Acusados de engañar al pueblo con sus biblias y rosarios, fueron condenados a muerte y ejecutados detrás del pequeño cementerio de Pariacoto, un pueblito ubicado en la región andina del Perú –las Black Mountains- en la diócesis de Chimbote. El padre Michal Tomaszek y el padre Zbigniew Strzalkowski, dos sacerdotes franciscanos de origen polaco, fueron fusilados por guerrilleros de Sendero Luminoso el 9 de agosto de 1991. Pocos días después Juan Pablo II se refirió a su muerte en Czestochowa, durante la Jornada Mundial de la Juventud: “Hay nuevos mártires en Perú”, dijo durante el encuentro. Veintitrés años después, ha culminado en Roma el proceso de su beatificación, anunció Luis Armando Bambarén Gastelumendi, obispo emérito de Chimbote y ex presidente de la Conferencia episcopal peruana. Monseñor Bambarén, jesuita como el Papa Francisco, comunicó a sus compatriotas que están próximos a tener “los primeros beatos mártires entre los santos del Perú”.
La historia de los dos misioneros se recoge en el libro “Frailes mártires”, publicado en 2011, año en que llegó la positio al Vaticano. El autor es el periodista italiano Alberto Friso, y su propósito es que un día no lejano se reconozca que los dos frailes murieron en odium fidei (por odio a la fe). Pertenecían a la Congregación de Franciscanos Conventuales de la provincia de San Antonio de Cracovia (Polonia), y en 1989, cuando completaron los estudios en el seminario mayor de su ciudad, partieron como misioneros a los Andes peruanos junto con el padre Jaroslaw Wysoczanski. El objetivo era fundar el primer convento de su orden y sembrar la fe, la esperanza y la caridad entre los pobres de Pariacoto, uno de los principales centros mundiales de producción de coca destinada a elaborar cocaína. El nivel de los negocios en la región era tal que garantizaba sustanciosas ganancias para los traficantes, aunque magros salarios para los campesinos.
Una tarde de verano, aparentemente igual a muchas, algunas personas comenzaron a llenar de pintadas las paredes de los edificios frente a la plaza, señal de un inminente ataque de los terroristas. Los frailes continuaron sus actividades cotidianas: el coro, el catecismo… Como siempre, al anochecer el padre Zbigniew empezó la exposición del Santísimo Sacramento mientras esperaba que llegara el padre Miguel para rezar la misa de ese día. De pronto, después de la misa, unos encapuchados irrumpieron, les ataron los manos a los frailes y los obligaron a subir en un furgón (sólo a ellos porque Zbigniew logró convencerlos de que no tocaran a los novicios). En el camino se llevó a cabo el juicio sumario y fueron declarados culpables porque con sus bilbias y rosarios engañaban al pueblo y su ayuda a los más pobres frenaba la rabia y demoraba la revolución. En el banquillo de los acusados se encontraba la caridad, rechazada y atacada por ser “un sistema conservador del estatu quo”, según las palabras de Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est.
Además, el anuncio del Evangelio de la paz desalentaba a los jóvenes para adherir a los grupos terroristas. Poco después, cerca del pequeño cementerio, se llevó a cabo la ejecución junto con los alcaldes de Pariacoto y Pueblo Viejo. En el camino de regreso encontraron al alcalde de Cochabamba y lo mataron también.
Los autores de la masacre fueron algunos hombres de “Sendero Luminoso”, la organización armada de inspiración maoísta que a principios de la década del ’90 era muy activa en la región de Pariacoto y contaba con el respaldo del financiamiento derivado del narcotráfico.
Los esfuerzos conjuntos del obispo de Chimbote y la Conferencia episcopal peruana lograron primero, en junio de 1995, la apertura de la fase diocesana del proceso de beatificación de los dos misioneros franciscanos. La etapa local concluyó en 2011 y comenzó la fase romana, que resulta mucho más rápida. Mons. Bambarén Gastelumendi, en la carta que envió a su ex diócesis desde Roma, afirma que el Papa Francisco beatificará muy pronto a los dos frailes.