El viejo Simeón, en el Evangelio, dice que Jesús será “signo de contradicción, para que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”. Me parece que en cierta forma eso es lo que está ocurriendo con el Papa Francisco. Un hombre de casi ochenta años que diariamente habla a millones de personas, es decir que interactúa con una cantidad impresionante de inteligencias y sensibilidades. En la época en que vivimos, tan tecnologizada, nunca había ocurrido una forma tan masiva de comunicación. Una palabra que llega en tan poco tiempo a millones de personas desencadenando reacciones.
Día tras día el Papa se expone al juicio de todos los que lo escuchan, y lo que sorprende es que lo hace con total libertad. Corre el riesgo y confía en la libertad de las personas que reciben sus palabras. Hay que tener un enorme coraje, he pensado, pero el coraje por sí solo no sería suficiente. Él realmente cree en el Espíritu Santo. Y a medida que pasa el tiempo resulta cada vez más evidente que entre estos millones de personas hay muchos que esperan lo que dice para analizar con microscopio sus palabras, encontrar pasos en falso o contradicciones y divulgarlos inmediatamente por sus redes de contacto. Como en los tiempos de Jesús, en determinado momento él decidió exponerse, para que se pusieran de manifiesto los pensamientos de los corazones. Para que se develara lo que ya habían decidido pensar quienes lo escuchaban, poniendo a prueba en cada uno esa apertura del corazón que es la única manera de dejarnos sorprender.
Nunca podré entender o conocer algo nuevo que viene de Dios si no estoy dispuesto a esta apertura. Quizás por eso Él nos repite constantemente que miremos a los pobres. Nos dice que estemos dispuestos no solo a dar, sino también a recibir, a ser evangelizados por los que quisiéramos evangelizar. Como dijo Francisco en el hermosísimo discurso improvisado a los jóvenes de Filipinas: “Solo te falta una cosa. Lo que nos falta es aprender a mendigar de aquellos a los que damos. Esto no es fácil de entender: aprender a mendigar. Aprender a recibir de la humildad de aquellos a los que ayudamos. Aprender a ser evangelizados por los pobres”. Esa es la verdadera batalla, porque ser sencillos es muy difícil. Es interesante buscar los videos de los discursos del Papa más criticados por algunos periodistas. Por ejemplo, la última conferencia de prensa en el avión durante el regreso de Manila, donde se habló de los católicos y los hijos. Si uno observa con atención, capta un mensaje muy sencillo y razonable, que se sintetiza en esa paternidad responsable que después él mismo ha profundizado en otra de sus intervenciones. Un hombre con sentido común comprende inmediatamente el significado de lo que Francisco quería comunicar. Pero si uno tiene otras cosas en la cabeza, si uno ya está predispuesto en contra, se puede sacar una frase de contexto y tergiversar el significado de todo lo que dijo. Lo que el mal busca no es tanto el dolor físico; el mal apunta a separar, trabaja para dividir lo que está unido. En estos días encuentro a muchas personas que al leer comentarios o artículos de diverso origen que critican con dureza al Papa Francisco quedan perturbados y empiezan a tener dudas, y allí es precisamente donde anida la acción del mal. Hay que estar atentos, ejercitar el juicio, leer bien. Primero, lo que nos dice el Papa, y después lo que dicen de él quienes tienen malas intenciones. Para no caer en las trampas que tratan de alejarnos de nuestro padre.
El cardenal Tagle, en el saludo de bienvenida al finalizar la misa en la catedral de Manila, dijo: “Usted trae el fuego, no para destruir sino para purificar. Usted trae un terremoto, no para destruir, sino para despertar. De hecho: Tú eres Pedro, la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. Tú eres Pedro que viene para fortalecer a sus hermanos y hermanas en la fe. Nosotros le damos la bienvenida, sucesor de Pedro, a esta bendita tierra de incansable esperanza, de música infinita y de fe gozosa. Con su visita sabemos que Jesús va a renovar y reconstruir Su Iglesia en las Filipinas”.
El Papa ha elegido esta manera de comunicar, esta forma de hacernos conocer más a Cristo y a nuestra humanidad. Al hablar de manera informal, en efecto, muchas veces dice “yo pienso que”, “quizás es así”; habla como una persona que se puede equivocar. Pero en resumidas cuentas veo que, quienes no se escandalizan de esta modalidad y lo siguen con sencillez, están contentos, mientras los que están alerta para sorprender pasos en falso y tratan de alejarlo de su pueblo están enojados, y por lo general tristes.
Yo estoy de acuerdo con el cardenal Tagle: Tú eres Pedro, y cuando te seguimos, sabemos que Jesús renovará y reconstruirá su Iglesia.