romero cuando era arzobispo de San Salvador. Fue asesinado el 12 de marzo de 1977, tres años antes que Romero, cuando se dirigía a su parroquia para celebrar misa.
Rutilio Grande «es una figura que el Papa Francisco siente muy cerca», declara a Tierras de América monseñor Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y postulador de la causa del beato Romero.
La figura de Romero supera cada vez más las fronteras latinoamericanas y fue incluido en una lista de 15 testigos para una campaña por la libertad religiosa que promovieron los obispos de Estados Unidos: «No hay duda de que Romero es testigo de un cristianismo fuerte, popular en el sentido profundo del término, incluso en nuestros días. Ya lo había intuido la Iglesia Anglicana cuando en el año 2000 incluyó a Romero entre los 10 santos mártires del Novecientos; lo intuyó las Naciones Unidas que eligió el 24 de marzo (fecha de su muerte) como día de la defensa de la libertad y de los derechos; lo intuyeron millones de cristianos que en todo el mundo lo consideran el santo mártir contemporáneo. Romero es signo de un Evangelio para nuestros días, que está marcado con la señal del martirio. Albert Schweitzer diría del heroísmo. El arzobispo de San Salvador es el primero de los nuevos mártires porque mostró el camino del Evangelio, que consiste en entregarse todo uno mismo por el bien del pueblo. En este sentido sin duda Romero es una figura universal, plenamente salvadoreña”, comenta monseñor Paglia.
¿Quiere decir que es un ejemplo para toda la Iglesia?
«Como el cubano Félix Varela, son figuras que nos preceden y señalan el camino: Romero, lo mismo que Varela, es plenamente franciscano (en el sentido del Papa Francisco). Estoy seguro de que Romero y Varela forman la hinchada del Papa Francisco desde el paraíso. Romero hoy es importantísimo para El Salvador, que está destruido no por la guerrilla como en su tiempo, sino por la tragedia de las maras, los grupos criminales que están desgarrando la vida del país. La Iglesia de El Salvador debe volver a Romero para empezar de nuevo».
¿En qué sentido es franciscano?
«Hoy Romero, con la beatificación, ha sido elevado a ejemplo de cómo somos pueblo y de cómo se sirve. Es un ejemplo no solo para la Iglesia sino para cualquier persona llamada a gobernar o administrar».
El año que viene se festeja el centenario de su nacimiento. ¿Podemos esperar algún avance en el proceso de canonización?
«El mismo proceso de beatificación ya fue un milagro. Fue muy difícil superar las objeciones, de muy diversos tipos pero todas orientadas a impedir el proceso. El Papa Francisco llegó a decir que Romero ha sido martirizado incluso después de muerto. Triunfó la verdad del amor, triunfó el testimonio de un hombre que entregó todo lo que era por el bien de su pueblo y que con sencillez, que sin duda no era descontada, demostró qué quiere decir ser obispo, discípulo de Jesús y hombre hasta las últimas consecuencias. En este sentido es una figura universal, mucho más “incómoda”. Mucho cuidado con poner a Romero en el altar que separa, distanciándolo de la normalidad del seguimiento del Evangelio. Romero debe seguir caminando por las calles de San Salvador».
¿Será largo el proceso?
«El único problema es el milagro, porque ha sido beatificado por el martirio. Hemos estudiado algunos casos de curaciones, pero no se pueden proponer, y por eso ni siquiera las he presentado. Consideramos que era mejor evitar los rechazos. En cambio esperamos que pueda avanzar con mayor rapidez el proceso del padre Rutilio Grande. Por el momento ya se ha iniciado la etapa diocesana. Es una figura importante para el Papa Francisco, porque el padre Rutilio Grande, profesor universitario, eligió vivir con los campesinos en un pequeño pueblo, y a eso dedicó su vida. Gran amigo de Romero, sin duda es uno de los testimonios que tocó el corazón del arzobispo de San Salvador. Casi diría que la figura de Romero, su pasión por los pobres, es el milagro más grande»
¿Entonces tendremos pronto un nuevo beato?
«Padeció el martirio in odium fidei, siempre en esa línea».