Sorpresa. En la negociación –que ahora se hizo pública con la mediación de la Iglesia Colombiana- entre el gobierno de Manuel Santos y el Ejército de Liberación Nacional, la segunda guerrilla del país después de las FARC, entra en escena un personaje que pertenece a los libros de historia y cuyo nombre es prácticamente desconocido para las generaciones posteriores a la década del ’90: Camilo Torres Restrepo. A 50 años de su muerte –resultó muerto en el curso de su primer combate, el 15 de febrero de 1966- el cura guerrillero es reivindicado por la agrupación a la que perteneció –el ELN- y que contribuyó a fundar. Se presentaron dos pedidos. El primero, dirigido a la Iglesia, que no aprobó la opción por las armas que lo llevó a enrolarse en la guerrilla, para que por lo menos simbólicamente le restituya el estatus sacerdotal; el segundo al gobierno de Colombia, para que los restos mortales “sean entregados y se les brinde debida sepultura”.
Con dos twitter en las redes sociales a través de la cuenta @eln_ranpal, la organización guerrillera reclama del gobierno “El gesto de Paz de entregar los restos físicos de Camilo Torres, que tiene escondidos hace 50 años” y a la Iglesia “el gesto de paz claro y demostrativo es otorgar nuevamente su lugar como sacerdote a Camilo Torres”.
La decisión de abandonar el sacerdocio, en realidad, fue del mismo Camilo Torres, y la tomó en junio de 1965, once años después de recibir la ordenación, para entrar en la clandestinidad en las filas del nuevo movimiento guerrillero que nació en 1964 con una marcada impronta marxista. La militancia duró poco, porque Camilo Torres murió en su primera experiencia de combate, en una emboscada que el ELN tendió a una patrulla militar colombiana.
Ya en 1955, en el documento conclusivo de la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Rio de Janeiro, la opción guerrillera para alcanzar la liberación fue desaprobada. Condena que se repetirá en la Conferencia General de Medellín en 1968, menos de dos años después de la muerte de Camilo Torres, y en las sucesivas conferencias en Puebla en 1978, Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007).
El coronel de la Quinta Brigada de Bucaramanga, Álvaro Valencia Tovar, al mando de la patrulla, declaró años más tarde que el ejército ocultó el cuerpo en una ubicación separada de otras fosas comunes, y el lugar no fue comunicado al público. Valencia Tovar, siendo ya general retirado, escribió el libro “El final de Camilo”, donde reveló los detalles de la muerte de Camilo Torres. Según Valencia Tovar, Torres fue sepultado en un lugar separado para entregar los restos a la familia en un segundo momento. Posteriormente, en una entrevista a la revista Semana aclaró que el cuerpo de Camilo Torres fue exhumado tres años después y sus restos fueron colocados en una urna y llevados a un cementerio de la ciudad de Bucaramanga, donde la Quinta Brigada había construido un mausoleo para enterrar soldados, pero no reveló la posición exacta.