BALANCE A UN AÑO DEL PRIMER VIAJE DEL PAPA A AMÉRICA LATINA. La cárcel de “Palmasola”, en Bolivia, una esperanza frustrada

Exterior de la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, Bolivia
Exterior de la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, Bolivia

Entre el 5 y el 13 de julio, en Ecuador, Bolivia y Paraguay se han previsto diversos eventos eclesiales y culturales para recordar la visita que hizo hace exactamente un año atrás el Papa Francisco. Algunos ya se realizaron en estos tres países sudamericanos, y resulta muy evidente que el propósito no solo es recordar la persona del Pontífice sino sobre todo su magisterio, sus exhortaciones y enseñanzas, sus esperanzas y sus temores. Se intenta en cierta forma hacer un balance, y por eso la pregunta más recurrente en los medios locales es “¿Qué ha quedado de la visita del Papa, al que recibimos hace un año con tanto afecto, entusiasmo y participación del pueblo?”.

La Iglesia en Bolivia hizo en estos días un primer balance de la visita papal. Sus conclusiones son claras: hay muchas luces, especialmente en la vida cotidiana de las comunidades católicas y en el aumento del número de nuevos seminaristas, que se han triplicado en tres centros: Santa Cruz, Cochabamba y Sucre. Pero al mismo tiempo hay sombras graves y oscuras. La primera de todas con respecto a la relación, negativa y conflictiva, de las autoridades del Gobierno, en particular el presidente Evo Morales, con el Episcopado, constantemente bajo la lupa de la crítica presidencial, que pareciera desear una jerarquía católica militante y tributaria de su revolución bolivariana. En el curso de este año, en numerosas oportunidades Evo Morales ha pasado bruscamente  de gestos de distensión y colaboración a los ataques, amenazas y críticas gratuitas. Y salvo algún gesto de cercanía en ocasión de la muerte del cardenal Julio Terrazas, en términos generales la actitud de las autoridades ha vuelto a ser la misma de siempre: polémica, distante, y no pocas veces ofensiva.

Mons. Aurelio Pessoa, secretario del Episcopado, es muy claro: “No hemos tenido la apertura para poder dialogar. Como Conferencia Episcopal y como obispos individuales siempre hemos estado y estamos abiertos. Lo ha pedido el Papa y lo manda el Evengelio. Por eso ojalá se diera la oportunidad de dialogar con toda sinceridad, sencillez y fraternidad”. Por otra parte mons. Pessoa recordó que un año atrás el Papa se refirió a la controversia con Chile por la salida al mar y pidió que hubiera diálogo.  «En cierto momento cuando hablaba de diálogo dijo “estoy pensando en el mar”, después añadió “diálogo, diálogo”», insistió el prelado.

Con respecto a la cárcel de Palmasola, una de las más violentas y superpobladas de América Latina, donde la mayoría de los detenidos está esperando un juicio que nunca llega, mons. Pessoa ha expresado su desilusión, porque poco o nada ha cambiado respecto de un año atrás. Eso demuestra que la justicia no funciona o funciona mal, y que muchas veces los juicios no son justos, especialmente cuando los imputados son personas de pocos recursos.

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