De ellas también habla la nueva encíclica del Papa Laudato sii, dedicada al medio ambiente y al destino de la humanidad. Porque son una parte fundamental del medio ambiente aunque no se sabe por cuánto tiempo, si las cosas siguen como hasta ahora. Lamentablemente, en torno a ellas ellas su hábitat se va estrechando como una trampa a medida que se contamina irremediablemente, dejándolas desamparadas. Estamos hablando de comunidades enteras de indígenas del Amazonas, diezmadas por enfermedades que los matan y un proceso de deforestación que las leyes de los gobiernos no son capaces de controlar. La consecuencia es que hay tribus que están a punto de desaparecer, desde Perú hasta Brasil, como denuncia en base a datos concretos la revista Science.
La prestigiosa publicación científica de la American Association for the Advancement of Science lanza la alarma en los días previos a la difusión del documento papal. “Estamos en el umbral de una gran extinción de culturas” denuncia Francisco Estremadoyro, director de la ONG ProPurus con sede en Lima, Perú. “No hay duda de que es un momento histórico”, agrega, y ciertamente no para el bien de las poblaciones autóctonas.
Resulta difícil saber con exactitud lo que ocurre dentro de tribus que viven aisladas o en muy escaso contacto con personas de otras proveniencias, pero aún así Science recoge testimonios y evidencias suficientes para afirmar que la introducción de enfermedades provoca hasta un 90 por ciento de víctimas dentro de grupos humanos cuya principal defensa contra la agresión de los “enemigos” ha sido el aislamiento, enemigos que no siempre tienen el rostro odioso de los cazadores de riquezas naturales. Como prueba, la revista ilustra el caso de tres grupos que entraron en contacto con poblaciones “vecinas” en los últimos 18 meses: los xinane, los korubo y los awá guajá, y reporta las bajas que inmediatamente se produjeron entre ellos, tanto en términos de natalidad como de mortalidad.
En Brasil, los especialista consideran que entre el 50 y el 90% de las tribus han desaparecido por las enfermedades introducidas desde el mundo exterior entre 1970 y 1989. El gobierno hace todo lo que está a su alcance para impedir el contacto cuando éste puede resultar fatal, pero no consigue frenar una dinámica ya bien conocida y relacionada con las actividades de extracción y mineras, de las represas hidroeléctricas que son extremadamente necesarias en el país, los oleoductos y las rutas. Las consecuencias resultan inexorables: se reduce el hábitat para las poblaciones indígenas, disminuye el territorio útil con los recursos primarios y medicinales con los que siempre contaron y, junto con el hábitat, se reduce la distancia necesaria con los asentamientos modernos y sus amenazas objetivas.
Grupos étnicos aislados o con contactos muy reducidos todavía quedan en las montañas de Nueva Guinea y de las islas Andamane en el Océano Indico. Pero es en la Amazonia, explica Science, con sus cinco millones de kilómetros cuadrados -el 61 por ciento del territorio nacional brasileño-, una población de 24 millones de almas según el último censo, distribuida en 775 municipios principalmente indígenas, y contenida en un hábitat que incluye un tercio de las selvas y un quinto del agua potable del planeta, con una inmensa red de ríos que cruzan la reserva verde más extensa sobre la faz de la tierra, donde la situación humana de tribus enteras se ha vuelto dramática.
La Funai, el ente nacional brasileño encargado de la tutela del ambiente, contabiliza 26 grupos indígenas que aún se encuentran aislados en Brasil y considera que puede haber otros 78 ocultos en la selva que en otros tiempos se consideraba impenetrable. Pero en la Amazonia peruana “la situación es aún más grave”. Los expertos consultados por Science estiman que hay cerca de 8 mil conglomerados indígenas dispersos en pequeños grupos en la selva tropical. Y las tribus aisladas “son una de las poblaciones más amenazadas del mundo”, asegura Beatriz Huertas, antropóloga con sede en Lima. Sufren en carne propia las distorsiones de un desarrollo que genera marginación y pobreza y que amenaza su misma supervivencia. Estos son precisamente los capítulos a los cuales la encíclica papal dedicará al más que unas cuantas palabras, y es sabido que en la preparación de la misma participó el cardenal brasileño Claudio Hummes, presidente de la Comisión episcopal para la región amazónica. El vecino de banco de Bergoglio en el momento de la elección papal y el hermano que le “inspiró” el nombre que tomó como pontífice.